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Las hijas de la peluquera
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Las hijas de la peluquera

Penélope y Mónica Cruz cierran filas en torno a su madre, a cuya mesa se sentarán esta Nochebuena para degustar su «sagrado» cordero con lombarda

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 19 de diciembre 2009, 05:16

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Además de actriz de éxito internacional y musa de Almodóvar, Penélope Cruz es, sobre todo y ante todo, la hija de Encarna Sánchez. Encarna, la peluquera de Alcobendas, claro, nada que ver con aquella legendaria, polémica y ya difunta locutora de radio del mismo nombre. Esta Navidad, Pe y sus hermanos, Mónica y Eduardo, se sentarán a la mesa junto a su madre, separada de su padre desde hace años, a degustar su tradicional cordero con lombarda. ¿Qué os hago esta vez?, les ha preguntado Encarna, al acercarse estas fechas. Y ellos, desde Los Ángeles o desde Londres han respondido a coro. «Lo de siempre, mamá, ni lo muevas». «A mi madre -dice Mónica- le encanta cocinarnos sus platos de toda la vida y, ahora que pasamos tanto tiempo fuera, para nosotros esa comida es sagrada». Alguien podría pensar que la Nochebuena de las glamurosas hermanas Cruz va a estar repleta de champán francés y caviar, pero Mónica lo desmiente. «Nada de eso. A nosotros no nos gusta vivir en 'Los mundos de Yupi'. En mi casa, gilipolleces, las justas».

'Mamá'. Es la palabra que lleva tatuada Mónica Cruz en su muñeca izquierda. «Mi madre es un modelo total, a ella se lo debo todo. Es una madre, madre, con todas las letras y estoy muy orgullosa de ella».

Mónica tiene 32 años, dos menos que su famosísima hermana mayor. Y creció, como ella, entre secadores y rulos, en la sencilla peluquería de barrio, regentada por Encarna, en el primer piso de la calle Concilio. Al calor de aquel ambiente propicio a las confidencias femeninas y plagado de revistas de moda y del corazón (de las de aquella época), Penélope, que era un terremoto y bastante repipi, y Mónica, mucho más tranquila y calladita, sucumbieron a la fascinación por la moda y el 'glamour'. Uno de sus juegos preferidos era competir por quién se pedía antes el vestido más bonito. Lejos estaban aún de imaginar que algún día ellas mismas pisarían la alfombra roja. La noche en que Penélope recibió un Oscar, no eligió como acompañante a ninguno de sus famosos novios. La persona que estaba sentada junto a ella en el patio de butacas y a quien besó y abrazó antes de recoger la estatuilla era Encarna, su madre.

Ni envidia ni rivalidad

Ahora que la actriz vuelve a estar en lo más alto con una nueva nominación en los Globos de Oro, Mónica reflexiona sobre la envidia y la rivalidad femenina. «No me cabe en la cabeza que la gente pueda imaginar que yo envidio la suerte de Pe. ¡Por Dios, que es mi hermana! Espero que los que piensan así no eduquen de esa manera a sus hijos. A nosotras desde luego, nos enseñaron a querernos mucho. Y hoy es el día en el que yo me alegro más de los triunfos de mis hermanos que de los míos propios.

La noche en la que Pe recogió el Oscar, creo que estaba tan orgullosa o más que ella. Bueno, y ya con el niño (Eduardo, su hermano menor, compositor y cantante) se nos cae la baba. Cuando él nació, yo ya tenía ocho años y Pe, once, así que el pobre tiene tres madres».

No son meras palabras. Mónica es realmente la mejor amiga y confidente de su hermana, y cada día, aunque las separen miles de kilómetros, se comunican entre ellas varias veces. «Nos lo contamos todo», asegura. A Penélope le gusta tenerla cerca en los momentos importantes. La última vez que se las vio juntas fue hace dos semanas, en Londres, en el estreno mundial del musical 'Nine'. No estaba previsto que Mónica asistiera a la première. «Mi hermana no me esperaba, pero quise darle una sorpresa. Le dije que no podía ir. Y en cuanto colgué el teléfono, cogí un avión y me planté en Londres. Llegué antes que ella y me escondí en su cuarto. No te imaginas la ilusión que le hizo verme allí», relata Mónica.

Muy disciplinada

Mientras Penélope recoge las primeras mieles de 'Nine' por distintos escenarios internacionales, Mónica ha regresado a Madrid y esta semana ha posado como imagen de una variedad de 'Special K', a base de cereales con miel. Mónica (y dicen que también su hermana) es, como buena bailarina, muy disciplinada y partidaria de la alimentación sana.

Las Cruz creen mucho en el poder de las vitaminas y los productos de herbolario. «Yo ya he empezado a tomar calcio. Hay que empezar a cuidarse pronto». Esa tendencia al sentido común viene también de su madre, una mujer discreta y, según sus hijas, «sensata y muy trabajadora», que ha permanecido siempre en segundo plano, pero apoyándolas en todo momento en sus proyectos.

«Si me hubieran obligado a estudiar una carrera habría sido infeliz toda mi vida», dice Mónica, que en el año que termina ha rodado dos películas. El marcado instinto maternal es otro rasgo común entre las hermanas. «Somos muy madreras», dicen ellas. Mónica se ha pasado el año desmintiendo el presunto embarazo de su hermana, cuando tal vez la que sí esté pronto embarazada sea ella misma. «Quiero tener mi primer hijo joven -advierte-. Y no me asusta tenerlo sola. No voy a estar esperando a que aparezca el hombre ideal para hacerlo».

Mónica, su madre y su hermana, cuando está en Madrid, habitan en tres chalés situados en la misma calle. Encarna, aunque según sus hijas «ha sufrido mucho con nuestros continuos viajes y aventuras profesionales», recoge ahora los frutos. Cuando le preguntan qué siente ante los éxitos de sus hijos, ella se limita a sonreír y a contestar con otra pregunta: «¿Eres madre? Pues entonces ya lo sabes. No hace falta que te lo explique». Es el peculiar 'Todo sobre mi madre' de las célebres hermanas Cruz.

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