A pecho descubierto
Olivier Rousteing, creador de Balmain, toca la cima de la moda. Lanza una colección ‘low-cost’ para H&M, arremete contra el racismo en las pasarelas y se define como «un perfeccionista»
luis gómez
Martes, 29 de septiembre 2015, 02:01
No hay mejor prueba del éxito mundial de un diseñador que H&M llame a su puerta y le pida su colaboración para el lanzamiento ... de una colección exclusiva en versión low cost. Desde hace diez años, el gigante sueco echa mano de creadores consagrados para socializar, sólo de forma ficticia, el lujo y acercar un sueño prohibitivo a la inmensa mayoría de mortales. La firma ha seducido a algunas de las agujas más grandes con la extensión de generosos cheques. Desde Karl Lagerfeld a Stella McCartney pasando por Roberto Cavalli, Sonia Rykiel o Jimmy Choo, el zapatero de las estrellas. Salvo algún caso excepcional, todos los lanzamientos han constituido éxitos planetarios. Ahora llega el turno de Olivier Rousteing (Burdeos, 1985).
«Mi generación entiende la moda como un fast-food. Un día se lleva una tendencia y, al día siguiente, se desecha. Todo va muy rápido», sentencia. El joven director creativo de Balmain ha consolidado esta legendaria firma entre las marcas más top. Y caras, porque sus vestidos, plagados de lentejuelas, rara vez bajan de los 6.000 euros y sus vaqueros agujereados superan los 1.500. Con razón es el diseñador de los tres ceros. Pero, sobre todo, es listo como el hambre. Por algo a los 24 años se hizo con las riendas creativas de una casa seguida por numerosas celebrities, pero maldita. El paradero de su antecesor sigue siendo un misterio. Solo se sabe que Christophe Decarnin acabó en un psiquiátrico incapaz de aguantar el tremendo ritmo productivo de la industria de la moda. No parece que vaya a ser el caso de Olivier, famoso por sus pronunciados escotes, pómulos extremadamente marcados y rostro andrógino. Se siente indesmayable y tiene la lección bien aprendida este creador que viste casi siempre americanas con hombreras y camisetas de tirantes que dejan al desnudo su pecho totalmente depilado. Un look unisex que complementa a menudo con pantalones de cuero pitillo para reivindicar la igualdad de sexos.
Durante el tiempo que trabajó junto a Decarnin constató las falsedades y traiciones que reinan en el mundo de la moda. «Hay tanta gente en esta profesión que te dice que te quiere pero que están deseando verte caer...», confesó a la revista Vanity Fair. Olivier, que considera que la ropa le permite ser un personaje, fue testigo del macabro juego que destrozó a su predecesor. «Vi cómo muchos supuestamente le ayudaban. Aprendí que cuando caes, te pasan por encima», argumenta. Si algo ha sacado en claro en su corta pero muy exitosa carrera es que la moda no es un juego de niños.Se alegra de haber visto cómo actúa la gente en este mundo «cuando ya no estás en lo más alto. Me siento muy afortunado», confiesa.
«Trabajo como un psicópata»
Pese a su juventud, en qué terreno se mueve. «Ahora mismo me divierte mucho mi trabajo, pero el día que no lo haga, pararé. Me aseguraré de que la gente que me rodea sea honesta. Hay que tener buenos amigos y confiar porque trabajamos en la moda, pero al final somos personas, no robots. Yo soy muy perfeccionista y siempre he trabajado como un psicópata, así que no me extraña que haya tenido buen resultado», argumenta.
Olivier no da puntadas sin hilo. Sabe de lo que habla. Que sea uno de los niños mimados tampoco significa que le extiendan la alfombra roja a cada paso. Se encuentra en la cima y, precisamente, por eso tampoco se siente a salvo de las envidias. Considera que la industria no le ha tomado en serio muchas veces por «mi color y edad. No me ven igual que a otros diseñadores», se queja. Asegura contar con un «millón de ejemplos en los que ha creado controversia solo por eso». Posiblemente tenga mucho que ver en ello la bandera que ha hecho de la diversidad. En un mundo copado de forma aplastante por profesionales blancas, Rousteing es el diseñador que sube a un mayor número de modelos negras a las pasarelas.
Tampoco es casual que tres de sus mejores amigas sean Iman, Naomi Campbell y, por supuesto, Rihanna, que es mucho más que su musa. La cantante de Barbados es la persona que más le ha enseñado en la vida. Cuando hizo su primera campaña con Ri, como él la llama, se dio cuenta de que la moda «no era mi estudio, mi teléfono o mis desfiles. Es impresionante cómo ha sido capaz de gestionar su propia carrera e imagen. Es wonderwoman», profundiza.
Olivier también ha sufrido en carne propia el estigma del racismo. Adoptado por una familia blanca de Burdeos, se define a veces como «negro». «Soy un chico mestizo en una casa de lujo y estoy orgulloso de decirle a Marine Le Pen que soy un diseñador francés y que soy el futuro de Francia». Aunque reconoce que casi siempre estaba solo, disfrutó de una infancia muy feliz. Sus padres y abuelos le alentaron en todo momento a cumplir sus sueños y a que escogiese la opción que más le gustase. «Nunca me dieron un no por respuesta y se aseguraron de que siempre que quisiese algo lo tuviese», subraya. Por supuesto, jamás cuestionaron su identidad sexual. «Al ser adoptado y no saber, literalmente, de dónde vienes intentas crearte un personaje». La ropa marcó su hoja de ruta vital:«Me ayudó a a definir quién era, quién quería ser y adónde iba. Con la ropa de Balmain dan ganas de practicar sexo, aunque mucha gente piense que no es cool jugar con el sexo y la tentación», reflexiona.
Es un hombre que disfruta de puertas para adentro y para afuera. Vive las fiestas y Dubai es la ciudad en la que mejor se lo pasa:«Las fiestas son alucinantes. Nadie admite ser homosexual y luego resulta que todo el mundo lo es», revela. A diferencia de otros diseñadores, más amigos de proteger su intimidad, Olivier radiografía su existencia a través de las redes sociales: «Soy Twitter, Facebook y Skype, pero, sobre todo, amo Instagram porque me permite enseñar quién soy sin necesidad de filtros». Cuenta con un millón y medio de seguidores en las redes sociales, donde ha escuchado de todo. «El día del padre puse una foto donde salía con el mío, dándole las gracias por haberme enseñado todo lo que soy. Algunos pusieron:¿Te enseñó a ser un gay y una zorra? Pero no importa. Hay que reírse de esa gente», proclama este joven al que no le preocupa el paso del tiempo. «Físicamente, no tengo miedo a la edad, Mentalmente, un poco más», reconoce.
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