José David Cózar | Psiquiatra granadino de menores en el Hospital Gómez Ulla
«Las redes amplifican el contagio de los síntomas mentales entre los niños»El médico advierte de un incremento de casos de autolesiones y trastornos de la alimentación entre niños y adolescentes
José David Cózar Ortiz (Granada, 1993) ejerce la medicina, su profesión y su pasión, en la Unidad de Psiquiatría Infanto Juvenil del Hospital Gómez Ulla ( ... Madrid), un servicio que él mismo contribuyó a su creación hace un año. Dedica su tiempo –y su alma– a ayudar a los menores y las familias con problemas de salud mental. «Lo que más me emociona es la sonrisa de los pacientes cuando les damos de alta».
–¿Cómo valora el estado de la salud mental entre los menores?
–Es un momento bastante complicado. Desde la pandemia observamos un aumento de casos, que se evidencia en los promedios y en los estudios que se publican. Estamos con mucha demanda y listas de espera.
–¿En qué sentido ha sido la pandemia un detonante de las enfermedades mentales? ¿El miedo, la preocupación, las oportunidades perdidas?
–Se juntan varios factores. El primero es el confinamiento. Los chicos salieron de sus entornos habituales para estar encerrados en casa. La salida también fue diferente, al igual que el contacto entre ellos. Esto, asociado a los conflictos que podía haber dentro de las casas, como las dificultades económicas o sociales o problemas de comunicación preexistentes, fue un cóctel explosivo para los adultos y los menores. Además, se incrementó mucho el consumo de redes sociales.
–¿Las redes sociales se han convertido en un caballo de batalla de la psiquiatría?
–Hay muchas hipótesis sobre lo que está pasando. Partimos de la base de que, en función de la edad, ocurren unos problemas u otros. En el caso de los más pequeños, se exponen a algo que es tremendamente estimulante. Y hay una predisposición a que genere cierta conducta adictiva. En el supuesto de los adolescentes, las nuevas tecnologías han prolongado la relación con los compañeros más allá de las aulas de forma casi permanente. Antes te ibas a tu casa y desconectabas. Ahora están 24 horas con el teléfono o la tableta. Hay quienes consideran que tienen que estar siempre conectados para no quedarse atrás.
«Siempre quise ser médico;mi contacto con los niños y mis prácticas me llevaron a la psiquiatría»
–¿Qué patologías son las más frecuentes relacionadas con la dependencia de las redes?
–No hay una patología concreta. Lo que sí que estamos viendo son conductas autolesivas y problemas alimentarios. Porque son temas que están en las redes y porque hay mucho riesgo de contagio de síntomas. Cuando en un instituto hay un episodio o dos de autolesiones, hay peligro de que otros compañeros del mismo centro copien su conducta. Pero cuando comparten las autolesiones en las redes, el gran riesgo es que ya no se circunscribe tan solo al instituto o al barrio, sino que pulula por todo el mundo. Son una especie de amplificador. Lo mismo pasa con los trastornos de conducta alimentaria. Las redes están llenas de entradas sobre dietas, ejercicio, perder peso... y esto puede llevar a muchos chavales a dejar de comer o restringir alimentos.
–¿Los jóvenes ahora son más infelices que los de hace 20 años?
–Nosotros no trabajamos con el término felicidad, pero lo que sí vemos es que están aumentando las patología mentales. Esto puede ser porque se está poniendo el foco en la salud mental y en el diagnóstico precoz o que realmente se están produciendo más casos. Posiblemente sea una combinación de ambas cosas.
–¿Cuál es la responsabilidad de los padres?
–Los padres son un pilar fundamental, aunque a mí me gusta identificarlos no como parte del problema, sino de la solución. Al final mucha parte de nuestro trabajo es aliarnos con los papás para saber manejar determinadas situaciones. Ellos vienen muchas veces con un sentimiento de culpa que les atasca e inmoviliza. Los padres necesitan ayuda. Hemos de tener en cuenta que los modelos familiares han cambiado una barbaridad, que hay muchos hogares que se reestructuran y que necesitan bastante ayuda.
–¿Está preparado el sistema para atender esta subida de demanda?
–Le puedo hablar de Madrid, que es donde trabajo. En función de lo que me cuentan otros compañeros de otras comunidades, la sensación es que faltan recursos, pero se están poniendo en marcha unidades como la que hemos abierto hace un año en el Gómez Ulla. La sanidad evoluciona según la demanda.
–¿Quedan muchos estigmas en torno a la psiquiatría?
–Sí que los sigue habiendo. Aunque ahí está el derecho a la confidencialidad. Nadie tiene que saber si has venido al pediatra, al psiquiatra o al dermatólogo. Aunque tú no tengas tabúes o estigmas con la salud mental, tu entorno sí puede tenerlos.
«El confinamiento fue un cóctel explosivo que se está notando en las consultas»
–¿En qué momento se siente más orgulloso de su desempeño profesional?
–Yo trabajo en una planta de hospitalización de menores, de 12 a 17 años, donde pasamos mucho rato juntos. El momento de la despedida, cuando tienen el alta, me resulta muy satisfactorio. Al igual que los abrazos y las sonrisas cuando salen por la puerta. Es un sentimiento muy bonito.
–¿Cómo llegó a la psiquiatría y, más concretamente, a la psiquiatría infantil y juvenil?
–Yo siempre quise ser médico porque mi padre es cirujano en el Ruiz de Alda. Tenía la vista puesta en la cirugía. Lo que pasa es que empecé a hacer actividades junto a mis compañeros y desarrollamos un par de proyectos relacionados con el voluntariado de acompañamiento a pequeños que se iban a operar o estaban enfermos. Ahí entré en contacto con el mundo de la pediatría. Luego, cuando hice las prácticas en el PTS con el doctor Gutiérrez Rojas, comprobé que la psiquiatría me encantaba.
–¿Se plantea regresar a Granada?
–Ahora me he presentado a una plaza de oposición en mi hospital. Mi intención es quedarme aquí porque tengo mucho vínculo con este centro. Tengo mi familia y mis amigos en Granada, pero laboralmente donde tengo más arraigo es en el Gómez Ulla.
–¿Qué es lo primero que hace cuando vuelve a Granada?
–Abrazar y besar a mis padres. Después, me encanta caminar por el Paseo de los Tristes, subir la Cuesta de los Chinos y pasear por el bosque de la Alhambra.
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