José Soto | Escritor e investigador
«La rebelión de los moriscos fue un tubo de ensayo para España y el Imperio turco»El autor presenta su nueva novela, 'Hasta que pueda matarte', ambientada en la Guerra de las Alpujarras, con la que Desperta Ferro abre las puertas a la ficción
La capacidad de trabajo del santaferino José Soto (Santa Fe, 1971) le lleva cada año a publicar dos obras, siempre en sellos de primer nivel. ... Eso cuando no anda inmerso en investigaciones como la que puso patas arriba la tesis tradicional sobre la Batalla de Guadalete. Tras 'Egilona, reina de Hispania' (Espasa), publicada el pasado año, vuelve a la ficción con 'Hasta que pueda matarte' (Desperta Ferro), que, sin embargo, incluye entre líneas un profundo análisis sobre un conflicto desarrollado en un marco espacial pequeño pero que tuvo repercusiones a escala global.
–¿Qué características tuvo la Guerra de las Alpujarras?
–Fue lo que en inglés se llama una 'Proxy War', que podríamos traducir como una guerra por delegación o subsidiaria, una especie de tubo de ensayo. Los contendientes reales fueron el Imperio español y el turco, los únicos que de verdad contaban en el contexto europeo, por más que se nos venda la importancia de la Inglaterra de Isabel I o incluso la Francia de Francisco I.
–¿Por qué los turcos financiaron y alentaron a los moriscos?
–Porque les interesaba provocar un conflicto interno que mantuviera entretenido al rey Felipe II mientras ellos tomaban el control de Túnez o Chipre.
–Siempre se ha hablado de esta rebelión como un choque cultural, sin embargo.
–Así es. Nunca se ha mostrado al lector como una guerra civil decisiva en la historia de España y del Mediterráneo. En cierta medida, fue una coda de la Guerra de Granada. Cuando se firmó la capitulación del reino nazarí, la idea de los Reyes Católicos fue la asimilación paulatina de la población árabe, algo que precisaba de paciencia y de tacto, que se practicó al principio pero luego se olvidó. La rebelión de 1500 se cerró en falso, con la conversión obligatoria o la expulsión. Al arzobispo Guerrero le sacaron los colores en Trento y de acuerdo con la Chancillería puso en marcha una asimilación total, urgente y radical, incluyendo la vestimenta, que desencadenó el conflicto.
«Lepanto la ganaron tres granadinos: Álvaro de Bazán, Lope de Figueroa y María la Bailaora»
–Sin embargo, algunos moriscos no eran del todo inocentes.
–De hecho, bastantes ejercieron como quintacolumnistas, facilitando ataques de los corsarios berberiscos en la Costa. Con todo, la mayor parte de ellos era fiel al rey, por lo que pienso que si se les hubiera dado tiempo, se habrían asimilado sin problemas. Los monfíes, que hoy podríamos comparar con los yihadistas, eran la minoría radical entre los moriscos, mientras que la minoría radical de los cristianos la encarnaron el obispo Guerrero y otros cargos, que tomaron el mando.
–¿Cuál fue la estrategia de los turcos?
–El sultán envió pertrechos, armas y dinero con el único objetivo de que el conflicto se alargara lo máximo posible. Así, lo que iba a ser una guerra pequeñita adquirió una gran dimensión.
Personajes al filo
–Su novela muestra la vida de cuatro personajes que ansían justificar su papel.
–A veces las circunstancias obligan. don Juan de Austria, que era muy joven, tenía que hacer méritos ante su hermano, y actuar con ejemplaridad. Se enfrentó a una guerra muy cruel, con los tercios de Italia y los granadinos Álvaro de Bazán y Lope de Figueroa, y ante ellos tenía que responder. Los reyes de los moriscos, Abén Humeya y Abén Aboo, respondían ante el gran turco. José de Monteagudo tenía una cuenta pendiente de cumplir, y María la Bailaora aparece como un personaje marginal pero extraordinario: una mujer de taberna, con todo lo que ello significaba, que acabó peleando en Lepanto, siendo la única mujer que participó en aquella jornada. De hecho, Lepanto la ganaron tres granadinos, el propio Álvaro de Bazán, Lope de Figueroa y esta mujer extraordinaria.
–Otro de los episodios clave que usted narra en el libro es el asedio de Galera, una historia poco conocida.
–El asedio de Galera fue el punto de inflexión de la guerra de Granada. Si los moriscos se hubieran sostenido allí y don Juan de Austria hubiera levantado el asedio, Felipe II habría tenido un gran problema, y la guerra se habría alargado lo suficiente para que los turcos desembarcaran en las costas de Granada tras tomar Túnez y Chipre. La ciudad fue bombardeada, tomada a sangre y fuego, se mató a todos los hombres mayores de 10 años y a muchas mujeres y se sembró la plaza de sal, a la manera romana.
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