Don Drapper se jubila

Este viaje empezó hace casi ocho años, el 19 de julio de 2007, día del estreno de una de las series con más eco de los últimos tiempos. En su primer encargo, Drapper tiene que preparar una campaña publicitaria para una conocida marca de cigarrillos, algo impensable hoy en día por la cantidad de leyes que infringiría. Esa falta de escrúpulos, las constantes relaciones extraconyugales, el consumo irresponsable de alcohol... En resumen, la disparatada e idealizada vida de un publicista de mediados del siglo pasado acabó seduciendo a millones de espectadores. Este primer episodio costó 3 millones de dólares (2.800.000 euros) y fue grabado entre Nueva York y Los Ángeles.

Matthew Weiner, el creador y productor de Mad Men también ha trabajado en los guiones de Los Soprano, había tenido la idea de la serie mucho antes, en el año 2000. «Yo trabajaba en un canal de televisión. Era muy similar al mundo de la publicidad y sé cómo se comportan en el trabajo las personas creativas. Sabía que cuando se pide a un creativo que haga algo, se le pone una fecha tope. No importa cuándo lo haga, si tiene que entregar algo a las nueve de la mañana es muy probable que se haya puesto a hacerlo a las siete de la mañana. Y esa falta de respeto a la autoridad que se tolera en las personas creativas me encanta, forma parte del mundo de la publicidad», explica Weiner.

Pero el éxito de Mad Men, que hasta ahora ha cosechado quince premios Emmy y cuatro Globos de Oro, también radica en la radiografía que hace de la sociedad norteamericana de los años 50 y 60. «En aquella época Nueva York era el corazón mundial de las finanzas, la literatura, el teatro y la televisión. Se hacían películas, anuncios, de todo... Era el mejor sitio y la publicidad formaba parte de eso. Más tarde, como contamos en la serie, llegamos a 1977, cuando la ciudad está en la bancarrota, y te preguntas: ¿qué ha pasado?».

«Es nuestro hombre»

La identificación del espectador con el actor protagonista ha sido otra de las claves del éxito. Pero cualquiera no podía ser Don Drapper. «El primer actor que se presentó al casting para el papel de Don leyó su parte pero sonó poco sincero, muy superficial... Parecía que estaba imitando una película antigua, que era lo que me temía. Y yo quería que sonara contemporáneo. La siguiente en entrar al casting fue Elizabeth Moss y cuando acabó fui al servicio, me miré en el espejo y me emocioné. Sentí un inmenso alivio porque estuvo genial. Era Peggy, sin duda. Luego entró John Hamm, hizo su lectura y se fue. Le dije al director de reparto: Es nuestro hombre. Estaba claro que era una persona inteligente, versátil y muy atractiva», recuerda.

Quedan siete capítulos antes de echar el cierre a la agencia Sterling, Cooper & Partners, de que Drapper y sus compañeros se jubilen. Un golpe emocional para los espectadores y para los actores, que han estado ocho años trabajando en esta serie. El 17 de mayo, emisión del último episodio, los intérpretes se reunirán para verlo juntos. Será una fiesta a la que no han querido faltar los publicistas... los de verdad. La cadena AMC ha fijado como tarifa un millón de euros por cada spot de 30 segundos que se emita durante el episodio final. Habrá que ver si Drapper se cuela durante los anuncios.