El PSOE recibe un descomunal castigo que nunca estuvo en su radar

La desolación se reflejó en el rostro de la portavoz de la ejecutiva, Pilar Alegría, cuando cercanas las doce de la noche compareció en la sede de la madrileña calle Ferraz para reconocer la derrota. «La voluntad de los ciudadanos es clara y el PSOE asume que debemos hacer las cosas mejor y esforzarnos más para lograr esa confianza en las próximas elecciones», dijo. Las situación de cara a esos próximos comicios, las generales de diciembre, se antoja sin embargo imposible de remontar para Pedro Sánchez, que se había implicado en la contienda consciente de que, además de los Ejecutivos autonómicos y los consistorios, lo que estaba en juego era su propia continuidad.

Ni siquiera las dos comunidades que siempre se dieron por descontadas, en las que hace cuatro años obtuvieron mayoría absoluta -Extremadura, liderada por Guillermo Fernández Vara, y Castilla-La Mancha, gobernada por Emiliano García-Page, aguantaron la sacudida, aunque después de un recuento de infarto en el que por momentos parecía desahuciado, este último, fue capaz de imponerse a la suma de PP y Vox por un escaño. Para el jefe del Ejecutivo no supone, en todo caso, un aliciente porque se trata de una de las escasísimas voces dentro del partido (la otra sería la del aragonés Javier Lambán) que hasta ahora se ha atrevido a criticar sus decisiones y, especialmente, sus pactos con Podemos y los independentistas de ERC y EH-Bildu.

Los otros únicos presidentes socialistas a los que, con el escrutinio casi cerrado, y antes de contabilizar el voto por correo, le seguían dando los números para gobernar son la navarra María Chivite, que para poner más cuesta arriba las cosas dependería de EH-Bildu, y el asturiano Adrián Barbón, por escasos votos. La Comunidad Valenciana, la pieza más preciada por su tamaño, cayó finalmente del lado del bloque de la derecha y Ximo Puig no podrá gobernar. Tampoco le salen las cuentas a Ángel Víctor Torres en Canarias ni a Francina Armengol en Baleares. En Aragón las posibilidades de Lambán, que habría necesitado a los mismos cuatro partidos que hace cuatro años más Aragón existe, se desintegraron. Como las de Concha Andreu en La Rioja.

Nadie esperaba gran cosa en la comunidad de Madrid porque lleva años siendo para el PSOE un agujero negro. En 2019, con Ángel Gabilondo como candidato, los socialistas consiguieron convertirse en la primera fuerza pero la entonces desconocida Isabel Díaz Ayuso logro un acuerdo de Gobierno con Ciudadanos y el apoyo externo de Vox que dos años después convirtió en una mayoría holgada. La lucha este 28-M era solo por ser segunda fuerza y lograr superar a Más Madrid. Y Juan Lobato, aun por pocos votos, no lo consiguió.

Tampoco en locales los socialistas pudieron encontrar consuelo. En la ciudad de Madrid, con la exminitra de Industria Reyes Maroto como cabeza de cartel, pasaron del cuarto al tercer puesto; magro logro. El objetivo prioritario era retener la ciudad de Sevilla, la única de las cinco principales capitales de provincia en la que consiguió gobernar en 2019, e incorporar otras plazas como Barcelona, Zaragoza, Vitoria, Valencia o Málaga. La ciudad condal estuvo cerca, pero cayó del lado de Trias y también el resto de apuestas resultaron fallidas. Además, se han perdido otras capitales como Valladolid o Toledo.

Lo que ocurriera en Andalucía era especialmente relevantes para el PSOE. Los socialistas aspiraban a demostrar que la histórica mayoría absoluta de Juanma Moreno hace casi un año en un feudo inexpugnable para los populares durante casi cuarenta años ya estaba empezando a hacer aguas. Pero de las cuatro ciudades en las que aún gobernaba (Sevilla, Jaén, Granada y Huelva, que estuvo en el centro de la campaña durante varios días a cuenta del plan de regadío para Doñana del PP y Vox) solo podría mantenerse en Jaén con el apoyo de Merece más, con el que también cuentan los populares.