Reabre la Venta el Gallo: «El Sacromonte no es solo el Cristo de los Gitanos o el día de San Cecilio»
El mítico tablao de la Venta el Gallo, en el Barranco de los Negros, vuelve a sus orígenes, a las manos primigenias de la familia Heredia, tras reabrir anoche
jorge fernández bustos
Granada
Sábado, 4 de julio 2020, 01:25
El mítico tablao de la Venta el Gallo, en el Barranco de los Negros, vuelve a sus orígenes, a las manos primigenias de la familia ... Heredia, tras reabrir anoche.
granada. El mítico tablao de la 'Venta el Gallo', en el Barranco de los Negros, en pleno corazón del Sacromonte vuelve a sus orígenes, a las manos primigenias, al corazón y al valor de las Hermanas Heredia, Encarna, Jara y Antonia, como patrimonio de su padre, el querido Juan 'el Gallino', conocido como Juanillo 'el Cojo', alma y vida del Camino del Monte, amigo de sus amigos, ejemplo de bondad y tolerancia.
Su modesta reapertura tuvo lugar anoche, a las 22.30h, sin demasiadas pretensiones debido a las medidas de higiene y cuidado que se deben observar. Hay que aplaudir este esfuerzo en tiempos de coronavirus en los que la mayoría de los tablaos se plantean el cierre; máxime siendo ellas artistas, con una experiencia limitada en el mundo empresarial.
–¿Por qué el nombre de Venta el Gallo?
–Por el apodo de mi padre, 'El Gallino', que viene de nuestra abuela, porque su madre, nuestra bisabuela, que se llamaba Trinidad, hacía canastas. Entonces mi abuela de pequeñita se metía en las canastas que hacía su mama y se quedaba dormida. De ahí le pusieron 'La Gallina', porque se quedaba dormida como una gallinilla.
–El alma de todo esto fue y sigue siendo vuestro padre. ¿Cómo era Juanillo?
–Era único, un padre increíble, y una madre increíble, porque han luchado mucho, nos han dado unos valores de respeto, nada de racismo (siendo gitano), abriéndonos el camino hacia otras culturas. Era amigo de un cantaor, de un abogado y de un barrendero, de todo el mundo; era una persona que hablaba de todo, que tenía cultura aunque no hubiera estudiado, que contaba miles de anécdotas porque había pasado por su casa mucha gente. Era una persona muy sabia y con mucho amor y mucha vida, y todo eso nos lo ha trasladado a nosotras. Venían a buscarlo de todos sitios. Cuando empezaron a dar comidas en Casa Juanillo, subían no solo los artistas sino la gente de Granada para hablar con él, para echar un rato con él. Ahora que estamos tanto con la lucha de los gais, las lesbianas y el colectivo, en aquella época era habitual. El primer beso que vimos entre dos mujeres o entre dos hombres fue en Casa Juanillo, cuando eso no se veía en la calle. Tenía una mente muy abierta. Hemos crecido con mucha libertad.
–¿Cómo fueron sus comienzos?
–La cueva empezó como Venta Juanillo, en 1992. Por ella pasaron artistas de renombre, desde Luis de la Pica, en su última actuación, que se puede ver en YouTube, hasta Remedios Amaya, el Indio Gitano, Ramón el Portugués, Sorderita, Capullo de Jerez, el Torta y muchísimos más. En 1999 pasó a ser Venta el Gallo; hicimos reforma y decidimos poner el tablao (es la única cueva que tiene escenario). Como mi padre sabía que nosotras éramos bailaoras, decidió poner el tablao para que sus hijas bailasen y tuvieran un negocio propio donde trabajar. En 2002 nos dieron el Premio al Prestigio Turístico; en ese mismo año se grabó en la Venta el último videoclip de Manzanita, 'Hueso na má'; también fue el único tablao de la época que escogió el Festival de Música y Danza para hacer los trasnoches flamencos, junto a la Peña de la Platería y el Carmen de los Chapiteles; además asistimos con el tablao al Festival de Música Gitana que se celebró en Finlandia. Así lo tuvimos hasta 2005 que lo alquilamos.
–¿Cómo se plantea a partir de ahora?
–Seguiremos siendo tablao, desde luego, pero también queremos abrirnos al público granadino y nacional. Es necesario que la gente de la tierra se acostumbre a ir a los tablaos, que no es un flamenco tan solo para guiris. Es un flamenco con calidad, puede venir un guiri, puede venir un español, un sevillano, un granadino…, porque es de calidad y los precios son asequibles; una cerveza puede costarte como en Plaza Nueva. A ver si se dan cuenta que los mismos artistas que estamos aquí en el Sacromonte luego estamos en los festivales. No por bailar en un tablao se puede desvalorizar el flamenco que se ofrece.
–Se inauguró anoche, entonces.
–No, no era una inauguración, es una reapertura, porque hay que arrancar de alguna forma. La inauguración se hará más adelante, si Dios quiere, cuando volvamos a la normalidad. Ahora mismo nos tenemos que adaptar a la situación que hay y es muy complicado.
–¿Cómo se ha preparado esa reapertura?
–Tomando todas las medidas de seguridad, lógicamente, y esperando que venga público. Que a la gente de Granada se le quite el miedo de subir al Sacromonte; que el Sacromonte no es solo el día del Cristo de los Gitanos o el Día de San Cecilio y por las mañanas, a las ocho de la mañana, para darte un paseo; que el Sacromonte es nuestro, de todos los granadinos, y no hay que tener miedo de nada. Aquí se puede venir a comer, a tapear, a ver un poquito de flamenco, a tomarse una cerveza. Es increíble que la gente de fuera disfrute de este barrio y que la gente de Granada lo tenga como marginado. Nosotras, ahora mismo, con la situación que tenemos, nuestra intención es que la gente de Granada venga y nos conozca, y luego el resto del público. Estaremos abiertos todo el día, menos la hora de la comida y de la siesta, para el que quiera comprar entradas, tomarse una tapita o ver la cueva. Tenemos terraza arriba, con buena panorámica a la Alhambra, donde se puede tomar una tapa de jamón, de queso, y también tenemos restaurante. Por otra parte estamos abiertos para una reunión de trabajo, para comuniones, celebraciones o cualquier otro evento que quiera celebrarse. En un futuro queremos hacer también algún ciclo flamenco y quizá una escuela de baile. Tenemos muchas ideas.
–¿Hay un sello especial en vuestro baile?
–Cada una es más o menos diferente. Yo, Jara, de jovencita tuve mi formación de clásico español y después con Angustias y todos los maestros que han ido pasando, con Mario. Me siento una bailaora, no tradicional tradicional, sino como van los tiempos. Me gusta recordar la raíz, pero luego, en un momento dado, me gusta tener libertad para expresarme. Le doy muchísimo valor a la improvisación. Para mí, sinceramente, es el momento en que disfruto, en el que me elevo, que no sabes lo que va a pasar. Yo, Antonia, cuando estábamos en lo de Mario Maya, no podía estar como todas las niñas, ahora para acá, ahora para allá, con una coreografía; sin embargo me subía al escenario y sabía hacer mi baile y las niñas, la mayoría que estaban allí, supercorrectas, para la derecha, para la izquierda, lo cogían todo, pero después se daban una 'patá' por bulerías y como si no supieran bailar.
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