Angela R. Bonachera | Periodista y poeta
«Veo el mundo en la poesía y veo la poesía en el mundo»La comunicadora accitana publica un poemario que habla sobre la violencia sexual y la herida que deja el abandono
Ángela R. Bonachera (Guadix, 1992) ha ejercido como reportera en medios locales y nacionales. Hoy simultanea su trabajo en el gabinete de prensa en el ... Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid, dependiente del CSIC, con su primer proyecto literario: el poemario 'Pum, pum, pum' (editorial Isla Elefante).
–¿Qué es la poesía para Ángela Bonachera? Leyendo su libro, tengo la sensación de que sus versos tienen un punto terapéutico…
–La poesía es mi lenguaje natural, mi forma de mirar el mundo y entenderlo. Veo el mundo en la poesía y veo la poesía en el mundo. Esto también se relaciona con esa vertiente terapéutica que mencionabas. Creo que todo arte puede ser terapéutico, tanto para quien lo crea como para quien lo recibe.
–¿Cuánto hay en sus poemas de la primera persona del singular?
–Todo. Este poemario es un relato en primera persona que es universal para muchísimas mujeres. Ahí radica, precisamente, la que creo que es la fuerza del poemario. Yo no encontré versos que hablaran de esta violencia. Lo que sí encontré fueron otros versos que me dieron cobijo, y quise, de algún modo, devolver el favor.
–Usted aborda la cotidianidad desde una perspectiva muy personal. ¿Hay algo de Walt Whitman en su obra?
–No mucho. Me inspiran más mujeres poetas que también han tratado esa cotidianidad con una mirada mucho más cercana a la que podría ser la mía. Desde Alejandra Pizarnik o Sylvia Plath pasando por las grandes poetas españolas del siglo XX. Carmen Conde, Concha Méndez o Ángela Figuera Aymerich, por ejemplo, también trataron la cotidianidad y el trauma en sus versos. Para mí fueron un abrazo.
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–¿Otras influencias?
–Trabajo mucho con música, creo que queda claro en el poemario. Por ejemplo, los últimos discos de Zahara me han insuflado aire. También Laura Casielles, quien me ha acompañado personalmente en el trabajo de escribir este poemario.
«Hablaba un día con mi madre que me gustaba leer 'cosas tristes' porque me daban compañía»
–Antonio Enrique, Miguel Ángel Contreras, Carmen y Dori Hernández Montalbán, Al-Sustari, Ángela R. Bonachera… está claro que Guadix es tierra de poetas.
–Y sin olvidar a Pedro Antonio de Alarcón, que también fue poeta además de periodista y dramaturgo. Esta tierra es única, estamos 'enterrados' entre badlands y a medio camino entre Granada y Almería. No sé, debe de haber algo mágico por aquí, algo que nos inspira a muchos y muchas.
–¿Cómo acaba una mujer curtida en el periodismo en el bello mundo de la lírica?
–No sé bien qué llegó antes, quizá fueron a la vez. Tampoco creo que el periodismo y la poesía estén reñidos: pueden ser parte de la misma cara. Quizá, es verdad, en mi caso haya cierta necesidad de escapatoria de la actualidad. La poesía es mi asidero personal.
«Los lugares desde los que asomarme al vacío me atraen de una manera que no sé explicar»
–Su carrera siempre ha estado vinculada a Madrid y Granada. ¿Qué hay de estas ciudades en sus poemas?
–Creo que hay mucho de la vida que nos hacen tener las ciudades. Yo escribo desde un adentro que se circunscribe a mi lugar en el mundo. Ciudades como Madrid nos ahogan, y creo que de eso hay bastante en el poemario. El poema 'Irse', por ejemplo, está claramente escrito en una gran ciudad, mientras que el poema 'Viento' lo escribí en Granada, en una tarde de paseo por el parque Tico Medina.
–En su poemario habla de la violencia sexual. ¿Qué pretende con ello?
–Hablar. Que se hable. Dar testimonio y dar compañía. Son muchos los peligros externos que tenemos alrededor, no podemos dar nada por hecho.
–Trauma, miedo, muerte, dolor… está claro que tiene predilección por los temas que arañan el alma.
–Es que esos temas están ahí, y si los ignoramos sólo crecerán. Por culpa de no hablar de ciertos temas, durante mucho tiempo muchas personas se han sentido únicas y por lo tanto solas. Hablaba un día con mi madre que me gustaba leer 'cosas tristes' porque me daban compañía. Hablar las cosas ayuda a darles un poco de luz.
–¿Se queda en la poesía o abordará otros campos literarios?
–A modo de reto me encantaría probar otros géneros. He escrito algo de teatro, un poquitín de narrativa... pero nada muy en serio, la verdad.
–¿Algún lugar de Granada o de Guadix que le resulte especialmente inspirador?
–En Guadix lo que más me gusta del mundo es la ventana de la casa de mi abuela. También me encanta subir a la torre de la Catedral, o ir caminando hasta el Fin del Mundo. Esos lugares desde los que asomarme al vacío me atraen de una manera que no sé explicar. En Granada todo es más prosaico: lo que más me gusta en sentarme en un banco de los jardines del Salón, o de la plaza Trinidad, y escuchar el canto de los pájaros entre conversaciones ajenas.
–¿En qué proyectos trabaja ahora?
–Me gusta ir paso a paso. Ahora estoy más centrada en lo que este poemario me está dando, en las mujeres que me escriben para decirme que se han sentido interpeladas. En qué hacer con ese dolor y esa rabia.
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