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Isabel II, rodeada de la familia real británica, con Enrique y Megan a la izquierda de la monarca. EFE
Fumata gris en Sandringham

Fumata gris en Sandringham

La reina Isabel II permite a Enrique y Meghan vivir en Canadá mientras se resuelven los «complejos asuntos» de su nuevo rol

Iñigo Gurruchaga

Londres

Lunes, 13 de enero 2020

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La reina Isabel II ha aprobado la apertura de «un tiempo de transición» en el que los duques de Sussex, Enrique y Meghan, vivan entre Canadá y Reino Unido, y «apoya plenamente su deseo de crear una nueva vida como una joven familia», aunque «hubiese preferido» que permaneciesen como «miembros a tiempo completo de la familia real».

En un comunicado emitido tras una reunión de la reina, el príncipe de Gales, sus hijos, Guillermo y Enrique, y altos cargos de la Casa Real se advierte de que existen «asuntos complejos», que esperan resolver en los próximos días. La reunión se convocó tras el anuncio por los duques, el miércoles, de su deseo de dejar de ser miembros de alto rango de la familia real, pero no despeja las incógnitas sobre su futuro.

Los guionistas de la serie 'The Crown', que ha familiarizado a millones de espectadores en todo el mundo con las vicisitudes públicas y privadas de la familia real durante la era isabelina tienen ya el reparto de personalidades para la crisis del 'Megxit', pero, con su notable parsimonia en el avance de la saga, pueden esperar pacientemente al desenlace.

Isabel II será, cuando se emita este capítulo, una reina de 93 años con su marido Felipe enfermo y apartado de la vida pública en una villa próxima a la mansión real de Sandringham, en el norte de Norfolk, y que va cediendo deberes de la monarca a su hijo, Carlos, mientras su predilecto, Andrés, intenta librarse de una investigación sobre sus presuntas relaciones sexuales con menores en Estados Unidos.

El príncipe de Gales avanza hacia su más breve reinado como un hombre septuagenario que aún cree en su poder de promover la armonía entre las religiones, entre los humanos y la naturaleza, el desarrollo económico y la belleza. Frustrado por la difícil relación con sus padres, especialmente con Felipe, es también heredero de la llaga sentimental causada por su desdichado divorcio con la fallecida Diana.

El matrimonio de su primogénito, Guillermo, con Catalina Middleton, fue un evento jubiloso que consagró la primacía en el matrimonio del amor sobre la conveniencia aristocrática y dio a la monarquía una futura reina de clase media con mirada luminosa y una madre entregada a criar a sus hijos, libre de las restricciones que cayeron sobre la joven reina Isabel.

Más júbilo y la adaptación a las circunstancias del siglo XXI se añadieron con la boda de Enrique con la actriz Meghan Markel, que a su nacionalidad y color de piel sumaba su crianza en una familia rota. La comparecencia de sus hermanastros en las vísperas de la boda negándole dignidad de realeza hizo de aquel matrimonio entre actriz y príncipe el auténtico cuento de hadas; ella, la Cenicienta envidiada por las malvadas hermanastras del cuento, Drizella y Anastasia.

Inadaptados

¿Por qué se ha rasgado el encanto desde aquel 19 de mayo de 2018? Porque Enrique y Meghan se habrían hartado de oír 'no'. La versión alternativa y frecuente, desde que el pasado miércoles los duques de Sussex anunciaron que quieren renunciar a ser miembros de alto rango de la familia real, vivir en Norteamérica y ser económicamente independientes, culpa a la duquesa.

Enrique sería un hombre frágil o zoquete al que la exactriz ha turbado el seso. Ella ha inspirado sin duda la preocupante contratación de una firma de relaciones públicas de Hollywood, Sunshine Sachs, para gestionar la imagen de la pareja. Entre sus clientes se cuentan Harvey Wenstein, ahora juzgado de múltiples acusaciones de delitos sexuales, y en su día Michael Jackson, cuando la sospecha de pedofilia oscureció su encarnación contemporánea de Peter Pan.

De la ineptitud de Meghan para adoptar maneras de la realeza hay pruebas públicas. El ritual navideño de la familia en Sandringham incluye la asistencia de todos sus miembros la iglesia vecina de Santa María Magdalena. En 2018, la nueva recluta interrumpió la conversación privada de Carlos con el capellán por su incapacidad de estar quieta y esperar, una falla del carácter que ha causado daños graves a la humanidad.

Si Meghan ha ofrecido a Enrique una ruta de escape, la trayectoria del segundo hijo de Diana ya apuntaba al extrañamiento de los deberes en la monarquía británica. Como ocurrió a Andrés, la transición de la vida militar a la vida civil- el tío participó en la guerra de las Malvinas, el sobrino en la de Afganistán- no fue sencilla. No tienen la personalidad de la princesa Ana, preferida de Felipe, que algunos años supera a la reina en el número de eventos- en su gran mayoría anodinos- a los que acude.

Mal ejemplo

Esa transición ha coincidido con el mayor protagonismo de Guillermo, al que la Casa Real promociona como futuro rey tras dejarle más libre para la vida familiar durante el nacimiento de sus tres hijos. La ambición del popular Enrique de forjar un papel singular habría chocado repetidamente con la propia transición de Guillermo. Enrique habría recibido el 'no' como respuesta a numerosas iniciativas.

En 2018, los Sussex decidieron separar su oficina de la de Guillermo y Catalina y la distancia ha agravado rencores entre el primogénito y el segundo. Antes de su reunión en Sandringham, los hermanos publicaron una declaración conjunta para calificar como «ofensiva» la publicación por 'The Times' de una noticia en la que «fuentes próximas» a Enrique afirman que Guillermo ha «intimidado» a su hermano repetidamente.

«He tenido que poner mi brazo sobre los hombros de mi hermano a lo largo de nuestras vidas, pero ya no puedo hacerlo más», decía Guillermo a un confidente hace unos días, según publicaba 'The Sunday Times' este domingo. Amigos de Enrique son citados explicando que se queja de la falta de simpatía que su hermano habría mostrado a su mujer.

Altos cargos de la Casa Real presentaron sus propuestas sobre cómo resolver la situación a la reina, el príncipe de Gales y los dos hermanos en Sandringham. Tratan de evitar que los duques de Sussex se conviertan en una versión actualizada de los duques de Windsor, Eduardo y Wallis Simpson, quienes tras la abdicación del tío de la reina vivieron en Francia o Estados Unidos como celebridades pagadas por asistir a eventos de decreciente lustre.

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