David Jiménez-Blanco | Presidente de la Bolsa de Madrid y escritor
«El pasado mestizo de España es enriquecedor, pero se ha infravalorado»Apasionado de las finanzas y de la historia, rescata en su libro 'Conversos' la trayectoria de Salomón Leví, un exrabino del siglo XIVque llegó a obispo
David Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz (Granada, 1963) presenta este martes en el Cuarto Real de Santo Domingo (19.00 horas), acompañado del director de ... IDEAL, Quico Chirino, su libro 'Conversos' (ed. Almuzara), un recorrido por los escenarios de la vieja Sefarad que protagoniza Salomón Leví, un rabino del siglo XIVque se convirtió al cristianismo y llegó a obispo. El presidente de la Bolsa de Madrid, apasionado de las finanzas y de la historia, reivindica la herencia judía –también la musulmana– en la identidad española y rescata a aquellos 'tránsfugas' que la historia ha condenado al olvido.
–Siempre se ha dedicado a las finanzas. ¿Escribir historia era una vocación postergada?
–Toda mi vida he sido aficionado a leer y a viajar y siempre me ha gustado mucho la historia de la formación de España. Creo que las finanzas y la historia están mucho más unidas de lo que se cree; al fin y al cabo, para invertir tienes que entender hacia dónde va el mundo y eso supone entender de dónde viene. Mi padre [el jurista y político granadino Antonio Jiménez Blanco] tenía la misma vocación histórica; a él le gustaba mucho el siglo XIX español y a mí, por alguna razón, me gustan el XIV y el XV.
–'Conversos' es un viaje detectivesco en el espacio y el tiempo que emprende con su amigo Samuel Bengio, hijo de la diáspora...
–La historia está muy unida al territorio; no ocurre en el vacío. No hay más que ver las huellas que ha dejado. Siempre me ha interesado mucho el debate del siglo XX entre Sánchez Albornoz y Américo Castro, dos grandes historiadores en el exilio que amaban mucho a España con dos visiones distintas. Creo que la historia de España, que se palpa además viajando por España, es la de judíos, moros y cristianos, como decía Américo Castro. Esa herencia, que además es muy táctil, me parece fascinante: es maravilloso verla en la Alhambra de Granada y el Alcázar de Sevilla, en Toledo o en Zaragoza.
–El hilo conductor de ese viaje es Salomón Leví/Pablo de Santa María. ¿Quién fue?
–Siempre se ha dado por supuesto que España expulsó a los judíos en 1492, pero estudiando la historia de manera más profunda se descubre que expulsó a muchos, pero no a todos. La sociedad cristiana de la época absorbió, en buena medida por las malas, a mucha gente judía que se convirtió al cristianismo. Eso ocurrió desde 1391, noventa años más tarde se creó la Inquisición y en 1492 se expulsó a aquellos que seguían siendo judíos después de muchas oleadas de conversiones. Entre cristianos y judíos hay un grupo intermedio, un poco olvidado por la historia, que se quedó, que sufrió más o menos la represión de la Inquisición, y que son nuestros antepasados, como por cierto lo son los descendientes de los musulmanes que estuvieron tantísimos años en España. A mí me gusta ese pasado mestizo de España que se ha tendido a infravalorar; es enriquecedor. Salomón Leví es un personaje paradigmático: ve cómo los judíos van perdiendo pie y, con un enfoque bastante práctico y a lo mejor poco heroico, se convierte y se mete de lleno en el mundo cristiano. Abandona a su mujer, deja a sus cinco hijos al cuidado de los dominicos en Burgos y se va a París, donde se ordena sacerdote, estudia Teología y hace amistad con Pedro de Luna, que se convertiría en el papa Benedicto XIII en Aviñón. Por su ayuda le premia con el obispado de Cartagena primero y de Burgos, su ciudad natal, después. Llegó muy alto en la escala rabínica y en la escala católica, y es paradigmático de muchos conversos que llegaron muy lejos, desde la corte de los Reyes Católicos hasta el mundo de las letras. Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Góngora eran descendientes de conversos.
–¿Cree que el legado judío en la identidad española ha sido ocultado por la historiografía?
–Creo que ha sido ocultado por ambos lados, porque a nadie le gusta un converso: a los judíos les encanta enfatizar al heroico criptojudío, que se convierte aparentemente pero sigue profesando en su casa, y a los inquisidores les gustaba fomentar esa misma imagen. Pero hay gente pragmática que se convierte y tira para adelante con la nueva situación que no cae bien a nadie. El converso de la Edad Media es el equivalente hoy de quien cambia de partido político: normalmente es mal visto en el partido que dejó y no es bien aceptado en el partido al que se une.
–Usted preside la Fundación Amigos de la Alhambra, un monumento que simboliza la convivencia entre culturas y religiones.
–La Alhambra es precisamente un resto físico en el espacio material de una historia maravillosa que es no solo la de Granada, sino la de toda España. Reivindico el valor de la Edad Media, que tiene mala reputación. Si dices de alguien que tiene una mentalidad medieval, te parece un horror. Si dices que tiene una mentalidad renacentista, piensas en alguien muy culto... Pero casi toda la represión y supresión de la diferencia ocurrió a partir del Renacimiento. La Edad Media española fue muy complicada y hubo muchas guerras, pero tuvo algo de único en la historia del mundo que hay que reivindicar, y la Alhambra es un resto maravilloso de ello.
–Como comisario de la Capitalidad Cultural, ¿qué papel cree que debe jugar esa mezcla cultural en la candidatura de Granada?
–Muchas ciudades españolas pueden reivindicar las tres culturas, y algunas de las candidatas lo hacen. Pero Granada tiene una cuarta cultura, además de la cristiana, la musulmana y la judía. La minoría gitana, bastante desconocida y poco estudiada, aporta muchísimo al arte, la música y la sensibilidad, y Granada tiene que convertirse en un foro de apreciación de todas las culturas que han formado Europa y que en pocos sitios están tan unidas.
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