CARLOS ASENJO SEDANO, DECANO DE LOS ESCRITORES GRANADINOS
«Al ver los medios de comunicación descubro que los vicios son los mismos que hace 500 años»El Doctor en Historia publica un nuevo libro de hechos sobre Guadix, titulado 'Imagen de una ciudad'
El maldito reloj ha arrebatado a Granada en los últimos tiempos a algunos de sus escritores más provectos y respetados, como Gil Craviotto. Ello ha ... dejado como decano de los escritores granadinos al Doctor en Historia, miembro de la Academia de Bellas Artes y de la Real Academia de la Historia, Carlos Asenjo Sedano. El accitano mantiene intacta –al 90%, dice él– una prodigiosa memoria, y al 100% una capacidad de trabajo y una curiosidad que en él son innatas. Acaba de publicar 'Imagen de una ciudad (Guadix)' en Círculo Rojo, y aunque no hace giras promocionales, para sus muchos seguidores basta la noticia de la salida de algún escrito salido de sus manos para que inmediatamente lo adquieran. Algo así ha ocurrido con esta obra, en realidad una recopilación de sucesos de una ciudad –él la llama pueblo– durante cinco siglos, donde todo cabe, desde limpiezas de sangre hasta 'divorcios' en el siglo XIX, pasando por el uso de esclavas sexuales o asesinatos por encargo. «Al ver los medios de comunicación descubro que los vicios son los mismos hoy que los que se practicaban hace 500 años, y con la misma grosería», comenta.
Dice que tiene problemas de audición, y que la televisión no le seduce en exceso precisamente porque le parece un gran espectáculo donde no hay mucho espacio para la altura intelectual. Pero contesta con agilidad las preguntas en torno a la que podría ser una de sus últimas obras, aunque en una trayectoria de casi medio centenar de libros e investigaciones publicadas, y a pesar de sus 98 años, puede caber alguna más. «Yo me encuentro bien, algo limitado de movimientos, pero con muchas ganas de seguir aprendiendo», afirma. Su termómetro de la actualidad es, además de lo que lee en la prensa –es comprador fiel de IDEAL y ABC– el sentarse en una terraza de la céntrica calle Medina Olmos, cuando está en Guadix, y ver la vida pasar, a la sombra. Escribe desde la humildad, y el título de decano que la biología le ha otorgado no le produce una emoción especial. «A estas alturas de mi existencia, pienso más en el reino de los cielos que en la tierra».
Del mismo modo, afirma que el secreto de su longevidad es «no haber comido nunca demasiado, haber hecho mucho deporte y no haber bebido alcohol». El libro se inicia con una relación de bienes y negocios acaecidos en los 20 años que van de 1495 a 1515, donde se cuenta cómo la conquista de la ciudad por parte de los Reyes Católicos no sólo redibujó el mapa político, sino también el jurídico. «Quien ha tenido poder, siempre ha querido más, y quien ha tenido bienes, no ha dejado de desear los bienes de su vecino», afirma el historiador, el cual sólo pretendió en su juventud dos bienes que la situación económica de su familia no le permitió tener: una bicicleta y unas botas de fútbol, deporte que practicó hasta que hizo el servicio militar en Montejaque y la mirilla de su vida cambió del rectángulo de juego a las curvas de una mujer.
Sobre el mundo universitario
Estudió, por libre, mientras trabajaba, y esos cambios que en el mundo universitario apreció –«ni alumnos ni profesores se toman su trabajo con la misma seriedad que antes», afirma, aun a riesgo de resultar polémico– tienen su reflejo en esa 'Imagen de una ciudad' en la que algunos aparentaban ser doctos en disciplinas que no dominaban, y el pago de favores se hacía de las más variadas formas, saltándose la necesaria meritocracia. «Un profesor es un profesor y un alumno es un alumno; no son dos amigos», dice.
Cuando echa un vistazo a los temas de actualidad, certifica cuán poco hemos cambiado como sociedad, como quien lea su obra puede comprobar fácilmente. «La división social y religiosa del siglo XVI se da hoy. Entonces, la esclavización en el trabajo y en la vida privada era muy frecuente. Era normal que cualquier persona pudiente tuviera una mujer y varias esclavas a las que sometía a dominio en todos los órdenes, el económico y el sexual. Hoy seguimos viendo que quien tiene poder desea poseer no sólo dinero, sino cuerpos, que no ocurre nada, y la sociedad olvida lo hecho». En el libro aparecen, en este sentido, personajes que ostentaron magistraturas públicas y se aprovecharon de tal condición, sin que al final recibieran el castigo que merecían.
Las razones que el escritor e historiador da para ello las resume en una: «Somos un pueblo acomodaticio. Si no, no se entiende que un puñado de musulmanes tardaran tan poco en conquistar casi la totalidad de la Península, o que durante la invasión napoleónica hubiera tantos afrancesados. Nos pegamos al sol que más calienta». Tal cual.
No piensa en el después, y tiene unas memorias por escribir
Carlos Asenjo Sedano ha conocido durante su larga existencia a muchas personas que le han marcado. Y muchos sucesos que, de ser narrados ordenadamente, seguro que aclararían algunas lagunas de la historia reciente de su ciudad. Pero se resiste a ello. «No creo que escriba nunca mis memorias. En mi mente queda un índice onomástico en el que caben los de un bando y los de otro de la guerra civil, los del después, los de la llegada de la democracia –llegó a ser candidato a la alcaldía de Guadix por la UCD, espoleado por personas como Federico Mayor Zaragoza– y los de hoy. He conocido a padres, a hijos y a nietos. Sin embargo, no considero que mis recuerdos sean especialmente interesantes». Sus hijos, presentes en la charla con IDEAL, desmienten de inmediato esa aseveración.
Como estudioso de los archivos, no entiende cómo a veces el patrimonio documental, el mismo que constituye el 'corpus' de 'Imagen de una ciudad', está tan descuidado y a veces tan olvidado. «Después de que, milagrosamente, el Archivo Notarial de Guadix no ardiera porque estaba encerrado en una cuadra a la que nadie prestó atención, animo a quienes nos gobiernan a que se preocupen por guardar la memoria común». Del mismo modo, aconseja a los historiadores de hoy que no conviertan la interpretación del pasado en un previsible combate ideológico. Pero ese es un vicio que también viene de la época de los Reyes Católicos.
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