El enemigo 2.0 de los bolardos
Un inventor patenta un sistema electrónico para jubilar las molestas 'granadas'
Daniel Olivares
Sábado, 31 de mayo 2014, 01:44
Si ha tropezado alguna vez con uno y se ha dado un duro golpe en una rodilla o en la espinilla, ha destrozado una lateral ... de su vehículo al rozar con otro o se le ha pinchado una rueda al pasar demasiado cerca de su duro metal -esto es verídico y ha sucedido varias veces, según testimonios de talleres-, quizá ha maldecido en más de una ocasión que el ayuntamiento de su localidad decidiera colocar los llamados bolardos en las aceras para evitar que los vehículos de cuatro ruedas aparquen en lugares donde no está permitido. Enrique Mirasol Gieb, una aparejador ya jubilado, ha sido uno de esos viandantes a los que las 'granadas' que decoran las calles de la capital le molestan, ya sea por estorbo o por simple estética urbana. Por eso, un día decidió ponerse a pensar en un sistema que pudiera sustituir y eliminar de las calles los indecorosos 'cabezones' de hierro.
Y lo ha logrado. Enrique es ahora el enemigo al que deben temer todos los bolardos del mundo. Su ingeniosa cabeza ha dado con una solución que, además, ahorra costes a las arcas municipales de cualquier administración local. Lo ha llamado 'bordillo disuasorio', lo ha patentado y ya ha recibido el primer premio de su corta vida como invento. El jurado del Salón Internacional de Inventos de Ginebra (Suiza) le concedió el pasado mes de abril la medalla de oro a su patente, que registró a nivel internacional el 21 de noviembre de 2013.
Su invento consiste en la instalación de un sistema oculto en las juntas entre el bordillo de una acera y la baldosa que está más próxima a la calzada. Enterrados quedan una serie de sensores, colocados cada tres metros, que detectan el aparcamiento indebido de un vehículo. Cuando esto ocurre, el sistema envía una señal automáticamente al centro de control del Ayuntamiento, que registra la infracción y el lugar exacto donde se ha producido. Con esa información, la Policía local puede tomar la decisión que más crea conveniente, ya sea enviar a un agente para denunciar al vehículo o a la grúa para que se retirado del punto donde está aparcado.
A priori, es un sistema sencillo y viable. Además, según el propio padre de la 'criatura', en el apartado económico «es más barato por metro lineal que la protección dura y estática de los actuales bolardos». Pero lo más importante, a su juicio, es que evita no solo los posibles accidentes físicos, sino que también mejora la accesibilidad de las personas con algún tipo de discapacidad o el tránsito de todo tipo de carros. También eliminaría los siniestros ocurridos con vehículos, algo que sucede más a menudo de lo que parece por la escasa altura de los bolardos, que impiden su visibilidad desde el interior, sobre todo, si como ocurre en calles estrechas del centro se encuentran ubicados en una esquina de la calle.
La idea de desarrollar este sistema la vino porque un compañero aparejador que trabaja en el Ayuntamiento de Granada, conocedor de su ingenio para crear soluciones relacionadas con la construcción, le pidió que tratara de diseñar un bordillo que impidiera a los vehículos subirse a él sin que hubiese necesidad de colocar los bolardos. «Lo de los sensores se me ocurrió al llegar a mi casa y abrir la puerta con un mando a distancia», señala. «Creo que puede evitar las denuncias de los vehículos o de las personas dañadas y el consiguiente perjuicio humano y económico que conllevan», añade.
Más aplicaciones
La cabeza de Enrique no solo ha pergeñado el sistema para eliminar los bolardos, sino que también ha cavilado otras posibles aplicaciones de su invento. Por ejemplo, cree que se podrían colocar en zonas donde esté permitido el aparcamiento, en las cuales se instalarían parquímetros que permitirían al conductor abonar el tiempo real de estacionamiento, bien en efectivo, mediante tarjeta de crédito o débito, o incluso con un teléfono móvil. Es más, ha ideado un software que permitiría a un conductor, mediante un GPS o un teléfono inteligente, localizar zonas de aparcamiento libre en la ciudad, al estilo de las luces verdes y rojas que ya se pueden ver en algunos parkings subterráneos en las ciudades.
Estéticamente, Mirasol considera que su invento ayudaría a eliminar de una ciudad monumental como Granada todos los bolardos que, a su juicio, afean los paisajes urbanos de la capital. De hecho, ha simulado mediante fotografías retocadas por ordenador el antes y el después de colocar su sistema, y el resultado visual es mucho más atractivo sin el 'ruido' que aportan los elementos metálicos.
Ha calculado el coste de su instalación y hasta el retorno económico que supondrían para el Ayuntamiento de Granada las infracciones. En sus números, las arcas locales podrían llegar a ingresar 138 millones de euros en un período de veinte años, mientras que el modelo actual de bolardos cuesta a una ciudad como Granada unos 12 millones en ese plazo de dos décadas. Enrique ha presentado su patente a la Concejalía de Movilidad. La edil Telesfora Ruiz ha visto su proyecto. Pero, de momento, el autor no ha recibido respuesta.
«Sí se han interesado desde Ginebra, donde me dieron el premio», asegura el inventor, que tiene además varias patentes más relacionados con obra civil, como unas cubiertas que incorporan placas fotovoltaicas para obtener energía eléctrica y agua caliente sin necesidad de colocar paneles solares, y pavimentos de ladrillos y de empedrado que recuperan de forma sencilla un tipo de solería en desuso por la escasez de maestros que conozcan la técnica y por su alto precio.
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