El sueño romántico del tío Paco
La bodega nació en 1963, cuando su fundador, Francisco Montero, creó el Ron Pálido
Daniel Olivares
Domingo, 6 de julio 2014, 00:06
Medio siglo hace ya que Francisco Montero (Motril, 1929-2012) puso en marcha su mente destiladora para dar forma a la criatura que le convertiría ... en el padre del Ron Pálido. Fue en 1963 cuando decidió lanzarse a por el sueño de criar destilados de la caña de azúcar, a la que su familia había dedicado toda la vida. Con 34 años fabricó su primer ron y colocó la primera piedra de una empresa que atravesó el siglo XX con la misma fisionomía e idéntica filosofía. Su idea fue siempre la deuna bodega familiar que producía licores de calidad. Licores en plural, sí, porque a pesar de que el ron añejo es el que le dio fama a Bodegas Montero, el tío Paco, como le llamaban cariñosamente sus sobrinos, también probó a fabricar otros destilados, como el ron Sexi (blanco) o el vodka Montero.
Durante casi medio siglo, hasta que en 2007 decidió vender su creación a su sobrino Joaquín Martín Montero, el fundador se mantuvo fiel a su estilo. La producción nunca superó los 240.000 litros al año, que traducido a cajas vienen a ser una 20.000. Siempre ha sido artesanal. Era y es el sello de la marca. Sus rones, le gustaba decir a Paco Montero, «son de crianza, nada de compuestos». Una buena crianza en botas de roble, sin macerado ni viruta, es el secreto del éxito de un espirituoso cuya materia prima es el aguardiente de caña, el mismo que fabricó su familia durante años antes de lanzarse él a su aventura.
«Cobrar es lo difícil»
Francisco Montero nunca tenía prisa por vender. «Vender es muy fácil, lo difícil es cobrar», decía. Por eso, su producto siempre se quedó, mientras estuvo al frente, en Andalucía, repartido entre Granada, Málaga y Almería. Esa artesanía se mantuvo durante años con la vieja embotelladora y la sencilla envasadora. El diseño de la botella siempre fue el mismo: de un litro, con una etiqueta blanca en la que figuraba el nombre de su creador y una ilustración de una cacería a caballo de tintes británicos rodeada de cañas. Eso para el Pálido. En el Gran Reserva, aparte del nombre, cambiaba la ilustración, un dibujo de aires caribeños en el que un hombre tritura caña. Las cajas eran igual de sencillas y adustas. Todo en Montero era sobrio, con esa sensación de haberse detenido el tiempo.
En aquella bodega del tío Paco no existía la modernidad, ni muchos menos la informática. Lo más innovador era la vieja embotelladora. Las facturas las hacía él mismo a mano, con un lápiz. Anotaba el precio del litro de ron y desglosaba todos los impuestos que debía pagar, para que el cliente supiera que él no engañaba a nadie y que su ron no era caro, sino que el gobierno se embolsaba más de la mitad por las tasas de los alcoholes. Las instalaciones guardaban también ese viejo sabor añejo de un lugar que no había cambiado apenas desde los años sesenta. Entrar allí era volver al pasado e imaginarse un Motril rodeado de caña de azúcar por doquier, con los monderos ataviados de su herramienta para arrancar de la tierra el dulce manjar.
Aunque siempre se especuló con que el Ron Pálido moriría con su creador, finalmente, Francisco Montero, soltero y sin descendencia directa, decidió dejar en manos de sus sobrinos su preciado tesoro, el sueño de toda de una vida. En 2007 se produjo el traspaso de poderes. Joaquín Martín Montero, dueño de la última azucarera que se mantuvo en pie en Europa hasta el cambio de milenio Azucarera del Guadalfeo, en Salobreña adquirió la bodega. Al frente, como referencia de la marca, se situó su hija, Andrea Martín Targa, sobrina nieta del tío Paco. Con ellos llegaron algunos cambios a Ron Montero, aunque la esencia de la producción y el método de crianza se mantuvieron. Andrea, como responsable de márketing y ventas, introdujo nuevas técnicas de mercado y de promoción de la vieja marca. El Ron Pálido se modernizó y empezó a salir fuera de Andalucía y de España, hasta llegar a países como Alemania, Reino Unido, Holanda o Bélgica. También lo hicieron sus instalaciones, remozadas y renovadas para recibir visitas de los amantes del Pálido. Y todo ello sin aumentar la producción. El último éxito fue el ron 50 aniversario, un producto que llegó al mercado al año de de morir el fundador. Dos años después de su muerte, el sueño del tío Paco sufrió el primer gran revés de su historia.
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