Festival internacional de la guitarra
Raphaella Smits, 'cicerone' de un viaje musical al virtuosismo del siglo XIXLa solista belga maravilla con su guitarra de ocho cuerdas y 200 años de antigüedad, en un recital con obras de Fernando Sor, Giuliani y Diabelli
Entra la novena edición del Festival Internacional de la Guitarra en su última semana, y anoche, en un lunes que batió muchos de los récords ... en el mercurio, acogió al que, probablemente, es el instrumento más delicado del ciclo: una guitarra de ocho cuerdas producida en Mirecourt de 1827. Como recordó el propio director del Festival, Vicente Coves, en su introducción al recital, Mirecourt es conocida como 'la Cremona francesa' por la calidad de los instrumentos allí producidos y su extraordinaria delicadeza y sonoridad. Una sonoridad puesta a prueba, todo hay que decirlo, por la elevada temperatura, y que, como su intérprete, superó el 'test de estrés' con un sobresaliente.
Comenzó la instrumentista interpretando la 'Grande Ouverture, op. 61', de Mauro Giuliani, con sus dos movimientos, 'Andante sostenuto' y 'Allegro maestoso', Giuliani se insertó plenamente en el periodo en que le tocó vivir y crear, donde el efectismo y la grandilocuencia sonora fueron la norma, y esta obra, desde el aumentativo que acompaña su título, busca impactar al oyente. El propio compositor era muy consciente de su habilidad, por eso cargó las tintas en algunos pasajes donde podía hacer gala de su virtuosismo, partiendo, sin embargo, de melodías pegadizas y armonías ligeras. Sabedora de esta circunstancia, Smits hizo de su interpretación una introducción ligera, cantarina, al resto del recital, ganándose el aplauso del público que cubrió buena parte del aforo del Museo de San Juan de Dios, pese a ser lunes e, insistimos, pese al intenso calor reinante.
La intérprete belga alteró el programa inicialmente previsto en su orden, y a continuación ejecutó la obra de Fernando Sor, 'Fantaisie pour la guitare dediée à son ami Ignace Pleyel, op. 7', que se estructura en una primera parte con tempo de 'Largo' y siete variaciones sobre un tema a continuación. Curiosamente, es una obra poco anterior al instrumento con el que se interpretó anoche –data de 1814, poco después de la llegada de Sor a París– y su dedicatario era el equivalente a lo que hoy podríamos designar como un 'influencer' dentro del mundo de la música. Pleyel era una celebridad: pianista de fama, compositor y fabricante de pianos. Como curiosidad, cabe destacar que el piano en el que Falla compuso algunas de sus obras, y que se encuentra hoy en la Casa Museo del más granadino de los gaditanos, llevaba el sello de esta firma, aunque se fabricó mucho después de la muerte de Ignace.
Delicadeza
La interpretación de Smits volvió a ser de sobresaliente, teniendo en cuenta que algunos de los arpegios de la obra son endiablados –se dice que ningún contemporáneo de Sor se atrevió con ella– y la riqueza de la melodía precisa atención constante.
Finalizó el recital la guitarrista con la interpretación de la 'Sonata número 3, op. 168' de Antonio Diabelli, una obra que, como recordó Smits, es muy raramente programada, precisamente, de nuevo, por la dificultad que entraña, ya que fue compuesta originalmente para piano. Comienza esta con un chispeante 'Allegro moderato', con el clásico retorno al tema principal tras variaciones sobre este, creando un círculo que se abre y cierra recordando al oyente la melodía que sostiene la pieza. Continúa con un 'Andantino' y finaliza con un 'Rondo. Allegro' que retoma algunos de los temas del primer movimiento.
El de anoche fue un recital dedicado a amantes de la música clásica para guitarra. La longitud de las piezas –lejos del aplauso frecuente y el efecto musical que provocan piezas más cortas, diseñadas para la 'digestión' fácil– hizo que se convirtiera en un recorrido por el virtuosismo del XIX y por las capitales de la música en ese periodo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión