Conciertos en Granada
Noche de colores con la OCG en el Palacio de DeportesLa formación local, con un coro en excelente forma y Crespo, Marín y Cantarero como solistas, derramó un repertorio zarzuelero con gracia
Una noche en escarlata y negro sirvió para conectar de nuevo a la Orquesta Ciudad de Granada con un público que en parte está abonado ... a la temporada de la formación y en parte acudió al reclamo de lo gratis, el más potente, por desgracia, en el mundo de la cultura. Es ese mismo público que no apaga los móviles, habla entre las piezas a grito pelado, silba, come patatas fritas extraídas de ruidosas bolsas, llega tarde y no domina la dinámica habitual en un concierto de música clásica, como fue el de anoche, por más que se disfrace convenientemente de fiesta, y se ofrezca en un espacio no habitual, un auténtico castigo para la sonoridad de una formación como la OCG, magistralmente maquillado una vez más por la mano del ingeniero de sonido Cheluís Salmerón.
Dicho lo cual, con el escarlata de las flores en el pelo de las coralistas y el negro de sus atuendos y los de la orquesta, comenzó un concierto que tuvo su introducción en el 'Preludio' de 'El tambor de granaderos', en su día también música de entrada de aquellos programas de 'Antología de la zarzuela' que dirigiera en TVE el maestro Fernando García de la Vega. Situados ya ante el aparato de televisión virtual, el coro hizo su presentación con las 'Seguidillas' de 'La verbena de la paloma', otra de las piezas imprescindibles en cualquier gala de zarzuela. Y a renglón seguido, el desfile de los tres solistas, tres granadinos con una ya amplia carrera en los escenarios de ópera: el bajo Francisco Crespo, que interpretó con una muy interesante profundidad y su excelente oficio 'Mi barca vieja' de la zarzuela 'La galeota', de Salvador Codina; el tenor Moisés Marín, quien volvió a su ciudad tras el éxito de 'Turandot' en el Festival Internacional de Música y Danza, y a quien tocó lucirse con el 'No puede ser' de 'La tabernera del puerto', llevada al cielo en su día por Kraus y Domingo, y finalmente, la soprano Mariola Cantarero, exuberante con un vestido rojo –de nuevo, el escarlata–, para interpretar un tema de fuerte raigambre local, las 'Sierras de Granada' de 'La tempranica', obra de Gerónimo Giménez. Las muy agradecidas interpretaciones de Marín y Cantarero cosecharon calurosos aplausos.
A partir de ese momento, se repitió el esquema de intervenciones musicales y vocales. Primero, la orquesta interpretando otro preludio, en este caso, el de 'El bateo', de Federico Chueca. La formación granadina sonó, pese a todo, contundente, con los metales y la percusión, como corresponde, en un papel estelar. El director Miquel Ortega, un auténtico especialista en el repertorio del mal llamado 'género chico', fue capaz de llevar a la orquesta con la alegría no exenta de control que requería la ocasión. Muy compenetrados estuvieron Crespo y Marín en el cómico dúo de Giuseppini y Querubini de 'El dúo de la africana', en un entrañable 'itañol', sobreponiéndose al 'crescendo' con solvencia. Y fueron derramándose otros imprescindibles, como la 'Ronda de enamorados' de 'La del soto del Parral'; la mazurka de las sombrillas –de encaje y seda– de 'Luisa Fernanda'; la salida de 'Cecilia' –con cambio de vestuario de la Cantarero– o el 'Dúo de La Antonelli y Giuseppini' con el que finalizó el programa 'oficial'. Colorida fiesta musical española en vísperas del día de la Hispanidad, que celebramos hoy.
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