Rui Silva y Soldado catapultan al Granada

Viajan los rojiblancos a Budapest, pues el duelo se disputará en la capital húngara por las restricciones de Noruega en cuanto a la entrada en su territorio nacional ante la pandemia de la covid-19, con las bajas de Foulquier y Luis Suárez. Dos ausencias sensibles pero que dado el nivel de ocupación de la enfermería nazarí hace unas semanas ya incluso parecen poca cosa. Hasta 27 futbolistas desplaza Martínez a la ciudad magiar, algo que ya hizo en la vuelta de dieciseisavos frente al Nápoles y que da buena muestra de la importancia que en el club conceden a disfrutar de la histórica experiencia en la Europa League.

Recupera el Granada a Yangel Herrera, Montoro y Germán, sancionados en la ida, y amenaza a su rival con la pólvora y la experiencia de Jorge Molina y Soldado, ejecutores en la ciudad de la Alhambra y garantía para ese gol que prácticamente garantizaría el pase a cuartos. Mientras, el Molde, que demostró sus carencias técnicas en Los Cármenes, tiene la baja del centrocampista Ellingsen, expulsado en la ida. Más allá de la calidad de su plantilla, el equipo nórdico acusó en tierras andaluzas el hecho de estar inmerso en plena pretemporada, precisamente en España, cuando llega el tramo decisivo de las competiciones europeas. Cosas del duro clima noruego.

Una portentosa actuación de Rui Silva y el dardo afilado de Roberto Soldado catapultaron al Granada hasta otra dimensión desconocida. La derrota, como en Nápoles, tuvo el regusto dulce por la ventaja de 2-0 en la ida. El fuego amigo de Jesús Vallejo había laminado parte del colchón rojiblanco en la primera parte, tras lo que llegaron dudas y muchos paradones de su portero. No cedió el Molde, pudo equilibrar varias veces el cruce, pero el remate de Soldado, uno de los generales nazaríes y revolucionario en la segunda mitad, alejó las preocupaciones y posibilitó un tramo final más relajado. Una pena máxima convertida por los noruegos dejó a estos victoriosos pero eliminados.

Todo lo asequible para otros se convierte en antológico para el Granada, flamante equipo de cuartos de la Europa League en la primera participación de su historia en una competición de ámbito continental. Con esfuerzo no exento de angustia ha conseguido superar infinidad de peajes para ingresar por méritos propios en un club de prestigio, rodeado de posibles rivales aristocráticos.

Pero el Granada necesita aliñar su destino con gotas de sufrimiento, a veces con garrafas enteras, al borde de la intoxicación. El Molde, equipo de buenas intenciones pero sin aparente colmillo, se adelantó de la única manera que parecía factible: con un autogol rojiblanco. Fue Vallejo, el que había resuelto la ecuación defensiva como lateral diestro, quien contribuyó al desaguisado en una colada de Andersen que trató de volear fuera desde el área pequeña. El maño pareció descoyuntarse ante el despeje y golpeó al aire. El balón le acabó rebotando en la rodilla izquierda y circuló hasta la red, dejando a Rui Silva patidifuso.

Hasta entonces, el encuentro discurría sobre todo en terreno de los noruegos, con un impulsivo Kenedy, libre para sacar toda suerte de regates, pero con menos catálogo en la toma de decisiones final. Tuvo a Linde tras salir de la gatera pero le perdonó la vida. El Molde, mientras, inclinaba su ataque hacia el lado de Vallejo, cuyos nervios fueron en aumento, pero el dominio seguía siendo nazarí.

El tanto en propia puerta dejó atolondrados a los rojiblancos y estuvo a punto de exprimirlo el Molde en un córner protegido con extraña candidez por el Granada, que permitió un tiro a bocajarro de Hestad ante Rui Silva. Kenedy lo volvió a intentar, tratando de emular su espectacular diana de Villarreal, y luego Gonalons en un saque de esquina en el que metió el flequillo. Faltaba potencia, alguna marcha más, pero la caja de cambios seguía atascada.

El sistema protector de los nazaríes parecía superado por momentos, aunque Rui Silva seguía al margen de cualquier zozobra. Soldado sustituyó a Molina y Fofana a Sigurdarsson. El costamarfileño también desafió a la zaga enemiga en una internada con un rebote afortunado que tuvo que abortar Rui Silva, más iluminado que su indumentaria amarillo fosforito.

Linde, sin grandes advertencias hasta entonces, se lanzó a evitar una llamarada de Herrera al enganchar un envío botado por Montoro. Fue como el sonido del gong para el Granada, el despertar definitivo. Tras un córner, Vallejo, que cerraba, despejó sin muchas contemplaciones hacia arriba, pero la pelota le llovió a Herrera, que de repente solo vio la coronilla de Soldado. Diego Martínez ya pudo retirar tropas malheridas y el Molde al final se llevó el triunfo con un penalti cometido con torpeza por Eteki, que chutó Hestad. Kenedy buscó en el alargue la dedicatoria por su reciente paternidad, pero el larguero le privó del jolgorio.

Llegan los cuartos, la vieja frontera de la selección española antes de los tiempos de gloria. Cuartos es sinónimo de dinero y también hay de eso en liza para la economía del Granada, pero sobre todo hay una reputación que extender por cualquier confín. Este equipo, aunque temblara algo esta vez, dignifica su escudo, compensando con entrega lo que no alcanza con ese talento que se adquiere a golpe de talonario. Ahora se ha ganado aguardar a una primavera inesperada, puede que mágica. Toque quien toque en suerte, su oponente tendrá motivos de preocupación. Hay aspectos que no se compran con la cartera y en ellos el Granada tiene crédito ilimitado. Al portero se lo lleva el Betis, pero aún puede disfrutarlo un poco más.