Las recomendaciones literarias de nuestros críticos esta semana
Libros ·
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Sábado, 13 de junio 2020, 01:45
La Alborada del ruiseño, de Francisco Gil Craviotto (Granada, Dauro, 2020)
Elogio de la vida bucólica
Por Fernando de Villena
Francisco Gil Craviotto es un escritor de raza que se ha curtido en diversos géneros y durante muchas décadas. En sus ... retratos y semblanzas literarias pocos autores se le pueden igualar hoy; se inició como poeta en prosa; ha publicado cientos de artículos periodísticos, numerosos relatos, y como novelista posee una amenidad y un humor admirables. En su última novela, que lleva el hermoso título de 'La alborada del ruiseñor', Gil Craviotto nos cuenta una sencilla historia de amor. Para el novelista la Humanidad se divide en dos categorías: las personas que luchan por salir adelante en la vida procurando hacer el bien a sus semejantes y las que intentan fastidiar y lucrarse de los demás.
La primera y la tercera parte de la novela, narradas en tercera persona, transcurren en el presente, en tanto que en la segunda el autor emplea la primera persona y la sitúa en los años cuarenta del pasado siglo, justo tras la guerra civil. Desde la primera página, en 'La alborada del ruiseñor' se percibe la alegría de narrar, la naturalidad del novelista y su tono poético, con la emoción ante la naturaleza, aunque también ese humor socarrón e inteligente y ese sentido pedagógico que le son propios.
El protagonista de las partes primera y tercera, Víctor Alderas, es un moderno robinsón que se refugia en uno de esos pueblos de la España deshabitada, pero muy pronto se encargará él mismo de llevar allí de nuevo la civilización.
De manera colateral van apareciendo en la obra muchos temas de actualidad: la ley de Memoria Histórica, los 'fondos buitre', el amor a los animales, la gastronomía… y a menudo se nos deja ver el anticlericalismo, característico también en casi todas las obras de Gil Craviotto.
En la trama principal se intercalan otras historias casi independientes, técnica muy cervantina bien asimilada por nuestro autor, y también hallamos pasajes que reflejan algunas experiencias biográficas suyas como aquél en el que se habla de la presentación del libro de Filomena.
Esta Filomena, una joven de fuerte personalidad y temperamento poético, protagoniza la segunda parte, en la que se recrea el ambiente opresivo de la posguerra y un tema que no es nuevo en la narrativa española: el de los llamados 'topos'. Hay algunas pinceladas de erotismo, y el autor no esconde en ningún momento su aprecio a la causa republicana y sus antipatías por los franquistas. Para esta parte se acude al recurso, también cervantino, del manuscrito encontrado.
Al final de la novela, la acción se acelera y el autor conduce a sus lectores con maestría y amenidad. Sobre todo el texto planea una alabanza de aldea, un bello elogio de la vida bucólica.
La casa del padre, de Ramón Pérez Rodríguez (Huerga & Fierro, Madrid, 2019)
Voluntad de buena escritura
Por Antonio Moreno Ayora
Con evidente versatilidad métrica y estilística el cordobés Ramón Rodríguez Pérez publica La casa del padre, del que José Luis Rey escribe que «es un libro llamado a perdurar en la mejor poesía cordobesa y, por tanto, en la española». Y eso parece tan cierto que ya en el primer poema 'Carta de ajuste' del primer apartado, 'La casa del padre', se descubre una poesía renovada en la dicción y con una temática bien anclada a la memoria del hombre sin acercarse a lo elegíaco. Eso se observa en títulos como 'Camino del agua' o 'Mira, perro', donde late una expresividad virgen nunca experimentada por el lector y un léxico que, siendo sencillo, se eleva de vez en cuando con inesperados vocablos.
En Rodríguez Pérez se nota además una voluntad decidida de escribir bien y con la mayor originalidad, pues en sus argumentos latirá un incontrovertible deseo de convertir la soledad y el tedio en vivencias de luz (véase 'Intrahistoria'). En los tres apartados restantes se va a mezclar lo que es prosa poética y verso, textos en los que se da entrada bien al pesimismo bien a las referencias históricas o literarias, con frecuentes incursiones en un suave y particular surrealismo que emerge en poemas como 'El viajero inmóvil'. Por otra parte, a todo ello se suman textos de indudable reflexión biográfica («en la belleza de mis llagas me reflejo y me redimo»), verdaderamente muy bien prosificados –pues Rodríguez Pérez es ya un maestro de la escritura– en su inmanente lirismo y en su expresiva claridad: «Gloria a las becarias que se apartan el pelo hacia atrás con dulzura».
Sin profundizar demasiado, las secciones 'Columbario' o 'Triste animal' no solo confirman el valor de este nombre en la lírica cordobesa, sino que dejan poemas tan perfectos como 'Los niños perdidos', de 'Columbario', o versos –en este caso de 'Triste animal'– en que se anudan reflexiones y recuerdos casi soñados en los que «...un niño, / (rémora feliz), / camina a la diestra del padre, / un domingo azul, un domingo único en el que la soledad enciende / los tejados». Libro es este, en conclusión, sorprendente y de renovada poesía, con el que Ramón Rodríguez Pérez aturde la emoción, la solivianta de mil maneras, la explicita con símbolos, confesiones y numerosas referencias literarias que justifican la afirmación del poeta sobre que su poemario «está hecho de experiencia vital, de sueños y lecturas». Lleva razón José Luis Rey cuando escribe que «Rodríguez es un poeta culto y, sin embrago, no nos deja una emoción fría, sino que transmite una profunda humanidad».
Mester de Monos (La involución), de José Fabio Rivas (E.d.a, Benalmádena, 2019)
Manifiesta invitación hacia la reflexión
Por Albert Torés
Esta novela, que oscila entre la literatura y la psiquiatría, es, a entender de la crítica, un planteamiento de la sociedad actual desde una perspectiva futura y distópica. El propio autor aseguro que vive una involución al estado de primates. Pero también es una serie negra que se deja envolver por el humor, la mezcolanza de realismo y ciencia ficción, el amor, la lengua coloquial y destellos líricos, contrastes que se registran en la magnífica portada del libro. Sin duda, su admiración por los grandes autores y pensadores clásicos se reflejan en el mismo inicio, con citas de Jonathan Swift, Voltaire, Hölderlin o Dante. El mismo título con la doble significación de mester y primate, da cuenta como bien afirma Alfredo Taján que estamos ante «un brillante relato» que «recrea un soberbio mester de clerecía sin la bendición de Dios». Además de estos ingredientes propios del buen narrar, los detalles esenciales de la trama nos llevan no tanto a una novela denunciadora, social y crítica sino a una manifiesta invitación hacia la reflexión. Una escritura exigente, sensual con «suavidad de las ondulaciones del pelo» y sobre la base de una elaborada documentación.
El rey que fue y será, de T. H. White (Ático de los Libros. Barcelona, 2020)
Aventura, fantasía y buena literatura
Por C. de la Rosa
La autora de la saga de Harry Potter, J. K. Rowling, dijo de T. H. White, el autor de 'El rey que fue y será' que es el padre espiritual de su obra. Neil Gaiman, autor de la aclamada 'Buenos presagios', dijo que leyó por primera vez al autor y que desde entonces es uno de sus autores de cabecera. Son referencias suficientes para que cualquiera abra un libro que en sus algo más de 800 páginas condensa las máximas, no solo de la buena literatura de aventuras y fantasía, sino de la buena literatura en general. La historia de Merlín, Arturo, Ginebra y Lanzarote a partir del mito de Mallory contada con amenidad y humor por un escritor imprescindible.
Versos del equilibrista, de Carlos Vaquerizo (Madrid, Verbum, 2018)
Del fragmentarismo a la unidad
Por José Cabrera Martos
El autor propone un viaje interior desde el fragmentarismo individualista hasta la unidad en los otros. El poema, bañera de Arquímedes en su principio desalojado de líquido hacia la unidad lectora, se convierte en repetición de ciclos naturales 'Dejando de ser otro' para 'Ser en los otros' en un proceso neobarroco desde el poema en verso hasta el poema en prosa y la fusión de ambos en las últimas composiciones, reflejo formal del camino semántico del yo hacia el tú y la fusión final en el nosotros: «No quiero volver a abrazarme a mí». El cáliz humano de Vallejo y la serenidad de la consciente finitud: «No debemos dar pábulo al espanto. / Todo sucederá como la lluvia».
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