Galicia, y tú ¿de quién eres?
Laureano López
Martes, 23 de abril 2019, 00:38
Al fondo, al noroeste, el seísmo que los sondeos aventuran en España tiene pinta de quedar en pequeño terremoto. Habrá, eso sí, cristales y puertas ... rotas y árboles caídos si el PSOE logra quitarse el sambenito de segundón. La cosa, aquí -2,6 millones de electores, 23 diputados a repartir- está básicamente entre Sánchez y Casado. Bipartidismo en estado casi puro, si acaso con una pincelada naranja y los restos del naufragio de Podemos. ¿Habrá sitio para En Marea y BNG? En eso andan. Desde luego, la anunciada invasión bárbara de Vox tiene, en Piedrafita, qué ironía para Abascal, un muro difícil de salvar. El caso es que en este pueblo acogedor se acostumbra a preguntar al vecino y al forastero «e ti, ¿de quen vés sendo?» [y tú, ¿de quién eres?]. Que una candidata con vida en Álava se presente por Ourense es un síntoma. No es por desconfianza, es justamente por lo contrario: necesitamos confiar.
Como las crisis y sus recuperaciones, el auténtico movimiento sísmico puede llegar a esta tierra con retardo. El foco, pues, también está fijado en otra metas. La primera, la de las municipales. Si gana Sánchez, ¿aguantará esa ola victoriosa hasta las municipales, engullirá a las mareas locales, artefactos alumbrados al calor de la crisis del nacionalismo y el surgimiento de Podemos? El desgaste de esos materiales es más que evidente. Y dos, las autonómicas del 2020. ¿Con Feijoo o sin Feijoo?, ¿con Feijoo en Madrid o sin Feijoo en Madrid? Depende del suelo con el que se encuentre ahora Casado. Lo sabe por Moreno Bonilla: una derrota puede acabar en sueño dulce. Pero si el líder del PP muerde el polvo de la España vaciada, entonces muchos girarán sus ojos, de nuevo, hacia el líder del PPdeG. Lo cual, curiosamente, colocaría a todo lo que está a la izquierda del PP más cerca que nunca, en diez años, de tocar el cielo de Galicia. Hoy, la pregunta del millón, de los tres millones de gallegos, es cuándo Galicia, espectacular noroeste geográfico, dejará de ser, desde la Moncloa, un despreciable apéndice de España.
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