Los libros recomendados esta semana por los críticos de IDEAL
Remedios Sánchez y Francisco Morales Lomas
Viernes, 8 de marzo 2024, 23:57
El secreto del Mago
Por Remedios Sánchez
Treinta y cinco son los poemas –incluidos tres sonetos, tan infrecuentes hoy– que componen esta obra, acreedora del XXXIII Premio Gil de ... Biedma; estructurada en cinco partes que revelan la heterodoxia del madrileño, De Cuenca vuelve a mostrarse como un maestro en el uso de la ironía ( «Ya que te marchas, / llévate en tus alforjas / a mi marido», dice en 'Habla la amante del poeta') pero también como un escritor reflexivo y profundo («Al final no pensamos ni recordamos nada/ que no sea el principio. La memoria es así», afirma en 'El fin es el principio', que cierra con un guiño a Machado: «Estos días azules y este sol de la infancia:/al final solo importan las cosas del principio»). La suma de estas cualidades desarrolladas aquí a través de soleares, haikus o sonetos, entre otras estructuras, se revelan como la clave de la brillantez de un poemario donde prevalece el lenguaje denotativo y esa extraña habilidad que tienen algunos escritores para mantenerse alerta y en plenitud de asombro, de conservar la curiosidad para seguir interpretando la realidad y la vida, con sus contradicciones, sin que su discurso pierda intensidad, frescura, luminosidad o inteligencia. Altamente recomendable.
En busca de consuelo
Por Miguel Arnas Coronado
No corren buenos tiempos, eso es algo en lo que fácilmente estaremos de acuerdo quienes no seamos unos descerebrados. Michael Ignatieff es historiador de las ideas, y en este libro, editado por Taurus, ha reunido diversos ensayos biográficos sobre quienes han pensado ese consuelo que amaina el malestar de esos tiempos duros, porque han pasado por él y han meditado que alguna salida habrá, aunque solo sea interior: Marco Aurelio, Boecio, Michel de Montaigne, David Hume, Ajmátova, Primo Levi, Milosz, y algunos más. Tiene mérito que un libro, sin ser la bobaliconería de los de autoayuda, consiga ese pensamiento.esperanzador, publicado por Baile del Sol en su colección Sitio de Fuego.
Muerte en tres texturas
Por Fernando Barea
En el llamado 'Gastrothriller', se entra o no se entra. Entran quienes tienen cierta afición al buen comer y al 'salseo' derivado de lo que rodea a lo culinario, donde sus grandes nombres se han convertido poco menos que en estrellas del rock. Porque, de una u otra forma, y así ocurre en esta obra del barcelonés Cristian Schleu, los condumios aparecen por todas partes. Así que mejor abstenerse de leerla con el estómago vacío, ya que es una invitación a asaltar el frigorífico. Por lo demás, estamos ante una bien construida novela de intriga, que ha servido para inaugurar el nuevo sello del grupo Planeta, NdeNovela, editada con cuidado –letras grandes– y un buen entretenimiento.
Apuesta por la torrencial capacidad de la escritura
Por Juan Peregrina Martín
'El estilo de los elementos' es la última novela del argentino Rodrigo Fresán (1963) y es arrolladora, mutante, simbionte y delicada flor que huele a triunfo narrativo.
Un libro es arrollador cuando nutre de capacidad lectora casi infinita a quien se atreve a zambullirse en su líquido y blanco mar de páginas matizado por oleajes negros de palabras: el libro nos ahoga en belleza lírica gracias a su protagonista, Land, que es un lector compulsivo desde niño porque tiene un padre y una madre tan reales que prefiere ocultarse en la ficción. La poesía que fluye de la crianza por parte de un amigo de la familia, César X Drill, creador de mitos como La Evanauta, servirá a Land para tomar decisiones drásticas durante la primera parte de la novela. Como la de no ser escritor. Jamás.
El libro es mutante porque experimentamos cómo cambia la lectura hasta la segunda parte al evolucionar el personaje de niño a adolescente y el salto de gigante que hay desde la memoria primera, segunda y última de la tercera parte cuando ya quien habla es Land, que no es Land, sino el narrador, de mayor, a sus sesenta años de edad.
Afirmo que el libro es simbionte, orgánicamente hablando porque yo me beneficio de su lectura, y la lectura se aprovecha de mí: mis conocimientos son mayores tras leer a Fresán, me sucede con cada lectura (y ya van…) que hago del argentino y al aprender, mi curiosidad aporta a la relectura (sí, releo sus libros) material nuevo, reinterpretaciones, sorpresas. Por lo tanto, es un libro vivo para quienes quieran salir de la muerte lectora, ese estado catatónico que provocan ciertos volúmenes escritos sin arte ni maña, con el único fin de exponer vidas, vender ejemplares o debatir si la vida de aquella criatura es más interesante que la de esta.
Es una flor delicada porque apuesta por la torrencial capacidad de escritura, por la salvaje y lenta y morosa lectura que conllevará leer setecientas páginas de recuerdos que son ficción y que hay que tratarlos como lo que son: una espléndida e indomeñable historia donde el fragmento, el oxímoron y el amor —y no en este orden— aparecerán, abrumarán y cómo no, nos emocionarán las relaciones del protagonista con Ella, la chica, la heroína de la memoria cuyo chute reactivará el deseo de contar, inventar, olvidar que se contó algo por el simple placer de volver a contarlo de otra manera para que, esta vez sí, creamos que es la verdad lo que nos cuenta este cuento, esta novela.
Rodrigo Fresán es un escritor total que nos entrega la felicidad escrita.
Una pequeña luz entre tanta oscuridad
Por Gerardo Rodríguez Salas
Manuel Gahete vuelve a hacer gala de su maestría técnica y estilística en estos cuarenta poemas con código QR, que remiten a su lectura por el autor. Dividido en tres partes y con una métrica predominantemente clásica, este libro es una epifanía de la existencia humana. Las citas de Aquino y Da Vinci que abren la primera sección contraponen la tendencia humana al pecado y el estoicismo de la virtud, si bien se cuestiona el binarismo. La soberbia de este Pigmalión, por ejemplo, se torna en vulnerabilidad. Por un amor descontrolado que lo lleva a vararse en la amada, este creador de la palabra acaba humildemente atrapado en la estatua que creó, un hombre «empedrado bajo un muro de sombras» que no dejará de «ser de piedra». La amada cruel y pétrea no soplará su aliento en él y arañará «con uñas rotas» su «torpe corazón». Este poeta tendrá que reconstruir su frágil masculinidad huyendo de los heroicos patrones clásicos, pues se recuerda a sí mismo que no es «ningún dios», deja de ser el todopoderoso demiurgo–creador y se torna en un Poseidón vencido por la diosa del fuego. El estilo elevado del poemario, con un preciso y frondoso vocabulario, en ocasiones pierde toda compostura precisamente para mostrar la humanidad de este hombre–poeta, que siente la necesidad de reinventar una identidad forjada durante siglos por una tradición lírica de la que se sabe heredero: «Y renuncio al papel de gilipollas/con corbata y chaqué,/señor de encargo/dispuesto a respetar la norma al uso».
Frente a las llamas de la amada, el «sueño de escarcha» de la primera parte se materializa 'Sobre el río de fuego', título de la segunda sección. Aquí el autor fusiona mitología y autoficción al ubicar los versos en su ciudad natal, con la que se funde en «un profundo abrazo». Más allá de la amada, Pigmalión es ahora su propia estatua y se torna en un moderno Prometeo o en un Ícaro que salta hacia la altura, ambos ligados al fuego y a la luz, si bien este poeta no consigue salir de su propio laberinto, ni siquiera con el hilo de Ariadna.
La última sección, «Lo que queda de la nada», se aferra a la poesía como refugio: «me salvaron las palabras». El antepenúltimo poema insiste, tanto en el título como en la anáfora continuada, en su naturaleza como hombre, si bien el libro culmina con el sueño del ave fénix, esta alma libre que se abraza a su propio fuego para renacer en la palabra y en los silencios. Así, concluye, «tan sólo cuando os ame/y sangre en un poema,/entonces, nunca antes,/decid que soy poeta».
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