Riqui Puig
Cartas desde China ·
Representa el fútbol bien jugado, aquel que obedece a las normativas impuestas y da suma importancia al balón, a pasarse el balón, a ubicarse en función del balón y de las dimensionesKEVIN VIDAÑA
CHINA
Viernes, 10 de enero 2020, 01:32
El fútbol de Riqui Puig está a la altura del azar. Su dominio de la pelota, su velocidad de transmisión del impulso y su ... fisonomía preparada para eludir riesgos y transitar espacios impracticables para la mayoría, hacen del jugador del FC Barcelona B un aliado fiable de la diosa Fortuna. Su fútbol neuronal aumenta las probabilidades de ganar. Hablamos de un axioma matemático, de una evidencia irrefutable que no necesita pruebas tangibles. Su endeble físico campea por los campos de fútbol poniendo en evidencia a los que pretenden hacer ciencia precisa del juego. No hay drones ni aparatos GPS que puedan controlar o modificar su toma de decisiones, no hay chalecos lastrados que aseguren números más rentables.
El jugador de cabeza erguida, sensación de fragilidad en el trote y movimientos rápidos en espacios cortos, solo necesita socios que hablen su mismo idioma, amigos con los que compartir su sentimiento. Ácido desoxirribonucleico correspondido. Instrucciones genéticas que estableció Cruyff, perseveró Rijkaard y propulsó Guardiola en Can Barça, que deberían mantenerse hasta el final de los tiempos.
Con caracteres hereditarios de Xavi Hernández y Andrés Iniesta, Riqui Puig representa el fútbol bien jugado, aquel que obedece a las normativas impuestas y da suma importancia al balón, a pasarse el balón, a ubicarse en función del balón y de las dimensiones y distintos elementos del terreno de juego. Sus zonas calientes de intervención lo sitúan en 3/4 partes de campo, aunque interactúa sin posición fija de acuerdo a las leyes vivas de la naturaleza, haciendo honor a aquella ocurrencia de Menotti cuando le preguntaron de qué jugaba Rivaldo: «Juega de él mismo».
Es '10' asistiendo, es '8' ubicando y es '6' distribuyendo. En un contexto excepcional podría ser el número que quisiera, si los responsables de hacerlo jugar entendieran que a los jugadores no se les puede encorsetar, que bastan explicaciones para que se desvanezca la magia. El Barça lo tiene fácil, solo necesita mirarse al espejo a través de este fenómeno vidrioso hecho de un material duro y frágil, transparente, que se hace fundiendo elementos entre sí.
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