Estos son los libros recomendados esta semana por los críticos de IDEAL

Tanto en los poemas breves («En mi recuerdo, / tu ausencia es una esquirla / de hielo eterno», p. 37), al modo de haikus, se muestra una sensibilidad tuitiva que transmite reconciliación y esperanza. Un renovado clasicismo parece fluir con absoluta naturalidad en la poesía de Victoria León; y todo nos conduce a participar de su universo íntimo pero nunca cerrado: «Sin amor no somos / más que la distancia / que nos separa del mundo» (p. 47). La memoria del padre y de la madre, el ardoroso vaivén de los amantes y hasta el viejo mastín se dimensionan en un libro de poemas que nos purifica cuando comprendemos «que no hay fondo en el dolor» (p. 75) y nos alienta «mientras el tiempo corre desbocado» (p. 61).

Por Fernando Barea

Lardinois, ganadora del último Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones, da la vuelta al Egipto de postal y exotismo en una novela durísima, que, sin embargo, se recrea en lo sórdido solo como muleta para contar una historia que en el fondo guarda grandes dosis de esperanza. El título alude a las torturas que sufren los jóvenes que protestan contra el régimen egipcio, en un país en el que parece que la libertad solo es un anhelo compartido por unos pocos, y repudiado por el resto, cómplice de un régimen que garantiza una tranquilidad que no es sino de la de los cementerios. Dos personajes complejos sirven como hilo conductor de una obra a ratos apasionante.

Por C. de la Rosa

Fernando Aramburu se ha convertido en el Galdós vasco de nuestro tiempo, como relator de las virtudes y los vicios que anidan en una sociedad donde la historia, la pasada y sobre todo la reciente, pesan como la losa que cubre la tumba del niño al que hace referencia la portada de esta novela. Como 'Patria', esta es una historia de pérdidas y dolorosos hallazgos derivados de estas. 'El niño' explora una dimensión distinta del amor, ese sentimiento que llena tanto como vacía. Nicasio, el abuelo protagonista, podría ser su vecino. O incluso, podría ser usted mismo. Esta es la gran virtud de la obra de Aramburu, que nos ayuda a entender los qués, y sobre todo, los porqués.

Por Juan Peregrina Martín

Cómo los grandes poemas transforman el mundo, es el subtítulo de un libro muy bello, mitad intuición, mitad teoría poética de Jane Hirshfield y que Elena Aguilar traduce para Mixtura logrando que contenido y continente, una vez más, se conjuguen con sobriedad, rigor y hermosura.

La creación de poemas tiene que ver con que los sentidos, nos dice la poeta y teórica neoyorquina, olviden los hábitos de utilidad y disfruten encontrando y disfrutando sus propios fines. Casi nada. Digamos esto y acto seguido continuemos pensando en el mundo que nos rodea: los poemas extraerían de él lo que no se puede decir de otra manera, creando objetos hermosos por su rareza, plenos en su peculiaridad de ser hallados mediante fórmulas que no pueden ser otras que las utilizadas por quien se dedica a esto.

Los poemas tienen su propia manera de decir, su propia música, sus propios medios de encauzar una nueva realidad. El poema transforma y es transformado, quien lee se transforma también gracias a la multiplicidad de significados que la poesía hace brotar en cuanto toca conceptos, sentimientos, cosas.

Hirshfield se apoya en diferentes poemas y nos comunica la historia del lenguaje: qué es una imagen, para qué utilizamos las metáforas y cómo captan los poetas nuestra atención, cuáles son los métodos para mostrar más o menos percepciones; con la lengua habla de la lengua y las musas, de Keats, Bach y el artificio; los mitos, conflictos e insatisfacciones de la humanidad, desde Ovidio hasta Ajmátova, para compartir con nosotros el concepto de desgarro. Nos cuenta la experiencia vital y lírica de Basho: sentiremos que ver con las palabras es digno de quien practica la poesía, al igual que querer ser una criatura oculta para ser vista.

El enigma y la incertidumbre, lo no nombrado, pero vislumbrado aparecerá en las páginas donde Heisenberg y el Gilgamesh cohabitan desde unas explicaciones sorprendentes y sorprendidas, porque la autora reflexiona y se maravilla de los poemas analizados, de la clarividencia de quienes tuvieron culpa de su autoría. Desviaciones, expansión y alcance del poema pueden ser tres de las características de esas ventanas que al leer ciertos textos contemplaríamos: el poema cambia transformando nuestro ánimo, y en ese ánimo mutado releemos los versos. Hay más: lo estadounidense, cómo puede algo tener un significado y lo contrario y de nuevo lo ocultado/ocultado y hallado en la epifanía del poema.

El libro nos enseña a leer de una manera otra. Es subversivo y de anticapital nobleza.

Por José Antonio Sáez

Antonio Pérez Roldán (Nueva Carteya, Córdoba, 1945), publica nuevo libro, 'Juglar con Fuego', subtitulado 'Divertimentos (1981-2020)', un poemario escrito a lo largo de casi cuatro décadas y que es, más que un libro de poemas, un libro de libros. Poeta residente en Tarrasa (Barcelona), es autor de una notable obra poética y merece, por la calidad de la misma, y como en el caso de este libro último, ser estimada y valorada por los lectores atentos de nuestra poesía actual. En su haber tiene títulos como 'El tiempo y la mirada' (1992), 'Serena, lenta enemiga', (1992 y 2012, 2ª edición aumentada), 'Hora inmóvil' (1994), 'De silencio a silencio' (antología, 1996), 'Fuga' (2002), 'La piedra en el camino' (2004), 'Mientras pueda decir' (2024), 'Terceto' (2017), 'Señales de uno' (2029), 'Letanía' (2021) y 'Que respondan los pájaros' (2021).

Es autor, además, de la colección de aforismos 'Ciento volando' (1997-2001), que más tarde aumentó y publicó con el título de 'Breviloquios' (2009), y del volumen de cuentos breves 'Zoo de bolsillo' (2017). Con el poeta almeriense Francisco Lucio dirigió la colección 'Alandar, cuadernos de poesía'.

Cierto es que los textos de este andaluz en Cataluña suponen, a mi modesto entender, una clara asunción de la poesía de Quevedo, pero con qué rigor llevada a cabo y con qué sesgo tan personal e innegable. El lector disfrutará sin duda con la riqueza y variedad de esta obra, reparando en su ironía, en su humor, en su crítica desoladora, en su lenguaje jergal y con la riqueza y variedad de sus neologismos. Este volumen recoge una gran diversidad de metros y tipos estróficos, en un alarde de maestría que nos deja una excelente impresión. En el llamado Libro Primero se agrupan los poemas en seis partes bien diferenciadas, con una gran variedad temática y estrófica, si bien predominan los textos humorísticos y de divertimento, no faltan tampoco los reflexivos y de honda decepción humana o la conciencia de la vejez. Pérez Roldán parece percibir el mundo, al modo quevedesco, como una cueva de truhanes, hampones y malandrines, los triunfadores en la sociedad del bienestar. El libro segundo viene dividido en dos partes, cuyos textos están constituidos por sonetos hondamente reflexivos. En ellos encontramos tres estrofas de cuatro versos con rima consonante (ABAB CDCD EFEF GG, tres serventesios independientes y un pareado).

Al final del volumen, su Glosario (relativo al poema 'Caterva'), supone todo un festín del degustador del lenguaje jergal, como Quevedo y Valle-Inclán. Una autor y una obra a tener en cuenta.