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Andrés Iniesta durante el Mundial de Rusia. EFE

El jugador perfecto

Cartas desde China ·

El juego no tiene facetas, las facetas son caras de un poliedro inventado a conveniencia y que descarta la redonda

KEVIN VIDAÑA

CHINA

Jueves, 26 de septiembre 2019, 01:50

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Elias Canetti, pensador búlgaro, dijo que «nadie sabe lo que es bueno, sólo se sabe lo que sería mejor». En fútbol, donde los entrenadores buscamos ... que el jugador llegue al concepto que tenemos de perfección, se propulsan virtudes desde lo imperfecto. Son las taras y tachas las que suelen hacer buenos a los jugadores. Cuando Cruyff jugaba en las calles de Ámsterdam, con su metro y medio de altura y su saco de huesos de 50 kilos, no tenía más remedio que ingeniárselas a través de la habilidad y la destreza, la picardía y la inteligencia futbolística, para evitar la castaña contra el asfalto y el choque contra otros más altos, más fuertes y más veloces. Que Iniesta no sea bueno de cabeza estimula que sea bueno con la cabeza; en La Masía no perdieron tiempo en artificios y permitieron el desarrollo de sus cualidades naturales sin empeñarse en mejorar esta faceta del juego que el manchego nunca trajo consigo. El juego no tiene facetas, las facetas son caras de un poliedro inventado a conveniencia y que descarta la redonda. Los jugadores son perfectos aunque no chuten con la izquierda ni levanten la cabeza al conducir; que Messi mejore su pierna derecha no asegura que su intervención perceptivo-decisional sea mejor. Que Messi mida cuatro centímetros más por las hormonas de crecimiento no asegura que su remate de cabeza vaya a ser más efectivo. Diego Capel nunca levantaba la cabeza pero siempre sabía dónde se ubicaban sus compañeros; no necesitaba correr como dice la lógica para saberse rentable en un juego ilógico y realmente complejo. El jugador perfecto no necesita ser guapo ni medir 1,90 cm, ni abdomen marcado ni piernas musculosas. No necesita ser experto en balón parado ni golpear con las dos piernas, bajar frigoríficos con el pecho ni regatear a todos los rivales. No necesita correr mucha distancia en poco tiempo ni saltar hasta las nubes. El jugador perfecto necesita, como mucho, dos cosas: controlar y pasar. Es decir, pensar.

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