«El casco me salvó la vida»
CAÍDA BRUTAL ·
La marchadora internacional Ainhoa Pinedo, ahora reconvertida al duatlón, sufre un grave percance en competición el domingo en Punta UmbríaAinhoa Pinedo nació en Madrid hace 39 años, se crió en Algeciras, creció en Granada y volvió a nacer por segunda vez el pasado domingo ... en un hospital de Huelva. Una brutal caída mientras competía sobre bicicleta en el Campeonato de Andalucía de duatlón en Punta Umbría le habría costado la vida de no ser por el casco. «Se partió, pero no le quedó más que una rajita. Sin él, podría haberme matado o quedado en silla de ruedas», cavila ya desde su casa en Granada tras recibir el alta el miércoles. El golpe contra el asfalto sí le hizo una brecha de la que empezó a manar la sangre hasta hacerle perder la consciencia. «Me desperté en el hospital, en la clínica Los Naranjos, con muchos huesos rotos. No recordaba lo que había pasado ni cosas tan sencillas como dónde vivo. Tardé dos horas en recuperar la memoria», cuenta.
La veterana marchadora internacional se ha reconvertido al duatlón, con el que ha recuperado la ilusión por el deporte, al alejarse de la disciplina que ha practicado toda su vida por una grave lesión en la cadera. Jamás imaginó que una de sus primeras carreras con el club de triatlón Al-Fanadic de Posadas (Córdoba) acabaría con ella en el hospital con un traumatismo craneoencefálico, un esguince cervical, la clavícula y la espátula rotas y llena de hematomas desde el cuello a la cadera y las piernas. Tras someterse a una exploración por TAC, le intervinieron para introducirle una placa con siete clavos en la clavícula. «El hueso estaba destrozado, era un pequeño puzle. Casi me traspasa la piel. Fue una buena cirugía», suspira ahora, más aliviada tras el 'shock', «aún bastante dolorida aunque con ánimo ante la recuperación».
Acciones legales
Ainhoa Pinedo recuerda perfectamente cómo se produjo la caída, una vez recuperó la memoria, y tiene clarísimo que no fue accidental. «Iba sola en carrera y me uní a un grupo de tres chicas para refugiarme del viento en contra. Me pidieron a gritos que hiciese el relevo al frente pero contesté que estaba muy cansada, así que empezaron a aumentar el ritmo. Aguanté y las seguí porque quedarme sola de nuevo habría sido muy duro, hasta que frenaron y, al hacer un giro para no chocarme, volé. Y ya no recuerdo más», relata la deportista, quien advierte que tomará «acciones legales».
«Sé que no fue una caída accidental sino provocada», sostiene Ainhoa Pinedo. «Vengo del deporte profesional al más alto nivel y jamás había vivido algo así; no es lo que me enseñaron. He competido en Campeonatos del Mundo y siempre ofrecí agua a mis compañeras si las veía mal. Ver estas actitudes en niñas de veinte años me parte el corazón, porque yo además me dedico a la enseñanza. Son comportamientos que en ese deporte se suelen dejar pasar y no se debería. Yo no me caí sola», subraya.
«Estoy viva gracias al casco. Hasta que no te salva la vida a ti, no eres capaz de valorar su importancia». «Nunca antes me había caído, solo había visto algo así por televisión. El casco es un salvavidas, ya no solo para entrenar o competir, sino en cualquier medio, tanto para quienes van en moto como para quienes van en patines. Debe ir con nosotros», recalca Ainhoa Pinedo.
No cree que esta caída le provoque miedo a la bicicleta por las circunstancias en las que se produjo. «Me ha dado mucha libertad desde que la descubrí el año pasado. Me dio una nueva visión del deporte. Ya le estaba cogiendo el truco, aficionándome al duatlón. Tengo ganas de recuperarme, entrenar y competir», sostiene Ainhoa Pinedo. «A ratos tengo tanto ánimo que me pondría a subir escaleras, pero aún sufro muchos mareos. Espero volver a hacer algo la semana que viene ya», comparte.
Ahora se ampara a su nuevo «ángel de la guardia»: el fisioterapeuta granadino Víctor Martín, que fue olímpico como nadador. «Va a ser el encargado de recuperarme. Le he pedido por favor que lo consiga porque quiero seguir compitiendo», expone ilusionada y agradecida al seguro de la Federación Española de Triatlón y a la intervención del doctor Juan de Dios Beas. «Ha sido todo muy rápido, y no siempre es posible», recalca.
Ni se le pasa por la cabeza tirar la toalla pese a los golpes que se está llevando del deporte. «Vengo de una lesión de cadera que me tiene apartada del máximo nivel en la marcha y el duatlón me estaba devolviendo la vida al competir, porque lo necesito. Es lo que me gusta: tener objetivos en mente para mantenerme activa. Me estaba aportando muchísimo tanto para mi vuelta a la marcha como por mi equipo, el Al-Fanadic de Posadas, que me había devuelto la ilusión en el deporte, algo que había perdido poco a poco«, reconoce. »Venía sintiéndome una más, sin ningún tipo de presión, sin jugarme medallas ni becas, con compañerismo«, se congratula. Un placer que quiere volver a sentir.
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