De la raqueta al raquitismo

Terelu y Eugenia estuvieron el jueves en el concierto de Enrique Iglesias en Marbella. Que Eugenia salte, brinque, cante, baile y ría a carcajadas en público da cuenta de la honda consternación que siente por el estado de salud de Fran Rivera, hospitalizado por una grave cornada. Pero al fin y al cabo el torero es solo su exmarido y la relación con él no es precisamente amigable desde que ambos pelearan en los tribunales por la custodia de su hija. Que dicha hija, Cayetana, también saltara, brincara, cantara y bailara durante el concierto no significa que no quiera a su padre y se preocupe por él (la procesión va por dentro), pero sí resultaba estéticamente chocante. Aunque quizá lo que estaba celebrando Tana (por todo lo alto) es la noticia de que el torero acababa de dejar la UCI.

¿Cláusula de Isabel Preysler?

Además, la del jueves fue la única actuación que ofrece este año Enrique Iglesias en España y sus fans no podían perdérsela... O tal vez sí. Porque su madre, autoproclamada fan número uno, no estuvo. Tampoco sus hermanas Ana y Tamara. Ni su hermano Julio Jr. La ausencia de Isabel Preysler, y quizá la de sus hijos, podría estar relacionada con las cláusulas del contrato que ha firmado con una marca de azulejos como anfitriona de una rutilante fiesta prevista para el 9 de septiembre en Nueva York. Acudir antes a un acto público reduciría el grado de expectación creada (comparable al de una nueva aparición de la Virgen de Lourdes) y bajaría su cotización en la bolsa del cuché. Así que, según eso, no es que Isabel no quisiera ir a ver a su hijo Enrique. Es que se lo impedía un papel. En su lugar, acudió Elena Benarroch. «Soy lo más parecido que tiene Enrique a una familia», aclaró. Y dijo bien, porque ella sola llenó el hueco de las tres ausentes. A Elena, por cierto, nadie le cuestiona su felicidad como a Terelu. Estamos acostumbrados a verla redonda, mediterránea y risueña. Antaño, la dicha se asociaba a la abundancia, ahora es justo lo contrario, como demuestra ese falso adelgazante que se llamaba Pura alegría y que ha enviado a varias personas al hospital.

A la que tampoco se la vio en el concierto del jueves fue a Anna Kournikova, la novia del cantante. Pero puede que acudiera y nadie reparara en ella porque está últimamente tan transparente que casi resulta invisible. La extrema delgadez de la extenista rusa preocupa. Como siga así, va a salir volando como un dron (para pánico de Enrique).

Kournikova siempre ha ofrecido una imagen atlética y saludable y es de esperar que ahora no vaya a cambiar la raqueta por el raquitismo. Una foto de la pareja que circula por la red, tomada hace unos días cuando salieron a cenar en Beverly Hills, la muestra llena de aristas, salvo en la parte de los implantes mamarios. Pero es que la silicona no adelgaza, así le des Pura alegría.