La poesía granadina, 'on fire'
'Versos al amor de la lumbre', el nuevo número de la revista Lumbre, se presenta esta tarde en el Centro Artístico
La poesía granadina es un universo complejo. Tanto como lo es una ciudad con mucha historia, también en lo literario. Javier Gilabert, Gerardo Rodríguez ... Salas y Fernando Jaén, autodefinidos como «tres personas sin más pretensión que tomarle el pulso a lo que sucede en la actualidad en la poesía de Granada» han conseguido –quizá precisamente por esa ausencia de 'mesianismo' que en ocasiones impregna el quehacer literario– incrustar a más de 100 poetas en el nuevo número de la Revista Lumbre, titulado 'Versos al amor de la lumbre', que se presenta hoy a las 20.00 en el Centro Artístico. Galeradas de esta revista llevan ya unos días circulando entre los especímenes del hábitat letrado granadino, y de momento, la acogida ha sido tan unánime como elogiosa.
'Versos al amor de la lumbre' es un complejo mapa del mundo literario local –entiéndase como tal las obras hechas en Granada y desde Granada, aunque sus autores no sean nativos–, y que se presta a múltiples lecturas. Es, como afirman sus coordinadores, una guía de viaje con estación, parada, y a veces fonda, en rincones y esquinas. Un periplo que se inicia entre los versos de Rafael Guillén, reciente finalista del Premio de la Crítica y punto de partida de muchas trayectorias posteriores. En su poema 'La huella', vuelve, contrariamente a lo que es norma, a los lugares donde ha sido feliz, a la arquitectura de calles inertes a ras de suelo y llenas de vida.
Su poema arranca así: «Todo lo bello deja un hueco/en el lugar en donde estuvo, como/ queda la huella/de un cuadro en la pared en donde/ permaneció colgado un tiempo.' Y concluye aludiendo a 'ese milagro/que no termina». La contemporaneidad de Guillén lleva al lector a recorrer barrios con nombre y solera, como el de 'La otra sentimentalidad'. Mientras Álvaro Salvador reflexiona sobre la capacidad salvífica del verso, Luis García Montero, vecino de calle, recuerda a un hombre salvado por el arte, Enrique Morente. Musical, fiel a su trayectoria y muy especialmente a su trabajo más reciente, llega la aportación de Ángeles Mora. Y también Teresa Gómez, que urde una estratagema del silencio dialogando con el 'Concierto número 2 para violonchelo' de Shostakovich, el del xilófono cantarín que acaba en un silencio casi de muerte. También hablan los muertos, porque siguen vivos. Habla Javier Egea en 'M. B.' de ese pájaro de la juventud que se escapa del brocal del pozo, y de esa experiencia que nace del 'tic, tac' inexorable del reloj bebe Javier Gilabert en su 'Canción'.
Senda de maestros
El Premio Nacional ahora afincado en Motril Antonio Carvajal es señal de chaflán en otra de las esquinas, apelando, quizá, al fin de las riñas entre poetas: «Se puede ser hermano de un hermano que piensa/ de manera distinta sin perderle el cariño». Y se puede ocultar la verdadera querencia en una ciénaga, como Cabrera Martos en 'Fabliaux de lugares pantanosos'. El paso del tiempo y el natural deterioro de las relaciones humanas aparece en 'Me deja estar' del emigrado Luis Muñoz, mientras José Carlos Rosales hace confesión de su dicotomía existencial en 'Casi negra' o Friebe, protagonista poético de esta misma semana en Diente de Oro, sigue deshojando la margarita de la felicidad.
Esa felicidad que, como la propia existencia o el verso, forma parte del cúmulo de dudas del ser consciente. Así, mientras Trinidad Gan duda del lenguaje y Bozalongo duda de las intenciones infraestructurales, Carmen Canet pregunta en sus haikus por el eterno retorno de la vida, esa que las convenciones estéticas emborronan, como recuerda Mónica Doña. No siempre la vida es un castigo, como dice Alfonso Salazar. Y de esta manera, mientras Neuman se inventa un compañero felino, Erika Martínez es libremente apresada por la poesía y Praena habla de lavar las culpas, Gracia Morales llama a la conciencia y Olalla Castro huye de etiquetas caducas, esas mismas que Gerardo Rodríguez coloca en esas redes sociales que le hacen callos en las manos.
La riqueza expresiva de la poesía granadina habla de habitaciones húmedas, como Fernando Jaén en 'La estancia', o como los aún casi núbiles Rosa Berbel, María Elena Higueruelo o Juan Domingo Aguilar, de los fenómenos que escalan la conciencia y la consciencia. Esa misma libertad que mantuvo viva Mariluz Escribano, como dice Remedios Sánchez en la introducción de esa aportación-homenaje que abre la revista. Madre y amiga de muchos de ellos, ajena a conciliábulos y a mezquindades, presente con tres poemas 'Si me olvido del mar', 'Canción de la huerta' y '1936', dedicado a su padre, fusilado en las tapias del cementerio. Recuerdo de muerte traicionera en esta celebración de la vida, que por sólo 10 euros –pronto disponible en librerías– ofrece al lector un viaje por la Granada que ve pasar la vida entre rimas.
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