La pachanga de Carlos Cano ilumina el Palacio de Congresos de Granada
Toni Mori puso voz al homenaje al cantaor granadino, que fue más una celebración que una reflexión intimista para vindicar su lucha
jorge fernández bustos
Lunes, 14 de febrero 2022, 00:13
Hay muchas maneras de acercarse a Carlos Cano. Toni Mori y su orquesta lo abordaron el sábado, en la Sala Falla del Palacio de Congresos, ... de la forma más lúdica y festera para animar a la tropa y no para reflexionar en su protesta o vindicar su permanente lucha. Es una forma, como digo, y los asistentes que llenaron el patio (la mayoría de edad avanzada) disfrutaron con unas canciones que ya se han hecho tan populares como pegadizas. El concierto 'Luna y clavel' es un homenaje al cantor granadino (según Facundo Cabral, cantante es el que puede, cantor es el que debe), que recorre la vida de sus coplas a través de la explicación de una locutora, desgranando frívolamente la historia, casi siempre desgarradora de cada una de ellas. La bailaora Victoria Fernández enriquecía con el color su danza alguna de las piezas que interpretaba Antonio Morillas (Toni Mori), con buena y rotunda voz, y sus uniformados músicos de negro y clavel. Una sucesión de pueriles diapositivas de trasfondo complementaban el espectáculo.
Tras una voz en off del propio Mori, dando la bienvenida, «como Miguel Ríos», donde explicaba lo que íbamos a ver y a escuchar, comenzó la verbena. Saxo, batería, guitarra eléctrica, bajo, teclado y voz con la 'Chiclanera' saturaban el ambiente hasta el acople (hubo que esperar al tercer tema para que se moderara la potencia del sonido). La actriz y presentadora Antonia Triviño hizo con desparpajo un recorrido por la vida de Carlos Cano y fue introduciendo cada canción para crear ambiente.
«Las estrellas»
El segundo tema seleccionado es la 'Habanera imposible' («Granada vive en sí misma tan prisionera que solo tiene salida por las estrellas»). En la 'Alacena de las monjas' el sonido estuvo más equilibrado, para pasar a 'María la Portuguesa' y su triste historia, ya redondeada. No obstante la riqueza interpretativa se paliaba con una limitada pasión. Los que buscábamos intimidad y compromiso en el anunciado 'tributo a Carlos Cano' posiblemente solo lo encontramos en la copla 'El Salustiano', donde quedó solo la guitarra y el baterista abandonó las bases, el bombo y los platillos para tañer la caja. Las 'Sevillanas de Chamberí', escritas al alimón por Carlos Cano y Antonio Burgos, fueron acompasadas por las palmas del público; unas palmas cómplices que acompañaron la murga, con mayor o menor intensidad, hasta el final de la noche. 'Verde, blanca y verde', más que un himno Andaluz, es un grito de esperanza; y 'Macarena' es un acercamiento a la Semana Santa de Sevilla. 'La bien pagá', tantas veces interpretada, la popularizó Miguel de Molina, pero es un tema de Perelló y Mostazo; 'Luna de abril', que recuerda la Revolución de los Claveles del país vecino, dio paso al pasodoble 'A ver los barcos venir', que interpretó el bajista y adaptador musical del repertorio, y a la tango-copla 'Tango de las madres locas', en la que Carlos se hermanó con las madres de la Plaza de Mayo bonaerense.
Terminó el concierto con la divertida 'Verigüés fandango' (la imposibilidad de que los extranjeros aprendieran a bailar sevillanas por ósmosis) y con las exitosas 'Habaneras de Cádiz' (también compuesta junto a Burgos). Como bis, no podía faltar la 'Murga de los currelantes', que todo el mundo correó con meridiana entrega. El concierto cumplió su función; el concierto era eso, pasar una noche desinhibida escuchando unas canciones que se han popularizado, que pertenecen a todos y olvidarse de los problemas que precisamente denunciaba Carlos Cano.
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