«El presidio me marcó para bien. Sin haber pasado por él, no sería el escritor que hoy soy»
Tahar Ben Jelloun | poeta ·
El ganador del Premio Goncourt participa en el Festival de Poesía y ha hecho sonar su voz en defensa de los débiles y contra el racismoJosé Antonio Muñoz
Granada
Viernes, 22 de octubre 2021, 00:13
El poeta franco–marroquí Tahar Ben Jelloun (Tánger, 1944), es una de las presencias más importantes del XVII Festival Internacional de Poesía de Granada. Durante ... los días en que se ha paseado por sus calles, en que ha visitado –o revisitado– rincones tan emblemáticos como la Alhambra, ha tenido la oportunidad de reencontrarse con sus raíces y recordar, una vez más, por qué se hizo escritor. También, de ofrecer su visión del mundo, con cuyos dirigentes –singularmente, con los que gobiernan su país de origen y el de adopción–, es profundamente crítico.
–Nacer en ese oasis de cosmopolitismo que dentro de Marruecos es Tánger, ¿qué huella le dejó a ese joven que usted fue?
–Cuando era pequeño, Tánger era para mí una ciudad de maravilla, porque tenía todo lo que me interesaba:el mar cerca, un bello sol bajo el que vivir, la multiplicidad de personas que venían de América, de Italia, de Francia, de España... Además, su sabor de ciudad centenaria, su historia de siglos, fue una luz que iluminó los primeros años de mi vida. Sin lugar a dudas, puedo decir que la luz de Tánger me hizo sentirme vivo.
–Tras una época difícil en su país, llegó a París en 1971. ¿Qué encontró allí?
–Era una ciudad en pleno cambio, que tres años antes había vivido el mayo del 68, donde todo parecía posible. Yo llegué como un extranjero, pero en ningún momento percibí el racismo que, por ejemplo, percibo hoy. En aquel entonces, era un país sin desempleo, no había teléfonos móviles... Pero la gente no era feliz. Cuando descubrí en 1973 las condiciones de trabajo de los inmigrantes, las denuncié en Le Monde. Hice mi tesis doctoral sobre la soledad sexual de los inmigrantes, y comencé a colaborar con el diario, en el que he escrito durante décadas.
«Los franceses han estado siempre impregnados de esa idea de grandeza, de que su país es el mejor y que en su país no caben determinadas situaciones, que la colonización se realizó de forma correcta...»
–¿Dónde está, pues, el origen de la situación actual de la inmigración en Francia?
–Está, pienso, en el reagrupamiento que hizo Giscard en 1975, una medida que hoy critican fuerzas de la derecha y la extrema derecha, como el Frente Nacional.
–¿Ha encontrado usted en la Psicología, quizá, la explicación de la conducta de algunos políticos?
–Los franceses han estado siempre impregnados de esa idea de grandeza, de que su país es el mejor y que en su país no caben determinadas situaciones, que la colonización se realizó de forma correcta, La mitad de los franceses siguen pensando esto, a pesar de la multitud de pruebas que indican justo lo contrario. Hay millones de personas en Francia que piensan así, hoy en día. Y contra eso, es muy difícil hacer valer una opinión equilibrada.
–En este contexto, ¿en qué lugar se coloca la poesía francesa?
–La poesía francesa nunca ha sido militante. La más bella poesía francesa se hizo durante la Resistencia: René Char, Robert Desnos... Después, ha habido una poesía que busca su sentido: Michel Deguy, por ejemplo, es un autor de esta línea, un poco más oscura, que busca su lugar. Pero la poesía francesa de hoy no habla tanto del lado humano, prefiere centrarse en la autoficción. Hay muchos poetas en Francia, pero son pequeños desde el punto de vista ideológico.
–¿Echa entonces de menos novelas más comprometidas, que denuncien la situación, y que no solo pretendan sorprender?
–Bueno, existe lo que llamamos 'La nueva novela', que para mí es una catástrofe, porque solo recrea mundos artificiales, sin sentimientos, sin emoción, sin nada. Esto es matar la novela.
–¿Qué opinión le merecen autores como Houellebecq?
–Es un autor que ha sido capaz de captar la miseria social, psicológica, humana, de los franceses. Es desdeñoso con la sociedad que no aparece en sus libros, es racista, pero se ha sabido fabricar un personaje detrás del que, en realidad, no hay nada.
–¿El presidio marca cuando es uno es inocente?
–En mi caso, me marcó para bien, porque me permitió leer y escribir. Sin el presidio no sería el autor que hoy soy.
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