La resurrección de Nuria Párrizas
Tras un año y medio de parón por las dificultades económicas y emocionales a las que le llevó su deporte, la granadina volvió al tenis y ha alcanzadoel mejor ranking de su historia
Carolina Palma
Jueves, 7 de noviembre 2019, 01:17
Nuria Párrizas nació para ser una de las mejores tenistas de España. Tenía el físico y la electricidad características de todos aquellos niños que, ... desde que se aferran a su primera raqueta, no dejan de meter bolas en la pista. La manera en la que se introdujo al deporte que pasaría a ser la base de su vida fue casi afortunada.
«Gracias a mi yaya, que le encantaba ver partidos de tenis en televisión y le insistió a mi madre para que me apuntara», recuerda la mayor de los hermanos Párrizas. En aquel entonces ella tenía ya once años, una edad que casi se considera tardía para que un niño se introduzca en un deporte con el fin de hacerse profesional. Sin embargo, para ella la edad nunca fue un impedimento.
Al poco tiempo de comenzar, su talento fue tan obvio que su entrenador no tardó en comenzar a formarla de manera individual. «Desde los doce años ya entrenaba sola, de dos a tres horas diarias, de lunes a domingo», recuerda. Así estuvo durante tres años más, ganando también cada torneo provincial, regional y nacional al que se presentara. A los quince ya decidió que su vida sería el tenis y poco después recibió la llamada de la Federación Andaluza confirmando su vocación y anhelo.
Entonces, siendo aún tan jovencita, se mudó a Sevilla y se independizó del núcleo familiar, viviendo en solitario y entrenando durante seis horas diarias duramente frente a la red andaluza, hasta que Sevilla se le quedó chica y voló hasta Barcelona, donde pasó a entrenar con algunos de los mejores jugadores del momento en España. El problema es que la vida de un tenista de élite es algo muy costoso y, aunque a Nuria la acompañaban sus indudables tesón y talento, el bolsillo le jugó malas pasadas más de una vez.
«Contaba con la única ayuda económica de mi madre y, aunque ella me daba todo lo que tenía, no era suficiente como para costearme tantos viajes –llegaban a ser hasta tres torneos internacionales al mes–», afirma. Era una época difícil económica y emocionalmente para Nuria, que además se encontraba siempre sola ante la presión del tenis profesional. Aguantó un año y medio en Barcelona antes de tener que volver a casa y, una vez en Granada, el conjunto de cosas que estaba viviendo acabó por poder con ella aunque, a pesar de todo, supo colocarse como la 280 entre las mejores del mundo.
Un año de barbecho
La gota que colmó su vaso fue una lesión en el hombro, cuya cura los médicos nunca supieron hallar. Nuria había llegado a su límite y, a sus 24 años, tras más de una década escalando puestos hasta lo más alto del mundo, decidió abandonar su sueño. «Lo di por perdido y lo pasé muy mal. Hacía mi vida, pero, sinceramente, no era feliz», añade. Pasó un año y medio estudiando y trabajando, en el que lo único que la seguía vinculando al tenis eran las horas que pasaba entrenando a uno de sus amigos. Poco sabía la jugadora granadina entonces que, a ese año de barbecho, le seguirían jornadas de gran cosecha.
«Ven y me ves competir», fueron las palabras que su pupilo le dijo, justo antes de salir para un torneo en Segovia al que este se presentaría. «Y de camino, juegas tú», le acabó por soltar, y así también la convenció para volver. «Fui por probar y llegué hasta la final. Pensaba que no ganaría ni un partido después de un año parada y, a partir de ahí, decidí volver a los nacionales para sacarme un dinero», recuerda Nuria. A aquellos nacionales le siguieron dos torneos internacionales que la tenista granadina acabó ganando. De no tener siquiera ranking entre los mejores del mundo, llegó a ser la número 600, y a dicha marca le acompañaron las ganas de volver. Ahora, tras dos temporadas de vuelta, Nuria ha mejorado su estrategia y cuenta con un mayor apoyo emocional y económico, ya no solo por parte de su incondicional acompañante, su madre, sino también de su equipo técnico y de su psicólogo, a quienes agradece haber llegado donde está.
Nuria Párrizas, que casi abandona las pistas por siempre, es ahora una de las mejores de España y juega con el mejor ranking de su historia, en el puesto 202 del mundo.
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