Lapido: Touché
El 'poeta eléctrico' llenó el teatro Cajagranada con un concierto enérgico y muy emotivo
Juan Jesús García
Domingo, 30 de abril 2023, 10:38
Estos días hemos visto colas de varios días en Barcelona para estar cerca de Bruce Springsteen, de gente muy paciente y con mucha ilusión que, ... preguntada, manifestaba haber pasado ya de la admiración a la devoción. En términos cualitativos el público que sigue a José Ignacio García Lapido, sea con 091 o en solitario, se asemeja en adhesión incondicional. Juramentados casi. Y él los ha tenido en barbecho un lustro, relativo, ya que en el interín se reactivó, productiva y activamente la banda madre. Sus conciertos, antes y más ahora, son un feliz encuentro entre personas con el mismo grupo sanguíneo, Cero+, encantados de volverse a ver, vivos y fieles a la llamada del patrón. A la que acuden ya -y doy fe en primera persona- un par de generaciones, que han compartido el secreto íntimo de sus canciones. Y no me dirán que siempre es mucho más gozoso hacerlo así que volverse a ver en las luctuosas citas a que nos obligan las provectas edades.
El 'Maestro', ahora de esgrima, como en el relato de Reverté Don Jaime Astarloa, buscaba la estocada perfecta, y ha marcado el pecho de su gente, con un 'touché' que lleva por nombre 'A primera sangre'. «Un discazo», en palabras recientes de un veterano admirador como Mikel Erentxun. Faltaba por ver cómo crecían esas canciones encima del escenario con la realimentación de los fieles. Y para esa tesitura nada mejor que poder decir «he reunido al banda». El equipo completo de «camaradas», en sus palabras, que funciona con la seguridad y la complicidad casi siamesa que da media vida en la misma sintonía: Raúl Bernal, Víctor Sánchez, Popi González y Jacinto Ríos. ¡Su 'banda de la calle L'!
Los músicos granadinos aseguran sufrir un plus de nerviosismo cuando actúan en casa. Nada que ver con Lapido, porque los de enfrente le llevan en volandas, por más que su extremada profesionalidad le obligue a una tensión escénica ya marca de la casa, aunque con los años se ha relajado y se ofrece expresivo físicamente, hasta locuaz y humorístico incluso. Recibiendo el eco de una emoción de regreso en justo agradecimiento a lo regalado, trasiego que redimensiona sus presentaciones en términos de intensa calidez sentimental. Lapido fueron todos, aunque solo cinco estaban bajo los focos. Desde la inicial 'Antes de morir de pena' ya estuvo la puerta grande abierta preparada para dos docenas de piezas después.
Cuando se tienen un centenar de temas firmados en solitario, es imposible atender subjetividades en un repertorio, y siempre se excluirán muchas canciones deseadas. Máxime cuando hay que mostrar el contenido de lo reciente, que a falta de un par de ítems se pudo escuchar casi entero tras el toque de atención de 'No digas que no te avisé' y el recuerdo a 'Luces de ciudades en llamas' (de 2001). Si acaso en el programa 'de banda' se obviaron maravillas como 'Algo me aleja de ti' o 'Escala de grises', entre varias más, para no ralentizar excesivamente el total.
Aunque solo llevan dos apariciones la banda rueda suelta y engranada. Jacinto encaja sus graves perfectamente en el exacto swing de Popi, marcando el territorio rítmico para que los colegas demarren. A los lados Víctor y Raúl orientan el espíritu de lo que se oye, con el delicioso feeling del lojeño, de un gusto superlativo en el que menos es mucho más, y a la derecha el murciano, exquisito con el piano, y mayúsculo, en plan Dr. John meridional, encapotando lo presentado con catedralicias cúpulas del tembloroso órgano. Cuarteto que invoca estándares de la 'old school': sonando sureños, a Blues primigenio, a nervudo pub rock, a ratos hard -incluso mucho-, evocando carreteras infinitas, la pantanosa Nueva Orleans, y hasta deteniendo el tiempo a pecho descubierto, en un mano a mano de piano y voz/voces ('La escalera de incendios'). En el centro un Lapido titánico, brioso y comunicativo vocal y gestualmente, y muy trabajador en su solismo de capitán de la nave, haciendo crujir las cuadernas de la SG con sus lastimadas manos.
Los arreglos de las canciones para el directo resaltan su color, su variedad y reparten juego a ambos lados del tablero, así la crudeza de algunos originales antiguos, se matiza, decora y enriquece homologándolos con los más recientes determinando un concierto muy vibrante y más sentido aún, a mayor gloria de su lirismo único.
Y le niego la mayor al Maestro, el gatopardiano «todo es igual aunque parezca distinto», que canta, no es ley universal; Lampedusa afortunadamente también yerra. A lo escuchado me remito, y a lo dicho: «veo vuestras caras sonrientes, espero que la mía también».
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