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Versos asomados a la reja

Versos asomados a la reja

El recuerdo de Miguel Hernández marcó anoche en La Zubia la segunda sesión del ciclo 'Poesía en El Laurel'

EDUARDO TÉBAR

LA ZUBIA

Miércoles, 9 de agosto 2017, 01:22

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«Para la libertad, sangro, lucho, pervivo», cantaba Serrat en 1972. Eran versos redentores de Miguel Hernández, a quien Enrique Morente trasladó al flamenco un año antes. Qué mejor forma de titular una velada poética con unos invitados pasmosos: los presos que le dan al boli y a la metáfora en el Centro Penitenciario de Albolote. Anoche sonaron sus composiciones como quien airea sus vergüenzas en público. Poemas de amor, anhelo, fragilidad y quebranto. Poesía fraguada en el lugar más hostil para la literatura. Donde no hay paisaje al que mirar. «Decidme cómo es un árbol», escribió el desaparecido Marcos Ana, el recluso bardo más longevo de España.

Tienen nombre y una historia que contar. Jorge, Óscar, Tamara, Rodrigo, Nieves. O Fernando, que con un estilo puramente 'morentino' interpretaba 'Para la libertad' en el arranque, a través de la megafonía. O 'Desde mi celda', de Luis, otra voz sin rostro. «Encerrados en una celda damos alas a nuestra alma; será por eso que a los presos nos gusta escribir». Es el sentir de los privados de libertad, que comentaba Andrés Calamaro. La responsable de actividades culturales de la cárcel de Albolote, Mercedes López, recordó un hecho: allí actuó la Banda Municipal de La Zubia. Y reivindicó la labor de la Asociación Entrelibros.

'Para la libertad', imploraba el rótulo de la segunda sesión del ciclo 'Poesía en el Laurel' de La Zubia, que cumple su decimocuarta edición. Ni una butaca vacía en los jardines del convento San Luis El Real. Un enclave que ayudaba a entrar en materia. Cuentan que Isabel La Católica se escondió de un ataque musulmán en sus alrededores mientras encomendaba sus rezos a San Luis. En La Zubia, un cello llorón recibía a los visitantes mientras el sol se ponía en la Vega granadina. Sonó incluso una cinematográfica adaptación de Coldplay. Y todo mientras una parte del mundo andaba hipnotizada por el reencuentro de Mourinho con el Real Madrid. «Vamos a instrumentalizar la palabra libertad», se advertía en la introducción del evento, impulsado por el Ayuntamiento. «Por aquí han pasado Aute, Moustaki, Antonio Gala o Marina Heredia», rememoraba ante la audiencia el presentador, Pedro López.

Camisetas con proverbios

Muchos curiosearon la exposición de camisetas con los proverbios del proyecto Free From Chains, que integra las creaciones de presos en Italia. La idea corresponde al director de 'Poesía en el Laurel', el multipremiado poeta Pedro Enríquez. «Hay silencio aquí, a pesar de los aviones que vuelan cerca rompiendo los límites de la noche», manifiesta Aurelio Iannotta. «Lejana es la luz, el momento oscuro en mí la oscurece», sigue Devis Di Furia. «Ti vedo arrivare mentre mi biancheggi incontro», reza en el idioma transalpino Giuseeppe Viti.

También resultó emocionante escuchar al zubiense José Rienda Polo. Miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada, doctor en Filología Hispánica y profesor del departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la UGR, este filósofo del negro sobre blanco, ensayista de la paz del fracaso, llenó de exquisitez el vergel, donde ya corría es fresquito. Rienda, ya próximo a la cincuentena -la dulce madurez del escritor- declama con voz profunda y pausada. En sus inicios homenajeó a Javier Egea y anunciaba un nuevo romanticismo. Su obra mira hacia el bosque y el azul del mar. Y busca el pecio de la verdad: la cuna del poema. «Vengo a reescribir lo escrito», dijo. «Cuando los temas se ciñen por la cintura nos revelan cosas», sugirió. Con el homenaje a Miguel Hernández como hilo conductor, el autor habló de las tres heridas capitales: la de la vida, la del amor y la de la muerte. Ahí queda eso.

Como contraste, la trotamundos Carolina Burgos se desnudó de manera sinestésica. Natural de Bogotá y perpetua viajera, su producción aparece en muchas antologías de Latinoamérica. Traducida a cuatro idiomas, su propuesta no admitió restricciones métricas. Su verso fluyó lento, sin alharacas. Con un lenguaje llano, deliberó sobre las puñetas diarias. Que si la wifi, que si el Excel. Todo con imágenes seductoras y un ritmo envolvente. No dejó títere íntegro. Tuvo para Apple y para la música gringa que colonializa el centro de París. «Una escribe para ser libre, para encontrarse con el ritmo de las sílabas, con silencios de premura ante la omisión», reflexionó. «Y a pesar del vértigo, la caída es inminente. Escribes para no morir. Basta con el poema puro, soberano». Carolina tentó al óyete: «Esa ciudad que recorres se parece a ti, llena de soberbias expectativas. He festejado con vino la libertad y la vida». ¿Su broche? Un poema erótico, demoledor, dedicado a las mujeres presentes que quieren sentirse deseadas ('Roja').

Intimidad y penumbra

La noche acabó con música, como manda el canon de 'Poesía en El Laurel'. La valenciana -aunque granadina de adopción y crianza- Rosa Lazar se adaptó a la situación. Intimidad y penumbra. Arropada por el piano de José Luis Lopretti y el contrabajo de Miguel Ángel Pimentel, la vocalista de melena rubia deslumbró con su canto de elegancia jazzística y sensualidad francesa. Al cóctel se suma su acercamiento a la copla. Un terreno poco transitado: Martirio, Mayte Martín, Silvia Pérez Cruz... Y ya. El cancionero, según la artista, trata sobre «historias duras de mujeres maltratadas por la vida, en especial madres solteras». Y todo hermanado con el aprendizaje sus 'Copla sketches', audaz derivación de una de las cumbres creativas de Miles Davis.

Abrió versionando 'El día que nací yo', concebida en su tiempo para Imperio Argentina. Tocaba zambullirse en un repertorio coplero y ahí estaba la 'Torre de arena' de Marifé de Triana. Dramatismo bien entendido y mejor ejecutado. Luego llegaron los guiños locales. A Carlos Cano con 'María la Portuguesa' y a Lorca con una visión 'bluesy' de 'El rey de Harlem'. «Trata sobre la deshumanización de la gran ciudad que Federico halló en Nueva York, y el impacto de los negros». Y pelos de punta con el cierre: 'Al alba' de Luis Eduardo Aute. La sensibilidad asomada a la reja.

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