La música de Mozart engrandece la catedral
La Orquesta Ciudad de Granada se une a la conmemoración del V Centenario de la Iglesia Mayor bajo la dirección sin batuta de Lucas Macías
Andrés Molinari
Granada
Viernes, 6 de junio 2025, 23:56
Una catedral, por grande que sea, siempre es pequeña si su corazón late música. Desde siglos pretéritos, parecen hechas la una para la otra. Pero ... si, además, la invitada es la orquesta de la ciudad y Mozart es la tarjeta de presentación, entonces no cabe duda de que el momento será inolvidable.
Así fue anoche. El concierto de la Orquesta Ciudad de Granada, patrocinado por Fundación Unicaja, comenzó con la Sinfonía 25 del genio de Salzburgo. Una composición pintiparada para disponer el ánimo. Así lo entendió nuestro conjunto, bajo la dirección de Lucas Macías, que esquivó algunos desajustes del metal y cuidó que las entradas dubitativas fuesen lo más limpias posibles. Acertó al separar mucho las cuerdas, creando un espacio vacío con el metal y las maderas.
Lucas dirigió sin batuta, pero vestido con su sonrisa inmarchitable e incluso cantó, sin voz, dirigiendo al coro. Fue entonces, en la segunda parte, cuando la velada se vistió de ampulosidad litúrgica para expandir por la naves la famosa Misa 'de la Coronación', grandilocuente y ciclópea.
Por qué Mozart
Obvia la pregunta. Mozart es un regalo del cielo, siempre que se timbren bien sus sones y se entienda su difícil facilidad. Por eso no extraña que el Cabildo de la Catedral y la Orquesta granadina se hayan escorado hacia el músico de Salzburgo.
La plantilla orquestal de ambas obras no necesita intérpretes suplementarios, con lo cual la economía juega su baza. Además, una misa se aviene perfectamente con el uso del coro y con la evocación litúrgica católica, que tanto encaja en un templo destinado a engrandecer la presencia eucarística.
El conjunto de orquesta y coro, bien aunados en el crucero, entre la Puerta del Perdón y la Capilla Real, con un rutilante presbiterio como telón de fondo, parecían diseñados para que sonase esta música divina y regalar la mejor dádiva cultural a los mil asistentes al concierto.
De esta forma la OCG jugó anoche a partitura ganadora. El conjunto que dirige Lucas dominó perfectamente el enfoque del clásico austríaco e hizo que el público disfrutase, desdeñando afinaciones supuestamente historicistas y posturas de pusilánimes. Leyó lo escrito antaño con músicos de hogaño. Ni más ni menos.
De esta forma Mozart, el Mozart de la sinfonía que suena en las primeras secuencias de la película Amadeus, deleitó sobremanera al variopinto público que pudo conseguir una de las mil entradas gratuitas, puestas a su disposición desde hace semanas e inmediatamente agotadas.
La voz humana
Si la sinfonía fue casi un calentamiento, el momento cumbre lo protagonizó el coro, acompañado del cuarteto solista. Los cuatro muy correctos, afinados y con sus voces bien timbradas. La soprano Sabrina Gárdez, con su extraordinario solo, impresionante. A su lado la alto Marta Infante, el tenor Santiago Ballerini y el bajo Reinhard Hagen,
Grito en latín, cabal silabeo, esmerada atención a las indicaciones de Macías y contención sonora, habida cuenta de la extraordinaria reverberación del templo catedralicio.
Un estremecimiento debió recorrer las naves blancas cuando el coro, que llevó la voz cantante de la tarde, apostrofó: et in terra pax… y muchos recordamos la necesidad de ella que tiene ahora el mundo.
Música para un centenario
Por suerte vamos viendo cómo la Iglesia Católica no se retrae ante los deseos de la ciudadanía, ni se encastilla en añosos dogmas y difíciles teologías. Si, con nuestros impuestos se está embelleciendo la torre de nuestra catedral, para que luzca como debe, ayer su interior se hizo multicolor anfitrión de la música. Y dentro de una semana será el teatro.
Los actos que conmemoran el V centenario de este magno edificio van agavillando momentos señeros como las vísperas de anoche. Una catedral, admiración de miles de visitantes, la primera renacentista de España, de sonoridad impecable, la seo destinada, en principio, a ser gran mausoleo de la familia real de los Austrias. Curiosa coincidencia porque ha sido un austríaco nacido en Salzburgo el que ha añadido su nombre a los de Diego de Siloe, Alonso Cano y tantos otros, para demostrar que el renacimiento, el barroco y el arte efímero de la música, comparten unos mismos ecos y similar propósito: esa gentil proeza que es deleitar el alma humana.
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