Arte

Cénit renacentista

El Prado lleva a su galería central las esculturas de los Leoni

Son las esculturas de la emperatriz Isabel de Portugal, la reina María de Hungría, Carlos V y Felipe II, todas realizadas en los talleres de Leone (1509-1590) y Pompeo Leoni (h. 1533-1608), los más importantes e influyentes escultores de su época al servicio de la Corte española. Las cinco obras se recolocan a menor altura, lo que permite disfrutar los detalles de su factura.

Las cinco esculturas que estaban en el Claustro de los Jerónimos pasan de forma permanente al lugar más noble del Prado, su Galería Central, junto a pinturas de Tiziano, que también contribuyó a difundir la imagen de la Familia Real. «Se devuelve a estas cinco esculturas su gran simbolismo en el contexto del retrato dinástico de los Habsburgo, afianzando así el propio discurso expositivo del Museo», dicen sus responsables de una iniciativa «de gran trascendencia por la relevancia artística de las obras.

El Prado atesora las más excepcionales esculturas renacentistas de los afamados escultores milaneses. Es uno de los grupos más icónicos de su época. «La alta calidad técnica y formal de los diversos retratos de la familia del emperador Carlos V se sitúa en uno de los estadios más elevados de excelencia artística de lo que se estaba llevando a cabo en la escultura europea del siglo XVI», destaca el museo.

Con una función conmemorativa que buscaba perpetuar el linaje y la fama mediante la representación plástica, las esculturas son «un verdadero alarde no sólo del concepto compositivo, derivado de los consagrados modelos grecolatinos, sino en un esmerado acabado, de extraordinaria minuciosidad, propia de un trabajo de orfebrería».

El origen de las tres piezas en bronce, de cuerpo entero, de la emperatriz Isabel, su hijo el rey Felipe II y su tía María de Hungría, está en la galería de retratos que María, hermana del emperador, proyectaba para su castillo de Binche, en las inmediaciones de Bruselas y que se inspiraba en el ambicioso programa dinástico que rodeaba el sepulcro del emperador Maximiliano de Habsburgo en Innsbruck, que aún se conserva allí.

A su lado, obras de extraordinario valor, como el busto en bronce de Carlos V, que utiliza en su base tipologías del mundo clásico, o la escultura en mármol de cuerpo entero del mismo monarca, armado, con manto y con el símbolo del águila como si se tratara de un emperador romano, son la expresión más acabada de un exquisito encargo.

La nueva ubicación de las cinco obras en la galería central, cercanas a pinturas de genios como Tiziano -que también sirvieron a la difusión de la imagen de la familia real-, «establece un juego enriquecedor entre la pintura y la escultura, colocadas en un mismo plano para evocar el contexto en que se alumbraron y valorar la íntima vinculación iconográfica, de indumentaria, y simbólica».

Colocadas a una altura más accesible a la vista, «el espectador podrá disfrutar los detalles de su factura y valorar la extraordinaria habilidad de unos artífices para los que el detalle formaba parte inherente de una obra cargada de diversos significados». Situadas ahora «en su entorno natural», conforman «un espacio de alta densidad simbólica».

La recolocación de las esculturas se suma a las nueva instalación en el Patio Norte del Edificio Villanueva, la Sala 58 B, de un conjunto único de 18 medallones anónimos de mármol con perfiles de diversos personajes, datados en fechas anteriores al siglo XV, y en la Galería Jónica norte de la primera planta del edificio Villanueva, Unas obras que según los responsables del museo «permiten un acercamiento más panorámico, completo y sugestivo a la creación en estas disciplinas artísticas desde al Antiguo Egipto al Barroco».