Una momia santa en la trastienda de un asador granadino
Los restos de un supuesto San Vicente Mártir yacen en una habitación del Asador Casa del Santo de La Malahá
Jorge Pastor
Granada
Martes, 7 de enero 2020, 00:19
Hay paladares excelsos que relacionan el buen comer con una suerte de 'experiencia religiosa'. El símil, que puede resultar más o menos acertado para entendidos ... en gastronomía y para los que no lo son, pasa del ámbito de la metáfora a la realidad en el bello pueblo de La Malahá, situado a veinte kilómetros de la capital granadina, en plena llanura del Temple, y surcado por el arroyo Salado. Allí hay un restaurante, la Casa del Santo, donde se puede comer gloria bendita y, al mismo tiempo, hacerlo junto a los restos, según cuenta la leyenda, del mismísimo San Vicente Mártir. La momia, expuesta en una especie de capilla desacralizada –aunque antiguamente se celebraron oficios–, está dentro de una vitrina localizada en la trastienda. Sólo tiene que pedirle a los mesoneros que le abran la puerta y allí se encontrará con esta peculiar estampa que no deja de sorprender a propios y por supuesto a los extraños que acuden a este establecimiento, ubicado junto a la iglesia de la Inmaculada Concepción, en busca de 'buen comercio y buen bebercio'.
El altarico está en una de las dependencias originales de esta casa labriega, una habitación que conserva en perfectas condiciones un precioso artesonado del siglo XVII y también una serie de objetos destinados al culto y obras de arte. Se pueden observar, entre otras piezas, un sumario de indulgencias de 1784 –describe que los devotos deben rezar un Padrenuestro y un Avemaría–, un cuadro de la Virgen datado en 1724 y un misal en latín.
La creencia popular atribuye al cuerpo, protegido por una urna de cristal, hasta milagros que nunca fueron reconocidos
Pero ¿cómo fue a parar este supuesto San Vicente a una vivienda de La Malahá? La teoría más extendida –no hay nada escrito– es que en ese inmueble vivía, sobre el siglo XVIII, una familia adinerada que hizo un donativo al Vaticano para arreglar la capilla de San Pedro y, en señal de gratitud por esta dádiva, el Vaticano mandó este santo, que estuvo sepultado unos 1.500 años en unas catacumbas para que nadie lo expoliara. Otra de las leyendas dice que se trataba de un legionario romano que desembarcó en Motril y que, después de una exitosa campaña militar, llegó hasta La Malahá, se enamoró del pueblo y de sus aguas termales, y que ahí se quedó... para siempre.
Investigaciones
Hay varios historiadores que han profundizado en el tema. Entre ellos, César Girón. El pretendido santo, porque no está catalogado ni reconocido por la Iglesia, se halla en una finca perteneciente, según deriva del escudo heráldico del dintel de su pórtico de entrada, a la familia de los guzmanes. Protegido por una urna acristalada, se observa el cuerpo momificado recostado de San Vicente sobre dos cojines con una pluma en una mano y una espada en la otra. Está vestido a la usanza de los legionarios romanos con cota de mallas y yelmo. Según Girón, «al parecer este San Vicente llegó desde Italia traído por el hidalgo don Diego Sánchez Mocho que, integrado en los tercios españoles, había luchado en las guerras de Italia». El caserón pasaría tras su muerte a su nieto Antonio Basilio de Guzmán y seguidamente a Sebastián Guzmán de Vargas, que se había casado a su vez con Ana Sánchez Mocho. Después tuvo otros muchos dueños. «También se cuenta –explica César Girón– que en aquel viaje desde Italia, San Vicente fue recogiendo numerosas indulgencias de todos aquellos obispados por los que pasó con otras reliquias atribuidas a la Virgen, San José, Santa Teresa, San Vicente Ferrer, Santa Martina y San Pancracio».
La presencia de este San Vicente ha generado no pocas fábulas. Una de ellas, que le crecían las uñas y el pelo. También hay quienes le han atribuido milagros –no avalados por la Iglesia–, por lo cual fue venerado. Hay constancia incluso de la celebración de bodas en su presencia.
En estos siglos ya de estancia en La Malahá, el susodicho también ha sufrido algún accidente. En 1991 el periódico IDEAL informaba de que la momia se había deteriorado a raíz de la rotura del cristal que lo protege, una deficiencia que, según las crónicas, tardó poco en subsanarse.
La Iglesia no reconoce a San Vicente en la momia
El historiador César Girón explica que la iglesia oficial no ha reconocido a San Vicente Mártir en el cuerpo momificado de La Malahá. «Difícil parece que ello sea porque el único que se reconoce, y no con poco predicamento, es San Vicente de Zaragoza, uno de los santos más relevantes de Hispania», asegura Girón. Vicente pertenecía a la iglesia de Caesaraugusta y sufrió martirio en Valencia, «alcanzando su culto relieve universal». «No en vano –agrega César Girón– es venerado por razones dominicas y, por avatares de la historia, también en otras ciudades como Ceuta y Lisboa, además de su Aragón natal y de su martirial Valencia».
Se dice que San Vicente nació en Huesca a finales del siglo tercero de la era cristiana, aunque no hay seguridad. Comenzó su dedicación eclesiástica como arcediano de San Valero o San Valerio de Zaragoza. Según la tradición, fue encargado de la predicación de la fe y, como consecuencia de las numerosas conversiones que logró, fue prendido en el año 303 por orden del gobernador Daciano.
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