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«Cuando me subo a la tabla y navego todo se desvanece»
Ruth Mancilla probó el kitesurf intentando ser una inspiración para su hijo tras la muerte de su marido y en el mar encontró la paz que buscaba
carolina palma
GRANADA
Jueves, 12 de septiembre 2019, 12:58
«Fue una muerte repentina, se fue a trabajar y no volvió más», recuerda Ruth Mancilla, que perdió a su marido cuando su hijo ... tenía tan sólo seis meses. Desde entonces afirma haber padecido ansiedad y depresión constantes que no supo curar con nada. Pero su malestar personal, a fin de cuentas, no le preocupaba lo suficiente. Lo más importante para ella era su hijo Marcos. Por él era capaz de mover cielo y tierra. «Intenté ser para Marcos una madre y un padre a la vez, que no sintiera ninguna falta. Quise servirle de inspiración y referente», y se desvivió por conseguirlo. La peluquera motrileña afincada en Granada desde hacía ya bastante tiempo volvió a su pueblo natal para que su hijo pudiera criarse con su familia, y rehízo su vida por completo intentando mejorar en lo posible la de su pequeño.
Al mismo también pretendió introducirlo en el mundo del deporte, sabiendo lo beneficioso que podía resultar el mismo en la calidad de vida del menor, y probó con todo tipo de disciplinas sin alcanzar éxito alguno. «A Marcos no le interesaban, ninguno le llamaba la atención». Ruth entonces jugó su última carta con el kitesurf, un deporte que encontraba profundamente atractivo y que podría interesarle a su pequeño, que ya contaba con 15 años. Así fue como, intentando hallar la solución para su hijo, se topó con la propia. Ruth era verdaderamente la que necesitaba esa salida más que nadie, pero su amor y desvivir por Marcos no le permitían ver cuán importante era encontrar ese refugio que andaba buscando desde hacía ya muchos años, y que solo halló en el vaivén de las olas.
«Le pagué un curso de kitesurf que casi ni probó y, como era un deporte que a mí me llamaba la atención desde hacía ya muchos años, aproveché y lo hice yo», recuerda Ruth, que contaba ya con 35 años. Fue entonces cuando la motrileña se adentró en el mundo de la cometa y descubrió el escape para todo aquello que la afligía desde la pérdida de su marido. «Desde que él murió, sufría ataques de ansiedad y depresión que no lograba calmar con nada, no podía ni levantarme de la cama. Pero en el mar encontré al fin la paz que andaba buscando. Ni tratamientos, ni psicólogos, ni pastillas, ni nada, sólo el mar. Cada vez que me subo a la tabla y empiezo a navegar, todo se desvanece. En el mar desconecto totalmente y siento paz, y el kite me proporciona el valor de la superación», afirma agradecida quien encontró entre las olas la calma y fuerza que tanto ansiaba. «Para todo mal, el mar; y para todo bien, también», apoya el refrán.
Desde que comenzó con el kitesurf hace ya tres años, la motrileña ha conseguido navegar por casi todas las playas de España: «Sólo me faltan las del Levante: Murcia y Valencia». Además, cada dos años intenta escaparse a Brasil y continúa creciendo en el deporte que tanta vida le ha dado en las playas y lagunas del país americano. Vive en el agua y entrena cada día para poder introducirse tan pronto como pueda en el mundo de la competición. Ahora, ya convertida en un referente para el joven Marcos, sueña con pasar el resto de sus días navegando sobre las olas y llegar a la vejez sobre una tabla. «Así es como quiero imaginarme siempre». En el agua encuentra una explanada infinita sobre la que superarse sin ningún límite más que los que ella misma quiera imponerse, algo que construye en su autoestima y valor propios.
«El kite necesita más chicas»
A pesar de lo que uno pudiera llegar a pensar sobre este deporte, Ruth afirma que fue muy complicado introducirse en el mismo siendo una mujer. «Al principio algunos surfistas me miraban y hacían apuestas sobre cuánto tiempo duraría sobre la tabla», declara. «Fue duro porque estaba sola en un mundo de hombres y eso, visto desde afuera, siempre impresiona», aclara la que sigue siendo «casi la única» en su club, el AWA Watersports de Motril que, a pesar de tener mayoría masculina, la ha apoyado en todo momento desde sus comienzos sobre la tabla. «No me sentí por parte de ellos desplazada en ningún momento, al contrario, si no fuera por mis compañeros, no seguiría estando aquí. Ellos me pican, animan y aconsejan para que siga mejorando, y con ellos alrededor siempre me he sentido muy protegida y valorada, aun cuando no sabía nada», afirma.
Ruth, ahora que ya se encuentra segura entre las olas, anima a todas las mujeres a probar este deporte, pues «el kite necesita más chicas». Cree que el problema principal que pueden llegar a tener es el miedo: «Pero no hay por qué tenerlo: si yo puedo hacerlo cualquiera es capaz también, tenemos las mismas capacidades que cualquier otro hombre».
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