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Cuando manda el compás

Una novedad es la incorporación de la 'mesa de percusión', ideada por Manuel Busto, a partir de la mesa tradicional, el cajón y la batería, que ya pudimos ver recientemente tañida por Los Mellis. Así, Agustín Diassera, al mando de este nuevo 'instrumento', tomó un protagonismo especial, ocupando el centro de la escena, en el que se apoya la esencia de la obra de Busto, en la que destaca la cohesión de la orquesta y los recursos tímbricos. El 'soniquete' no sólo partió de Diassera, sino que la orquesta al completo (lo que llamó poderosamente la atención), en un momento dado, comenzaron a marcar el compás golpeando con el pie. Busto también contó con bailaora y cantaor, que quedaron desdibujados, no sólo por entrar atravesando el patio de butacas, sino por el desmayo de una señora entre el público en ese mismo momento, que sin remedio desvió la atención.

La noche terminó, como dijimos en un principio, con la obra de Mauricio Sotelo. Una obra de amalgama, donde encaja a la perfección el compuesto de la orquesta, con el kit de percusión de Carlos Merino y con el cante de Sergio Gómez 'el Colorao', que comenzó por toná, para pasar seguidamente a la seguiriya y, de ahí, a la soleá, a la bulería, a la granaína morentiana, a la serrana, a las alegrías y otra vez a la bulería. Bulería, esta última, que sirvió de bis para cerrar la noche. En estos 'Cantes de rojo fuego' sobresalía el diálogo continuo que mantuvo el saxofonista Juan M. Jiménez con la extraordinaria bailaora Fuensanta 'la Moneta' que, con su sentido rítmico y sus recursos expresivos, iba ilustrando cada uno de los momentos.

Al final de cada una de las obras, subieron sus compositores de entre el público a saludar al director, a la orquesta y al respetable. Busto y Sotelo, junto con algún compositor más de la actualidad (como el mexicano Leo Brouwer), con su obra y sentido estético, dignifican el flamenco, comprendiendo y difundiendo la complejidad y la riqueza que este arte encierra.