El Barça alcanza las semifinales con susto

No estaba el Real Madrid ni era el Santiago Bernabéu, pero pocas veces el manual de las remontadas fue tan seguido al pie de la letra. Y es que el Dortmund hizo todo lo que debía para que al Barça le temblaran las piernas. Llenó el Muro Amarillo hasta la bandera, puso toda la intensidad posible y castigó a un rival irreconocible sin su brújula. Fue así porque Flick dio descanso a Pedri y su equipo se desnortó ante una avalancha en la que a los azulgranas le faltaron argumentos para contrarrestar la energía de los de Niko Kovac.

El Barça capeó el temporal como pudo, pero pronto se iba a encontrar con sobresaltos. El Dortmund no presionó arriba, sino que esperó y aprovechó los robos para lanzar ataques relámpago con los que poner en jaque la adelantada defensa azulgrana. Así llegaron dos desajustes culés, sendos disparos de Beier y Svensson, y un penalti de Szczesny sobre Gross que era la consecuencia de un inicio errático del Barça. Guirassy, a lo Panenka, inauguró el marcador y dio el pistoletazo de salida a una remontada con la que soñaba todo Westfalia, pero que no se iba a dar.

Y es que el gol fue, paradójicamente, el detonante para frenar la avalancha. El Barça se refugió en la pelota, obligó al Dortmund a dar un paso adelante para poder robar el balón y aparecieron los espacios para que Raphinha, el más activo, amenazara la portería de Kobel. Fue un escenario en el que los de Flick podían dar el golpe a la eliminatoria, pero en el que también dejaban la puerta abierta a un rival que no se podía permitir especular. Así, Adeyemi puso a los azulgranas en un nuevo apuro antes del descanso con una ocasión a la carrera que desbarató Szczesny. Fue un aviso para un Barça que seguía con tres goles de ventaja, pero que se iba a vestuarios siendo un espejismo del equipo de la ida.

Tras la reanudación, el Barça tropezó con la misma piedra. El Dortmund metió el partido otra vez en la centrifugadora y los culés acabaron calados hasta los huesos. Avisaron Adeyemi y Gross con sendos disparos que despejó Szczesny, que poco pudo hacer en la tercera intentona después de que Guirassy culminara una acción a balón parado con un testarazo. El Barça por primera vez veía el abismo y tenía la sensación de que estaba más cerca que nunca. Era un momento clave y apareció la fortuna, quién sabe, si del campeón. Bensenbaini desvió a su propia portería un centro envenenado de Fermín y puso punto y seguido al sufrimiento de un equipo, el del Flick, que recuperaba el pulso.

O eso parecía. No era el día del Barça y de poco iba a servir incluso que Flick realizara ajustes. Entraron Pedri y Eric García para ganar frescura en la medular y acompañar a De Jong, pero ni por esas los culés retomaron el control de un partido que se jugaba con el alto voltaje que insuflaba una grada incansable y que todavía iba a recibir más gasolina con el tercer tanto de Guirassy. El punta guineano se encontró un mal despeje de Araujo para poner aún más emoción a una recta final en la que el Barça aguantó en pie, pero no sin llevarse un buen susto.