Travis llena Granada de elegancia
La banda británica embelesa al Palacio de Congresos con su pop sedoso y sus historias que conectan con toda una generación
Que el mejor pop se factura en las Islas Británicas puede ser, quizá, una afirmación que algunos desmonten, amparándose en la efervescencia de estilos, marcas ... y nombres surgidos al otro lado del Atlántico. Como gustos, colores. Pero hay algo estadísticamente cierto: desde que en aquellos últimos 70 el programa 'Top of the pops' comenzara a mostrar cada semana a una caterva de jóvenes atravesados por el glam, el techno (no el de ahora, el original, el synth), la psicodelia o el new wave, hay una música que, pongas la emisora revival que pongas, siempre se repite y siempre conserva un marchamo de elegancia incuestionable.
Este marchamo procede de la unión feliz de tres elementos: melodía, ritmo y letra. Uno puede situarse en la orilla de los escoceses The Blue Nile, por ejemplo, y disfrutar con melodías imperecederas como aquel 'The downtown lights'. O puede cruzar el Mersey a bordo del ferry de los Frankie Goes to Hollywood y cambiarse de orilla, decantándose por los más comerciales Johnny Hates Jazz, y escuchar una y otra vez su álbum de debut, 'Turn back the clock', convenciéndose de que, al menos en música, con la elegancia se nace, porque es muy difícil impostarla.
Algo así ocurre con Travis, la banda que anoche acudió al Palacio de Congresos para participar en el ciclo '1001 Músicas Caixabank', que este año se desarrolla en su mayor parte a cielo cerrado, sin que por ello haya perdido un ápice de su sello propio. Travis son, en ciertos aspectos, la antítesis de The Blue Nile, unos estajanovistas a los que sólo la vida familiar –y la responsabilidad que ello conlleva, por eso cada vez nacen menos niños– ha apartado en una mínima proporción de los escenarios. Y decimos en una mínima parte porque la parada que anoche hicieron en Granada es un eslabón más de una cadena con una docena de fechas hasta finales del mes de agosto. Es decir, que siguen a tope.
El concierto granadino comenzó con algunos minutos de retraso, ante una sala algo más de mediada. Entraron al ritmo de la histórica 'Where everybody knows your name', la canción que introducía cada episodio de 'Cheers'. La banda, tras haber bajado del autobús –aunque hoy ya muy pocos viajan en ese vehículo tan propio de las giras antaño– volvió a subirse en él para interpretar, a la segunda, tras un ataque de risa de su líder, Fran Healy, la canción homónima que tanto retrata a una generación emboscada en el compromiso y el amor para huir de la monotonía, dándose cuenta de que esta es a veces un monstruo que nos persigue y nos hace preguntarnos qué demonios estamos haciendo con nuestra existencia.
'Love will come through'
A esta siguió 'Driftwood', como una profundización en el argumento de la anterior tanto como en paisajes marinos que cambian cada día sin dejar de mostrar la misma agua, con nosotros situados en un lado del puente que cada vez, con el paso del tiempo, cuesta más cruzar. Situado el público en la posición correcta, ansiosos de más lecciones de vida –eso son las canciones de Travis, lecciones que a veces damos y en muchos casos no somos capaces de aplicarnos–, siguió la fiesta con 'Love will come through', sobre la importancia de tomar decisiones. Fue el tercero de los temas que se oyeron anoche, con ese tarareo tan pegadizo, y tan pegajoso, que acompaña cuando las ciudades se apagan.
Tras el primer trío de propuestas, con el íntimo ambiente ya encendido y a salvo del moderado calor atmosférico exterior, llegó el momento de pisar acelerador –levemente, estamos en la era de los coches eléctricos– y reivindicar la propia existencia en 'Alive', con ese estribillo festivalero que fue coreado por los incondicionales de la banda sin ambages. Sin dejar de lado el buen rollo, pero en un tono mucho más pausado y escéptico, sonó a continuación 'Good feeling', de 1997. Y de ahí saltaron a 'Re-offender', de su álbum '12 memories' de 2003, una clara exposición contemporáneo sobre aquel dicho carpetovetónico que reza algo así como que el hombre (y la mujer) es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y se queda tan pancho (o pancha).
Vive y deja vivir
Penetró la banda en el ecuador de su actuación interpretando algunos de sus mayores éxitos como 'A ghost', esa reivindicación de la necesidad de hacer las paces con nosotros mismos y con quienes somos; 'Side', en la misma línea, una apelación al undécimo mandamiento, ese que reza 'Vive y deja vivir'; 'Closer', en torno a la necesidad de estar cerca de quienes verdaderamente lo merecen, y claro la inevitable 'Sing', que constituyó su mayor éxito por estas tierras. Sobre el escenario, Travis se comportan como un grupo musical, pero también como un grupo de amigos, y aunque Healy ya peine, o despeine, canas en lugar de pelos vermellos, sigue manteniendo esa elegante eficacia que gusta a un público situado en las antípodas de la música urbana, al menos estando sobrios.
Con ese espíritu de tranquila profundidad por bandera, el cuarteto desgranó anoche una veintena de temas a su paso por Granada. También dejó retazos de vida y de una filosofía de la cual, para su desgracia, a veces el mundo carece. Optimismo y realidad a partes iguales, bien dosificadas, bien tocadas y bien cantadas. No fueron un éxito por accidente, como dijo bromeando su líder. Fueron y son un éxito porque son elegantes y lo merecen.
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