María Terremoto, flamenco en estado puro en la Chumbera
La joven jerezana echó la mano por delante y deleitó a la parroquia granadina con los estilos más señeros de su tierra
Los cimientos de la Chumbera, uno de esos santuarios del flamenco donde todos los cantaores quieren actuar al menos una vez en la vida, temblaron ... ayer por la noche. Sí, se produjo un 'terremoto' de alta intensidad. María Terremoto, nieta de Fernando e hija de Fernando –Terremotos legendarios ambos–, se plantó con temple y ganas en el auditorio granadino para demostrar durante setenta minutos su magisterio en los cantes jerezanos. Un recital de los que no se olvidan. Un recital que, por qué no decirlo, engrandeció el Festival de Música y Danza. «El festival de lo jondo», como lo han bautizado ya algunos aficionados por aquello de la conmemoración del Concurso de 1922, ese que idearon Cerón y Falla y que ganó 'El Tenazas'.
De la juventud de María Terremoto se habla mucho en los mentideros. De su talento también. Un talento que se apoya en el virtuosismo a la guitarra del gran Nono Jero, que oficia junto a la Terremoto desde que ésta se estrenó con ocho añitos. «Nono representa el toque de Jerez», dice María con admiración hacia su compae. «Es como de la familia, me conoce a la perfección». Y bien que lo demostraron en la Chumbera ante un público con muchas ganas de pasárselo bien –menudos olés sentíos se escucharon en la platea– . Un publico, el granaíno, que disfrutó de la naturalidad en el compás de una cantaora que ha heredado el peso artístico de las veteranas jerezanas combinado con la agilidad y astucia del cante más joven.
Legado en clave actual
Sumando el recital de anoche, María Terremoto, que sabe leer la importancia de su legado en clave actual, es la quinta vez que oficia en Granada, una ciudad por la que ha confesado sentir verdadera debilidad y que también es la cuna de algunos de sus grandes referentes. Como Estrella, la mayor de los Morentes.
«Afronto esta cita con respeto e ilusión», aseguró en la previa. Voy a darlo todo». Y vaya que si lo dio. María, escoltada en las palmas por dos de sus habituales, los Manueles Valencia y Cantarote, se entregó desde el primero hasta el último minuto y no dudó en levantarse de la silla de enea para bailar como también ella sabe hacerlo -descalza, por cierto-. La de Jerez lleva a sus espaldas la responsabilidad del nombre de la tierra del vino y el patrimonio musical de su santa casa.
María echa la mano por delante y se gusta en los estilos más señeros de su tierra, desde la soleá hasta los tientos, pero es doctora cum laude en la ejecución de las bulerías, a las que imprime todo el sabor de la Paquera, del barrio de Santiago y de la calle de la Sangre, con su voz llena de destellos de la aurora boreal. «Me sitúo en la ortodoxia moderna por generación y por edad», explica María a modo de declaración de intenciones. «Yo canto puro, pero no soy una flamenca cerrada, estoy abierta a todas las músicas».
Un éxito que añadir a la gira de cincuenta conciertos que le llevará por toda España este verano de la jarana y las ganas de vivir. Le avalan veladas como la de la Chumbera, pero también todos los reconocimientos que ha logrado en una carrera que en realidad no ha hecho más que despegar. Fue Giraldillo Revelación en 2016, fueVenencia Flamenca en 2018, fue Premio Isla Ciudad Flamenca en 2019 y fue Premio Ciudad de Jerez también en 2019. Después del parón obligado por la pandemia, María retorna con la fuerza de lo que es, un terremoto, una Terremoto.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión