Sole Giménez: A media luz los mil
La parisina/murciana sale airosa de un envite piano/voz al que sólo los muy grandes (como Raphael) se atreven
J. J. GARCÍA
GRANADA
Domingo, 18 de febrero 2018, 01:54
Curioso lo que sucede en Granada, Sole Giménez y Jorge Pardo fueron el centro del cartel de una edición del mini festival 'Jazz made in ... Spain' que se celebraba en el Corral del Carbón, y este fin de semana ambos actuaban a la vez en dos los espacios apenas separados por unos cientos de metros. Ella nuevamente con su pianista de cabecera Ivan 'Melón' Lewis'.
La parisina/murciana no tiene miedo a enfrentarse a un auditorio gigante sin más armas que su voz y los diez dedos del cubano. Y además sale airosa de un envite piano/voz al que sólo los muy grandes (como Raphael) se atreven. La ex-Presunta en dos horas tuvo tiempo suficiente para astutamente aderezar su último disco con material precedente y la suficiente pimienta histórica para embaucar irremediablemente a un público, que la sigue obviamente desde los tiempos de Presuntos. Y es que Sole Giménez es ya una cantante para un público con querencias clásicas y un mundo sonoro adulto. Y no son pocos, porque igualó si no superó el aforo de Maldita Nerea, y con mucho a los conciertos habituales del pop en el Falla.
De verde riguroso y buen taconeada, Sole Giménez podría ser una diva del jazz si no tuviese ese carácter tan cercano y hasta familiar que la hace incluso llorar cuando la piropea el público. Con una voz cálida que se enreda en los temas como hiedra fresca, y que juega con los dedos del pianista pinareño en un diálogo alegre, feliz y lustroso, ella, como Ruyblás, y Celia Mur o Silvia P.Cruz se han atrevido con un acercamiento al jazz desde el idioma castellano, y hay que reconocerle a Sole que consigue momentos muy logrados, si bien en el entorno del 'filin', suerte de bolero o canción 'jazzeada' típicamente cubana. Y ahí entra Lewis, un todo terreno de pulsión firme y nitidísima, un cuatro por cuatro estilístico ideal para seguir a solistas, sea una obediente Sole o una libertaria Omara Portuondo.
Sole recibió a su gente invitando a «contaminarnos» juntos, en un escenario vacío y de un estatismo riguroso. Abrió con tres canciones del disco colectivo 'Hombres sensibles', antes de comenzar su baile de idiomas, esta vez en inglés, sobre un piano 'stride' haciendo las dos partes del 'Fallen' que cantó junto a 'Randy Crawford'. Después vendría el francés con 'La vie en rose' o el portugués traducido de 'Aguas de Março'.
Teo Cardalda compuso para ella 'Rosita Calamidad', una suerte de blues de los que terminan muy arriba, inflando el pecho y la mirada al infinito como un himno de los de 'Dios bendiga a América'; y Juan Mari Montes le regaló 'Detrás del piano', una historia crepuscular «con la que me siento muy identificada» dijo, y cuyo protagonista podía ser el mismo del 'Piano man' de Billy Joel. Con un «somos lo que todo nuestros mayores han sido han sido» sugirió que hay que recordar a las nuevas generaciones a artistas «como a la gran Cecilia», aunque su 'Ramito de violetas' no sea de lo más olvidado suyo.
Sole Giménez, en 'modo Pradera' dedicó un disco a los boleros, y en Granada no dilucidó su origen entre México ('Esta tarde vi llover') o Cuba ('Toda una vida'), eso sí rematados con un brioso final prestado por Tito Puente y su 'Oye como va'. Una autoversión 'carioquizada' de 'Cómo hemos cambiando' (¡y cómo!, de verdad) dio fin al set obligatorio. En las bolas extras no faltó obviamente 'Alma de blues', «un homenaje a Billie Holiday y que me inspiró el futuro», comentó, haciendo honor a la pura verdad. Y se despidió con el público de pie y una hiperdramática adaptación del 'Aquellas pequeñas cosas' serratiano. Un decir, porque diez minutos después estaba en el recibidor del palacio saludando y despidiendo de verdad a sus seguidores, que, si sirve de indicador de su nivel de satisfacción, agotaron todos los discos puestos a la venta.
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