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Miles de granadinos han cogido el volante por primera vez en la casa de Jesús Molina, que no es otra que Autoescuela Molina. Esta empresa ... es referente y toda una institución en Granada. Cuenta con veinte sedes en tierras granadinas, ocho en Málaga y una en Alcalá la Real (Jaén). Es muy difícil que haya algún granadino que no haya visto el letrero con el amarillo y negro de esta empresa que lleva cuarenta años creciendo y abriendo nuevos locales. Y habrá pocos granadinos y visitantes que no se hayan fijado en el centro de formación en la entrada norte de la capital.
Más de 140 personas trabajan en esta red de centros que en 2024 cumplió cuarenta años. Tras años de dura labor enseñando a conducir, Jesús, con mucho esfuerzo, compró su primer local, en la década de los ochenta, para iniciar una empresa que ahora se está preparando para dar el paso de crear una franquicia. Para que lo que tanto le ha costado quede gestionado por su gente, los profesores que trabajan en ella. Se hará con una serie de normas y pautas que vigilarán que los alumnos/clientes «reciban el mejor servicio posible». Jesús no quiere que Autoescuelas Molina pierda ese sello de calidad humana. Tiene descendientes, pero no han seguido los pasos de su progenitor. «Ellos son funcionarios», cuenta. Su empeño es que la marca Autoescuelas Molina siga viva y gestionada con su misma filosofía. Ha sido y sigue siendo su pasión.
Antes de que en el otoño de 1984 Jesús pusiera en marcha su propio negocio, había trabajado como profesor enseñando las artes de la conducción varios años en otras autoescuelas. En alguna las clases eran para él y la matrícula era para el dueño del negocio. Hubo muchas situaciones y fundamentalmente mucho esfuerzo y sacrificio. En septiembre de 1984 abrió su primera autoescuela en la avenida de Pulianas. ¿Por qué lo hizo allí? «Porque era más barato ya que era zona inundable», cuenta. Le costó 900.000 pesetas. Era un bajo y con esto tiene que ver el color elegido en sus rótulos y coches. «Me dijeron que era lo que más se veía y por eso los elegimos, el amarillo y el negro», rememora.
Autoescuelas Molina puede presumir de ofrecer a sus alumnos y alumnas a manejar y lo hace con cercanía y un buen trato en lo humano. Jesús Molina destaca que es la única que ofrece a sus alumnos la posibilidad de acceder a todos los permisos de conducir. Sus instalaciones, circuitos y coches han evolucionado en cada momento para adaptarse al mercado. Cuenta con vehículos de última generación. «Todo lo que he ganado lo he invertido en la autoescuela», subraya. Aclara que no ha invertido en negocios de otros sectores. Apostilla que en las autoescuelas tiene BMW, Hyundai y «mi coche es un Renault Megane sencillo». Siempre ha estado a la vanguardia, según incide, y ha incorporado las últimas tecnologías.
«Siempre he estado muy pendiente de la innovación», explica mientras recuerda que en verano viajaba a diferentes países de Europa para incorporar nuevas técnicas y avances a su negocio. Francia o Inglaterra fueron algunos de los países en los que se fijó. Rememora que los comienzos fueron «muy duros» y que trabajó «muchas, muchas, muchas (lo repite varias veces) horas». Fue complicado, pero han sido décadas de avances y satisfacción porque estaba desarrollando lo que ha sido y es su pasión.
La historia de Jesús Molina con el arte de la conducción, educación vial y los coches se remonta a sus primeros años de vida. Con solo diez años se compró un libro de teoría. Y con solo trece años, a escondidas, sin decírselo a su padre, pagó su primera clase de coche a un profesor de autoescuela. Más que los coches, su pasión ha sido la enseñanza de la conducción, la educación vial. «Mi trabajo no ha sido un trabajo, ha sido mi vocación», asegura. En Íllora, su pueblo, recuerda cómo, con muy pocos años, llevaba el motocarro de su padre. Su progenitor tenía una tienda. Lo hacía en desplazamientos muy cortos. A pie o como fuera, también vendía en la calle tomates y pimientos.
Jesús Molina define las autoescuelas como «imprescindibles», la misma palabra que utiliza para defender la necesidad de la formación y educación vial. Para él los permisos de conducción facilitan a la persona «libertad» en todas las facetas de su vida, tanto personal como laboral. «Es muy importante no depender de nadie», resalta. A su juicio, es importante que el carné de conducir se saque a los dieciocho años para «poder disfrutar toda la vida». «Da una libertad impresionante», insiste. En caso de no dar ese paso cuando está autorizado legalmente, siempre puede ser buen momento, aunque sea con más años.
Comenta algún caso que ha conocido, como el de una médica que se lo sacó con más de 50 años para poder ir a su puesto de trabajo a un pueblo. Son muchas historias y muchos granadinos y no granadinos que obtuvieron su carné de conducir en la empresa y, en este caso también, casa de Jesús Molina. Autoescuelas Molina seguirá formando parte del paisaje y paisanaje de Granada. Con esa veintena de locales y los doscientos vehículos (desde motos a camiones) que pueden identificarse a primera vista. Y los que puedan llegar.
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