«Sigo sin perder la esperanza de que la gente recupere algún día la cordura»
Entrevista con Mariluz Escribano, Premio Elio Antonio de Nebrija y Bandera de Andalucía. Su mayor galardón es seguir escribiendo. Lo último, 'Geografía de la memoria'
JOSÉ ANTONIO MUÑOZ
GRANADA
Jueves, 7 de marzo 2019
Mariluz Escribano (Granada, 1935) es una mujer que observa desde lejos y mira desde cerca. En sus ojos se lee toda una vida marcada por ... desazones y alegrías, por decenas de promociones de alumnos universitarios que aprendieron, agarradas de su mano, a entender y hacer suya esta lengua tan maltratada en algunos lugares de nuestro propio país. A ella, que vio cómo su padre, Agustín Escribano, fenecía por el odio fratricida en los primeros días de la Guerra Civil, le ha dado más tiempo de querer que de odiar. Ese es el privilegio de quienes tienen la memoria selectiva del amor tatuada en las venas. Esos recuerdos vuelven a florecer en su más reciente poemario, 'Geografía de la memoria', publicado por la editorial Calambur.
–¿El poeta vive más de su presente que de sus recuerdos cuando llega a una determinada edad? O al revés?
–El poeta vive de su memoria, de las experiencias que le han ido haciendo surcos en su piel, que van calando muy hondo. La vida es la que hace la poesía y no a la inversa, la que está en su fondo, como un poso de verdades profundas e imborrables para cada persona.
–¿Qué mundo observa hoy Mariluz Escribano desde detrás de los visillos?
–Es un mundo deshumanizado y cargado de angustias. Un mundo de prisas donde la gente no se para a pensar, a reflexionar sobre las cosas pequeñas de la vida que son las que acaban por constituir lo que es verdaderamente importante. Por ese correr constante no nos damos cuenta de la gente que sufre: los niños maltratados, los ancianos en su soledad, esos inmigrantes que se traga el mar o que viven hacinados en campos de refugiados y que son noticia de un día.
Yo observo mi jardín que es la vista permanente desde mi inmovilidad y pienso en eso teniendo conciencia de que estamos yendo por el camino equivocado. La gente pasa de puntillas por aquello que le agrede emocionalmente, que le hace daño y lo bloquea y eso me asusta. Me da miedo pensar que no nos duele el sufrimiento de los demás.
–¿Y esa Granada que han horadado sus zapatos?
–Granada es una ciudad inmóvil, que vive eternamente marginada... Lo único que la salva es su sociedad civil cuando es capaz de organizarse, algo que sucede muy pocas veces. Granada fue una ciudad hermosa que ha cambiado la tierra por el hormigón. Seguimos viviendo las mismas guerras de hace cuarenta años cuando fundamos Mujeres Universitarias: la destrucción del paisaje, cementar hasta el último milímetro de vega, seguimos incomunicados…
¿Cómo va a ser Granada la ciudad de la ciencia, la ciudad del patrimonio y de la cultura si no hay un compromiso político real, que trascienda las ideologías partidistas, con esto? Me duele Granada, me ha dolido siempre porque falta un compromiso real con la ciudad, con un modelo de ciudad que nos lleve a alguna parte, que no viva anclado en el tiempo.
–¿El tiempo cura las ausencias, como la de su padre, asesinado durante la guerra civil? ¿O las hace más lacerantes?
–La ausencia de mi padre me duele eternamente porque yo sigo buscando un muerto. Del asesinato de mi padre no se hablaba nunca en mi casa. Yo me enteré muy tarde y con pequeños detalles. Por eso ha sido en mi madurez cuando he tomado conciencia de la brutalidad que mi padre sufrió por ser un hombre honesto, un defensor de la igualdad, un intelectual comprometido que fue capaz de conseguir que se construyera el edificio de la Escuela Normal de Maestros y eso le costó la vida.
No haberlo podido conocer, no saber el tono de su voz o el calor de su risa es algo que me ha marcado, seguramente como a otros hijos de fusilados. Es un tema recurrente en mi poesía porque en la literatura me reencuentro con él, lo recupero para la Historia, para que no se olvide y para que su sangre no se derramara en vano.
–¿Hasta qué punto la música, sea la de Chopin o la de Cole Porter, le ha silbado al oído el ritmo de sus versos?
–La música es fundamental en la poesía. Yo estudié durante ocho años el piano y durante seis el violín y eso ha significado una base primordial para mi mentalidad expresiva. La poesía, la buena poesía tiene mucho de música disciplinada, de buena música que respeta las reglas, resonando de fondo en un poema. Un poema sin tener en cuenta la música no es un poema: es el prospecto de un medicamento.
Dentelladas
–¿Cómo sortea la poeta los bocados que da la vida?
–Con una paciencia infinita y con una indignación que no acaba de pasarse nunca porque uno espera siempre, no pierde la esperanza de que la gente acabe por recuperar la cordura, por centrar su atención en lo que verdaderamente importa que es el sufrimiento del ser humano.
–¿Cuáles han sido sus banderas como poeta?
–Yo he sido siempre una poeta civil comprometida con las personas más allá de con las palabras. Las palabras son una herramienta para llegar al otro, al que lee o al que escucha. La poesía no solo debe emocionar, sino que, además, debe hacer pensar. Debe ser como una lluvia fina que cale hasta los huesos lentamente, sin brusquedad, con delicada paciencia de orfebre. No es bueno tener prisa para escribir, ni para nada.
-¿Vuelve a la niña que fue para reconstruir su discurso, o para reafirmarse en él?
–Mi infancia es la patria, el origen de mi modo de concebir el mundo, las raíces de tierra con Federico de fondo, mi madre y sus labores, la ausencia de mi padre, los campos castellanos, la Granada silente y dolorida. Quiero seguir mirando el mundo con ojos de la niña que fui sumando la experiencia de la mujer que soy ahora.
–Nueva York, Venecia, son ciudades que aparecen en el libro. ¿Qué papel ocupan esas ciudades en la geografía de su memoria? ¿Qué le inspiran?
–Nueva York es el horror, la prisa, el oropel y la mentira. Es la frustración y la desesperación. Venecia es la delicadeza, la paz, la armonía, el tiempo surcando sus canales lentamente, un amor y una risa que canta.
–¿Qué recuerdo le gustaría dejar cuando se vaya?
–El de una mujer que ha querido mucho, que ha dedicado mucho tiempo a mirar con calma y atención, que ha vivido transgrediendo barreras sociales del machismo dominante y que se ha comprometido con una ciudad que merece tener mejor fortuna porque ya ha sufrido demasiado.
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