Granada, la otra herencia real de Felipe VI
El futuro Rey de España recibe el testigo de su padre en la buena relación con la capital y Sierra Nevada
Daniel Olivares
Jueves, 5 de junio 2014, 19:43
Felipe VI heredará la corona de España de su padre Juan Carlos I mucho tiempo después de que heredase su pasión por Granada. La provincia, ... es especial su capital y la estación de esquí de Sierra Nevada, seguirán manteniendo una relación especial con la Familia Real española que, a partir del 18 de junio, estará formada por el todavía Príncipe Felipe, la Princesa Letizia y las dos hijas de ambos. Cuatro miembros de una misma familia que ya tiene su propia fotografía en Granada tras la visita sorpresa que realizaron como unos turistas más el pasado mes de noviembre. Es una fotografía que ya ha quedado para la historia como aquella que Don Juan Carlos y Doña Sofía se hicieron con sus tres hijos un día de esquí en Sierra Nevada en 1976, apenas tres meses después de ser proclamados monarcas.
Han sido numerosas las visitas que Juan Carlos I y Felipe VI han realizado a nuestra provincia a lo largo de los últimos 50 años. Los dos estuvieron en Granada como príncipes y, pronto, los dos lo habrán hecho también como reyes. Aunque para eso hay que esperar a una futura aparición del primogénito a partir del próximo verano. El anecdotario de la Casa Real siempre es difícil de escudriñar. El celo sobre las visitas oficiales es máximo. De sus escapadas por ocio o turismo se sabe algo más, aunque los granadinos que han tratado muy cerca con ambos la gran mayoría procuran no revelar más allá de lo políticamente correcto. Conocidas son algunas leyendas urbanas, de las cuales es complejo certificar su veracidad. Los restaurantes, hoteles, servicios de seguridad, edificios oficiales, rincones visitados por Rey y Príncipe en Granada son variopintos.
Y, sin duda, una afición entronca a ambos con un lugar concreto, Sierra Nevada. Felipe VI ha heredado el gusto por los deportes de nieve de Juan Carlos I. Y en la estación granadina siempre han estado muy agradecidos al monarca emérito. Su gestión para que los Campeonatos del Mundo de Esquí Alpino pudieran celebrarse un año más tarde de lo previsto es uno de los recuerdos más cariñosos que guardan los aficionados.
«Gracias a una gestión suya pudieron aplazarse a 1996, después de que en 1995 se tuvieran que suspender por cuestiones climatológicas», explica una fuente relacionada con la estación granadina, alguien que pudo compartir con el Rey Juan Carlos mañanas de descensos por las pistas de Sierra Nevada. «Jerónimo Páez le pidió que hiciera ese favor a Sierra Nevada», detalla la fuente. El Rey trasladó la petición de Granada a Juan Antonio Samaranch, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), y este habló con el responsable de la Federación Internacional de Esquí (FSI), el suizo Marc Holder, también vicepresidente del COI, para que concediesen el aplazamiento. Y así ocurrió. «Fue un gestión excelente, de matrícula de honor», relata.
La bajada del Rey
La espontaneidad, la cercanía y la amabilidad son tres de las cualidades que muchos que de los que han tratado de cerca al Rey y al futuro Monarca destacan de ambos. En Sierra Nevada, Juan Carlos I ha protagonizado anécdotas de todo tipo y color. Siempre quiso ser un esquiador más, sin privilegios dicen a pesar de que la estación y sus responsables procuraron hacerle más cómodas sus visitas. «Cuando estaba fuera, se tiraba por cualquier pista. Poco tiempo antes de la Copa del Mundo de 1994 nos dijo:«Quiero ver la pista de Supergigante. Tenía un gran nivel de esquí y a pesar de ser una pista de competición, con nieve muy dura, la bajó. Cuando llegamos abajo, había unos técnicos de la FIS. Nos miraron con cara extraña. No les gustó que nos metiéramos por ahí. Él se acercó a ellos, vieron quién era y enseguida empatizó con el grupo. Es algo que siempre ha hecho a la primera», rememora un responsable de Sierra Nevada.
Sus días en la estación transcurrían entre el esquí, la natación que practicaba en el club deportivo y los descansos en el hotel. En sus inicios, el Meliá Sierra Nevada era el elegido. Con el tiempo, por facilidad de acceso, el Trevenque se convirtió en otra opción. Para la gastronomía, aunque los lugareños procuraban presentarle sus mejores viandas, no era nada exigente, afirman. Las lentejas con chorizo era uno de sus platos favoritos, pero no hacía ascos a comerse un bocadillo de jamón en pleno Borreguiles. Allí, a más de 2.000 de altitud, tampoco desechaba almorzar en el restaurante Genil o en el Borreguiles. «Buscaba sitios cómodos, no le gustaban los reservados y prefería mezclarse con todo el mundo. Si había huevos con patatas y filete, se lo comía. Y pedía que no le dieran ningún trato de favor», indica la fuente.
La mesa y las tortillas reales
Conocidas son también las escapadas invernales del Príncipe, quien cuenta con el handicap de que a su esposa no le gusta esquiar. De soltero ya acudía en compañía de amigos aficionados al esquí y, de casado, hizo una de sus últimas apariciones en la nieve. En una de sus excursiones, Felipe VI protagonizó una de las anécdotas de su paso por Granada. Ocurrió abajo, en la ciudad. El restaurante Chikito fue el escenario. El todavía Príncipe cenó allí la noche del 17 de diciembre de 1988, acompañado de tres amigos. Un corpulento miembro de su equipo de seguridad apareció en el local. Uno de sus propietarios, sin saber quién era aquel hombre tan grande, le atendió. Pidió dos mesas para cuatro personas cada una. «Lo siento, solo nos queda una. Pero si esperan media hora o veinte minutos, les podemos servir las dos», le contestó Luis Oruezábal, uno de los propietarios.
Al levantar la vista por detrás del misterioso personaje descubrió que el Príncipe Felipe aguardaba en la puerta. «Aquella noche tenía reservada una mesa para un señor que siempre venía tras los partidos del Oximesa de baloncesto. Siempre llegaba y tenía problemas para ofrecerle una mesa, así que le dije un día que por qué no reservaba. Aquella noche lo había hecho por primera vez. Tuve que improvisar y dejarle su mesa al Príncipe y la otra, para los miembros de su seguridad. Cuando llegó Manolo, el hombre que había reservado, se dirigió a la mesa, vio quien había sentado y se quedó blanco. Enseguida se dio la vuelta y yo le busqué otra mesa», narra divertido el propio Oruezábal.
Patés caseros y quisquillas de Motril como entrantes a compartir, y lomo de merluza más un postre de chocolate cenó aquella noche don Felipe, que tuvo reparos en firmar el libro de visitas e inmortalizar el momento con una fotografía en un local en el que su padre había estado a punto de cenar unos años antes. «Me llamaron para reservar mesa para él. Venía con unos amigos desde Cádiz. Se hospedaban en el hotel Saray y querían cenar al llegar. Preparé una mesa imperial, con un centro de rosas espectacular, cerré el restaurante para ellos. Cuando tenía todo preparado, me llaman de nuevo para decirme que iban a llegar muy tarde y que preferían cenar algo en el mismo hotel», rememora Chikito sobre la visita truncada del Rey Juan Carlos.
La Ruta del Veleta, el restaurante Las Tinajas, Los Manueles, el Huerto de Juan Ranas o el Carmen de los Chapiteles forman parte del elenco hostelero que Rey y Príncipe han frecuentado en sus estancias en Granada. Curiosamente, ambos tienen sendas anécdotas gstronómicas relacionadas con la tortilla.
El padre, en los años 80, era muy amigo de acudir a Los Manueles. Concretamente, en enero de 1982, acompañado de Doña Sofía y las infantas Elena y Cristina el Príncipe se quedó en Madrid estudiando, el Rey estuvo en Sierra Nevada. El último día de sus cortas vacaciones, la estación se vio obligada a cerrar por el mal tiempo. Don Juan Carlos, ni corto ni perezoso, decidió que Los Manueles, entonces en la Plaza del Carmen, sería su destino. En una sala privada, Ángel de la Plata, el propietario, le ofreció probar la tortilla Sacromonte, con sus sesos y sus criadillas. Al Rey no le gustó, pero la anécdota de la cata se hizo conocida y la tortilla granadina adquirió fama nacional.
El Príncipe protagonizó una secuencia similar pero al contrario. Ocurrió en Las Tinajas. Pepe Álvarez, su propietario, quiso que Don Felipe probase una exquisitez, la tortilla de collejas, una verdura poco común en la mesa. «Pidió que le sugiriera lo que podía comer. Le ofrecí la tortilla de collejas. Dijo que no quería eso. En otro momento me acerqué a la mesa y le insistí. Contestó otra vez que no. Insistí de nuevo y finalmente aceptó. La probó y se volvió loco con ella. Tiempo después, en la inauguración de la Cámara Comercio de Granada, el alcalde me lo quiso presentar y dijo: Lo conozco, este es el señor de las collejas», relata Pepe Álvarez.
En aquel mismo sitio había comido con su familia muchos años atrás, cuando aún era aquel niño rubio que recuerdan las imágenes del pasado. Las Tinajas contaba entonces con un pequeño comedor de seis o siete mesas. Un día de 1974, el entonces Príncipe Juan Carlos apareció con la Princesa Sofía y sus tres hijos. Lo hicieron en taxi, en una época en la que el coche oficial no se estilaba. Comieron unos canapés. Estuvieron poco tiempo, pero el suficiente para que se corriese la voz y la puerta del local se atiborrara de curiosos. Aquella noche, Rey y futuro Rey abandonaron Granada en tren. Eran otros tiempos.
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