El Hombre Garabato: La noche en que Carlos Cano fuimos todos
El grupo granadino llenó el teatro Isabel en un brillante concierto en homenaje al cantautor desaparecido
Juan Jesús García
Viernes, 2 de mayo 2025, 14:20
A Carlos Cano le han cantado los flamencos y los jazzistas, también sus colegas cantautores y los soneros, pero el rock y el cantautor del ... Realejo pertenecían a galaxias distantes y puede que incluso refractarias, hasta ahora, con el gran trabajo de reubicación que El Hombre Garabato ha hecho, con tanto respeto como afectuosa trasngresión. Lo presentaron en la última 'luna de abril' ante un teatro Isabel lleno con varias generaciones de oyentes y dentro del ciclo inspirado por él.
En una introducción cariñosa y escasamente atendida por el público mientras se acomodaba, se pudieron escuchar las palabras de Juan José Téllez y Juan de Loxa (¡ay!), entre otras voces hablando del protagonista ausente; dos amigos y valedores del trabajo del malogrado cantautor que ahora revivía en términos muy distintos a los conocidos, algo que Loxa aplaudiría con ganas, porque él sí que fue un heterodoxo a tiempo completo. El abajo firmante, como tantos de los presentes, no había escuchado previamente este material, para mantener la capacidad de sorpresa intacta, y sí, fue mayúscula.
Los garabatos se han implicado a corazón abierto en este proyecto respetando el fondo y las intenciones del autor original, pero llevando a su terreno las formas. Y si tenemos en cuenta que es un grupo tocado por el don de la orquestación, como se comprueba en sus exquisitas y exactas maneras de vestir las canciones (la suyas y las ajenas), con manos de orfebres sonoros y gusto por el pequeño detalle, el resultado hasta conciliaría a Carlos Cano con el rock. Si además tenemos en cuenta su elegancia instrumental, su neoclasicismo (¿Wilco?) y sus deliciosos juegos a cuatro voces, algo casi en desuso, el concierto resultó impecable 'cum laude'.
Su actuación se ajustó a los requerimientos de la noche: un teatro con butacas, diversas alocuciones introductorias (o reivindicativas), sucesión de invitados… Entorno muy distinto a la dinámica de una sesión en sala, menos amable, donde el ritmo es más urgente y veloz. Se acompañaron de proyecciones, calculadas para cada relato, y discretas a fin de no interferir en las prioritarias ejecuciones. La generosa acústica del Isabel, y unas buenas manos en la botonera de mando, hicieron que el grupo sonara en la platea brillante y con presencia en todo momento. Y curioso fue el acento granadino del vocalista en el temario de 'Tierra', muy apropiado y con un guiño de complicidad a Cano, recuperando luego las 'eses' para lo propio.
No acudieron a las piezas más estereotipadas de Cano sino al material temprano y en general más austero, donde la fantasía sonora de los garabatos podía perfectamente maniobrar a gusto, con dosis generosas de ruido, distorsión y desarrollos lisérgicos en los que el ulular del Leslie y la saturación acompañaban hacia el éxtasis de un trance sureño. Sucedió con 'La miseria', convertida (por proximidad temporal) en su propia 'Curva de las cosas'. Para 'En Granada' la darbuka de fondo nos llevo más al sur, mientras que 'Mi general' la envolvieron con la marcialidad que requería la historia contada. Estremecedor fue aún más su 'Salustiano' subido al tren de la electricidad con un insistente riff de guitarra mordiendo el aire, como el misticismo ingrávido de la introducción de 'Aleluya' se sujetó al suelo con ese «pon tu cuerpo a tierra», paralelo al tema del mismo estribillo que escribiera Heredia Maya y que musicaran Aguaviva. Sin olvidar, por fin, al Cano popular de las aventuras de Maruja Pérez Limón, con un más simpático doble sentido en manos garabatas.
Que la sesión iba a ser especial lo certificaron invitados como el percusionista Jorge Olivares, Raúl Bernal, Toni Jiménez, el guitarrista de los Ronaldos, Luis Martín, en la slide, y el legendario Adolfo (de Los Iberos y CRAG), impecable de voz, reivindicando la música de tracción manual, y que en cualquier momento parecía que podía salirse por 'Don Samuel Jazmín'. Con semejantes compañeros remataron la noche yendo al material propio (colosales 'La Batalla' y 'Mover una montaña') y cerrando en muy alto con 'Demonios'. Tres piezas, que como todas la suyas, manifiestan mundos vivenciales, literarios y sonoros fuera de lo común, trascendentes, adultos y poéticos, que necesitan tiempo y atención para ir destilando sus esencias. Requisitos imprescindibles para las canciones que nunca se agotan. Grande Carlos Cano, y enormes los garabatos.
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