Sara Baras, una bailaora de escaparate
Jorge Fernández Bustos
Domingo, 15 de junio 2025, 00:22
El poder mediático de Sara Baras es superior a su propuesta artística. No cabe duda que Sara Baras es una buena bailaora, quizá algo trasnochada ... en sus vistosas coreografías, que se destaca por su juego de pies, sus vueltas vertiginosas y sus conseguidos remates.
Con un Palacio de Congresos casi lleno de público de toda condición, aunque verdaderos aficionados no llegarían ni al diez por ciento, Sara vino a celebrar sus 25 años en los escenarios, rindiéndole a la vez homenaje a su paisano Paco de Lucía, siempre llorado, en una obra llamada 'Vuela'. Una silla vacía, en medio de la escena, recordaba al maestro de Algeciras, mientras se escuchaba en off algunas de sus piezas guitarrísticas, que, a su mitad, estuvieron ilustradas por la bailaora (no siempre conseguido el cambio de la música pregrabada al directo); y, tras una granaína, apuntada no más que con violonchelo, comienza el vuelo de la gaditana y su compañía. Es de destacar la coordinación, la disciplina y la calidad de este cuerpo de baile, que, unido a unas piezas coloristas, con un vestuario muy cuidado y un cuadro musical de excelencia, son vendibles cien por cien, pero que ni en lo coral ni en lo individual encontramos nada nuevo.
Se supone que 'Vuela' tiene un argumento, que, según el prospecto, está dividida en cuatro momentos: Madera, Mar, Muerte y Volar, aunque, sin esto, la obra queda sosa y deslavazada, eso sí, vistosa y conformista como espectáculo de masas. De esta guisa se sucedieron, para los bailaores, unos abandolaos con bastones; unas alegrías, que las comienza la guitarra de Paco en off, y son abordadas con bata de cola y descalzas, con unas originales mantillas que simulan la red de los pescadores (lo más sorprendente); la 'Canción de amor' de Paco, y ellas con ligeros vestidos de lunares; o los fandangos, que llevan el mismo esquema que las alegrías, pero ellas portando abanicos.
En cuanto a la protagonista, Sara Baras sigue atrapándonos con el amplio vuelo de su falda, con su presencia en las tablas y su dominio del espacio, pero acusamos su abuso del zapateado, sobre todo en la bulería final, con solo percusión; y el remedo continuo de sus mismos pasos, ya baile por tientos, la saeta o sus palabras grabadas, a modo de poemas, de buena intención, pero factura mediocre. Nuevamente la música persigue a la bailaora y no es ella la que interpreta el cante. El paso a dos, por seguiriyas, dedicadas a Camarón, junto al bailaor Daniel Saltares, tan solo correcto, sin trama ni riesgo. Un buen espectáculo para el común, que hubiera apreciado más cerca del escenario, en el que prima la efectividad del colorido y el conjunto coordinado. Una obra de papel maché, que apuesta por la sorpresa a los no iniciados.
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