Ángeles Mora | Poeta
«En mis poemas pesa el dolor, pero también hay luz»La Premio Nacional publica 'Quién anda aquí' (Tusquets), el libro que reúne toda su producción en verso entre el año 1982 y el presente
La poeta granadina de adopción Ángeles Mora (Rute, Córdoba, 1952), maneja el volumen de su poesía reunida, titulado 'Quién anda aquí', publicado por Tusquets. «Pesa, ... he escrito mucho», dice con humor. No cabe duda de que la ganadora del Premio Nacional de Poesía por 'Ficciones para una autobiografía' ofrece un discurso coherente. Quienes le hinquen el diente a este libro descubrirán qué tiene este agua, aparte de su 'arte de ser humana', para que la bendigan.
–¿Tiene usted memoria selectiva?
–Creo que es imposible controlar lo que se queda en la memoria y el olvido. Hay acontecimientos en nuestra vida que nos marcan, que vuelven una y otra vez a nuestra memoria cuando quieren, que te remueven especialmente de una forma u otra: alegría, dolor… Pero también olvidamos, no sé si consciente o inconscientemente. A veces me recuerdan cosas absolutamente olvidadas, que no puedo volver a recordar, que se han borrado. Si a esto le llamamos memoria selectiva...
–¿Se traslada esa memoria selectiva a sus libros?
–Se escribe sobre lo que te afecta intensamente. Puede ser el ayer, pero también el presente. Y le diría más, el recuerdo se vuelve presente también cuando escribes: el ayer y el hoy se mezclan. Pero el poema no cuenta mi vida, piensa desde mi vida y la realidad social, el mundo que la envuelve, con el que nos relacionamos, la lucha por ser persona, la búsqueda de un yo propio y libre.
–En 40 años ha cambiado mucho la vida de las mujeres en nuestro país. ¿Cómo cambió la suya?
–Tras la muerte de Franco, se respiraban aires de libertad. Toda aquella alegría que rondaba por las calles fue mía también. Las mujeres fuimos reconquistando derechos perdidos o que nunca tuvimos. Y sobre todo, luchamos por escapar del lugar social que se nos otorgaba: lo privado y la sensibilidad, frente a la razón y lo público, que eran del hombre. En esa lucha estuve, estoy y me reconozco.
«Me dolió descubrir que el mundo poético es tan duro y competitivo como cualquier otro»
–¿Ha narrado usted a través de sus libros ese cambio?
–Al menos lo he intentado. La Otra Sentimentalidad surgió con el deseo de que nuestra poética sirviera para reflexionar, en el intento de cambiar la mirada y la manera de vivir las relaciones sociales. Algo que, ya antes de que naciera el grupo, cada cual a su manera veníamos preparando al hilo de nuestras ideas y lecturas. En mi caso, además de las más lejanas, quizás la lectura de Lorca, Rosalía, Antonio Machado, Ángela Figuera, Miguel Hernández, Blas de Otero, Gil de Biedma, Ángel González, Julia Uceda, Gloria Fuertes, etcétera. Fue muy rica la poesía que a contracorriente se escribió en España durante el franquismo. Y no olvido a poetas hispanoamericanas o europeas que me influyeron, o a Emily Dickinson, tan especial. Todo ese bagaje cultural, junto a las clases iluminadoras, decisivas, de Juan Carlos Rodríguez, nos pusieron en marcha. Mis primeros libros, 'Pensando que el camino iba derecho', 'La canción del olvido' o 'La guerra de los treinta años', significaron una profunda meditación y análisis, una manera de pensar la vida y mi vida desde el lugar de una mujer bajo aquella luz teórica.
Madurez
–¿Cuándo sintió usted que entraba en la madurez? ¿Hubo algún poemario que escribiera con esa conciencia de haberla alcanzado?
–Quizás a partir de 'Contradicciones, pájaros', uno de los libros más significativos que he escrito, creo. Obtuvo el Premio Ciudad de Melilla, se publicó en Visor y circuló mucho más que los anteriores. 'Bajo la alfombra' lo considero también muy importante en mi trayectoria y no digamos 'Ficciones para una autobiografía' que me dio el Premio Nacional de la Crítica (2015) y el Premio Nacional de Poesía en 2016. El acto de entrega por los Reyes en la Catedral de Cuenca me llevó a conocer a mi nuevo editor.
En mi último libro, 'Soñar con bicicletas', hago un cierto recuento feminista de diversas situaciones en la vida de una mujer, además de homenajear a la poesía y hundirme en las pesadillas de nuestro mundo desequilibrado. En la última parte de este me las entiendo con el recuerdo del que fue gran compañero de mi vida, o más bien con su ausencia.
–La poeta no puede ser equidistante ante nada. ¿Cuál es su compromiso hoy?
–Seguir luchado con esperanza por un mundo mejor, que es lo que digo en mi poema 'Soñar con bicicletas'.
«Quiero seguir luchando con esperanza para conseguir un mundo mejor»
–¿Cuál ha sido su mayor decepción literaria? ¿Y vital?
–Nuestra vida está llena de heridas. No quiero decidir ahora cuál fue la mayor. Mi gran decepción literaria fue tal vez descubrir que el mundo poético es tan duro y competitivo como cualquiera. Nada que ver con lo que creía de jovencita.
–¿La suya ha sido tanto una poética de la luz como del dolor? ¿En qué medida se ha impuesto una sobre otra?
–El peso del dolor es mucho, pero creo que la luz y la dicha aparecen también vivamente en mis poemas.
–Entre las páginas de su libro se puede leer su música, la suya propia, que es única y una de sus señas de identidad como autora. ¿Le ha costado llevar el compás, o siempre le salió fácil?
–Nunca es fácil seguir el camino de un poema, adentrarse en su espesura. El ritmo se me va imponiendo y me ayuda a desbrozarla con la luz y el cuchillo de la palabra. El claro del bosque te llama, está al final: no siempre se llega.
–En los inéditos que cierran el libro hay un poco de cada década de creación. ¿Con qué periodo se queda, si se queda con alguno?
–Tal vez sea como dice, pero en realidad estos inéditos finales solo pretenden ser como un ramo de flores escogido al azar, mezclando margaritas, rosas, violetas, nardos, algún clavel…
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión