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Un belén de funeral

Un belén de funeral

Alfonso, el viudo de Cayetana, se enteró por el cura que el actual duque de Alba había organizado una misa. Éste tampoco avisó a los íntimos de su madre. Al final fueron todos... menos tres hijos. Las caras no podían ser más largas

j. fernández

Domingo, 22 de noviembre 2015, 13:28

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Cayetana de Alba era como un huracán. No había nada ni nadie que se resistiese a su paso. Dicen que era luz y embrujo. No solo para los hombres, que caían rendidos ante su magnetismo, sino también para el resto de los mortales. En Sevilla todavía hay esquinas en las que resuenan los ecos de los piropos y los gritos de ánimo que le lanzaban los vecinos. Pero lo que de verdad dominaba la duquesa era el arte de la paz. O más bien el de poner paz. Su mejor trabajo, de hecho, lo hizo puertas adentro de sus palacios, aunque nadie lo apreciara hasta hace unos meses.

Ayer se cumplió un año de la muerte de Cayetana en su palacio sevillano, donde se la llevó una neumonía. El día de su funeral, su marido (Alfonso Díez), sus seis hijos (Carlos, Alfonso, Jacobo, Cayetano, Fernando y Eugenia) y sus amigos más cercanos (entre los que estaba su inseparable Carmen Tello) se mostraron como un bloque de granito inquebrantable, solo roto por el dolor de la pérdida. Pero 365 días después, la misa encargada en su recuerdo evidenció que ese muro que la propia duquesa levantó con cuidado y ayuda de sus manos, en un trabajo más de orfebre que de albañil, presentaba un estado ruinoso. De nada sirvió que el viudo y el hijo mayor acordaran presentarse juntos ante la puerta de la iglesia de la Hermandad del Cristo de los Gitanos de Sevilla, donde alcanzaron el descanso eterno parte de las cenizas de la aristócrata, y donde ayer se congregaron 300 personas para demostrar que una persona solo se muere si se la olvida. En esos primeros bancos reservados solo para los más allegados se notaron más las ausencias que las presencias.

Para empezar, solo tres de los seis hijos de Cayetana Fitz-James acudieron al número 6 de la calle Verónica. Además de Carlos, el mayor y principal heredero de la fortuna familiar, se vio a Alfonso y Fernando. Por su parte, Jacobo se ausentó sin desvelar el motivo aunque envió a su hijo, Jacobo Martínez de Irujo y Fernández de Castro, en su lugar. El joven era uno de los nietos preferidos de la aristócrata.

Tampoco estuvo Cayetano, que hasta la muerte de la 14 veces Grande de España era quien administraba la Fundación de la Casa de Alba y su legado. El conde de Salvatierra ya había anunciado que no podría acudir al encontrarse ingresado en la madrileña Clínica La Luz. En dos semanas ha sido operado dos veces a causa de una obstrucción intestinal.

Tampoco se presentó Eugenia, pese a que ha sido quizá la figura más apegada a Cayetana en sus últimos años. La pequeña del clan sufrió una importante depresión tras la muerte de su madre por lo que todo el mundo creía que su presencia en el oficio sería indiscutible. Sin embargo, el trabajo no le ha permitido acudir. Se encontraba de viaje por Estados Unidos. La duquesa de Montoro es imagen y diseña piezas para la firma Tous desde hace más de una década.

Un millón entre siete

Las malas lenguas aseguran que estas ausencias son síntoma de la mala relación que hay entre los seis hermanos, de caracteres muy dispares, y el viudo. De hecho, mantienen desde hace meses un desencuentro por un pellizco de la herencia que deben repartirse, cuadros y muebles antiguos por valor de un millón de euros. El resto ya lo asignó Cayetana a sus hijos y su marido en vida. Los hermanos y Alfonso Díaz no consiguen acordar qué se lleva quién y ello ha provocado el distanciamiento, que se ha hecho más que visible durante la preparación de esta misa en recuerdo de la matriarca.

El tercer y último esposo de la duquesa más hippy y flamenca de España se enteró por el cura, Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, de que Carlos Fitz-James había organizado un oficio religioso en el primer aniversario de la muerte de su mujer. Según el actual duque de Alba había intentado decírselo antes, pero no había conseguido contactar con él. «Es muy escurridizo», alegó. Tampoco estaban al corriente los grandes amigos que acompañaron a Cayetana los últimos años y que tras su desaparición se han sentido despreciados por sus vástagos. Fue el propio Alfonso el que los telefoneó uno a uno para pedirles que le arroparan durante la ceremonia. Y cumplieron su palabra. Carmen Tello y Curro Romero, José Luis Medina del Corral, de Victorio y Lucchino, el exalcalde de Sevilla Juan Ignacio Zoido, el doctor Francisco Trujillo, el periodista Antonio Burgos... acompañaron ayer al viudo. Durante la ceremonia, el padre Jiménez, amigo y confesor de Cayetana, elogió su figura y conmovió a los presentes, sobre todo a Alfonso, al que reconfortó su gente más cercana. «Realmente ha sido muy emotivo», se sinceró Carmen Tello.

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