Jazz en el Lago de Atarfe: 18 años tiene mi festival

El concierto inaugural se cerró con ¡seis bises! por parte del artista programado. Y es que un tipo que canta y que ha actuado en el Apollo de Harlem, el Carnegie Hall y los casinos de Las Vegas, o es muy bueno o es Frank Sinatra; opción B evidentemente descartada. Tony de Sare supo qué hacer para ganarse al público, en la línea de Mr Blue Eyes, Nat King Cole, así como otros contemporáneos como Harry Connick Jr. y John Pizzarelli (su mentor). El viernes entregó también el premio del festival, otorgado a Fernando Bueno en reconocimiento a la Fundación Cajagranada y sus veranos al jazz tan socorridos estos meses.

Esta edición podía verse llamado el festival 'de los Antonios', porque el segundo propuesto fue Antonio Ciacca, si bien para los aficionados de mayor recorrido el centro la atención estaba en el tenorista Rick Margitza. Tiene su gracia que el maestro del pianista italoalemán fuese Steve Grossman (que reemplazó a Wayne Shorter en la banda de Miles Davis) y que a su lado tuviese ahora al último saxofonista de esa misma banda en la época del 'Amandla' (por cierto, el que estuvo en el mítico concierto de Miles en el Estadio de la Juventud).

El cuarteto dio un repaso a modo de menú degustación sobre los alrededores del bop, con blues, adaptaciones de estándares antiquísimos, baladones, bossa y algo de latin..., para todos los gustos obviamente. Fueron de menos a más superando cada tema a los anteriores. Pero si Ciacca respira un dramatismo contenido, tendiendo al lirismo introspectivo con la tranquilidad expositiva de Kenny Barron o Barry Harris, en plan muy económico, Margizta, una vez suelto, se apropió directamente del concierto. Podía pasar y pasó.

Conocimos al de Detroit ya en aquel paquete de monstruos llamado 'Miles Smiles', junto a un imponente Wallace Rodney con una americana del color de las pesetas (y DeFrancesco, Darryl Jones, Larry Coryell etc), y ahí recordamos que, aunque no goce de la popularidad de otros compañeros, Margitza es uno de los grandes.

El sábado lo demostró. Con un sonido que frecuentaba más los altos que los graves, no hay concesiones ni sentimentalismo en su fraseo, salvo en los tiempos lentos –de 'Scootty', por ejemplo– donde bajó hasta la gravedad romántica de un Person que no veremos en Almuñécar, haciendo gala de un lenguaje boper articulado y robusto con alguna fuga hacia la 'oración', más que la abstracción, coltraniana.

Dieron una clase magistral de cómo reincorporar a un Fats Waller a la contemporaneidad y, a partir del marcial pase de 'Joe Avenue', un recio blues muy de la vera del Missisippi, la noche cambió de rumbo hacia un final espectacular con un saxofonista (y baterista) ya desatados, que explotaron en la pieza terminal, 'E-Jones', que dedicaron a la memoria del volcánico Elvin Jones. Solo por esa última hora, (y por el fresquito, y por las chuletas, y por espléndida realización de vídeo, y por la facilidad de aparcamiento, y por...) siempre vale la acudir a la sesiones de este festival.