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Imagen de la librería Lello en julio de 2016. AFP
La librería que salvó y condenó Harry Potter

La librería que salvó y condenó Harry Potter

Livraria Lello estaba a un paso de cerrar en 2015 y ahora vende 1.200 ejemplares cada día gracias a la multitud de seguidores del personaje creado por J. K. Rowling

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Domingo, 13 de enero 2019

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Son las nueve de la mañana del lunes y en Rua das Carmelitas en Oporto hay varias personas haciendo cola ante una librería todavía cerrada. Por fuera, se observa una bella fachada neogótica y se adivina un pequeño local. Pero no es la hermosura del recinto lo que atrajo a más de un millón de visitantes en 2018 a pagar 5 euros por entrar en una casa de libros. Es la magia.

La culpa de la masiva asistencia al lugar, cuyo nombre actual es 'Livraria Lello', es de Harry Potter. O más bien, de J. K. Rowling, la creadora del personaje. La británica vivió durante varios años en la ciudad atlántica, conoció a un portugués con el que se casaría y tendría una hija y compaginó la enseñanza con la escritura en los rincones de la desembocadura del Duero antes de regresar a Edimburgo (Escocia).

Varios años después, los fanáticos del mago quisieron seguir las evidentes huellas de la inspiración de la británica. «En mis primeras semanas en Portugal escribí el que se ha convertido en mi capítulo favorito de 'La piedra filosofal': 'El espejo de Oesed'», confesó en su página web. Los más persistentes llegaron a la bella librería Lello en el casco histórico de Oporto y quisieron ver en los recovecos del yeso pintado de la escalera los guiños a la escuela de Howarts. Interpretaron los rincones como pasadizos a lugares mágicos y los libros como manuales de instrucciones para los mágicos hechizos de Potter y sus amigos.

Afianzada en la comunidad de seguidores del joven mago la creencia -nunca concretada por la escritora-, comenzaron a llegar turistas lectores a una librería que estaba en delicada situación económica. Sin éxito, en Lello intentaron negar la entrada a quienes accedían únicamente para fotografiarse en los alto de la peculiar escalera curvada («una flor exótica», según la descripción de Lonely Planet) o con el fondo de la vidriera del su cúpula coronada con la frase 'decus in labore' (Dignidad en el trabajo).

Escalera del interior de la librería Lello.
Escalera del interior de la librería Lello. ARCHIVO

Como en tantos lugares del mundo, frenar la avalancha de turistas solo fue posible cuando se puso precio a la entrada ante la amenaza de cierre por visitantes que colapsaban la tienda, no desembolsaban monedas y hundían las cuentas. De los tres euros iniciales requeridos (desde el 23 de julio de 2015), se ha pasado a los cinco necesarios en 2019 (que siempre se pueden descontar al adquirir un libro). Y la librería ha superado la crisis de manera evidente. Según los datos suministrados por Lello a AFP, la librería cuenta ahora con 60 empleados mientras que en 2015 únicamente había contratados nueve trabajadores para un horario de apertura que abarca los siete días de la semana. Su función principal tampoco ha perdido fuelle ni han tenido que recurrir a ser librería-tetería como a finales del siglo XX. Se venden un promedio de 1.200 ejemplares por día y presumen de un catálogo de más de 60.000, según han revelado los propietarios.

Varias fotografías de la librería Lello en 2016. MIGUEL RIOPA (AFP)
Imagen principal - Varias fotografías de la librería Lello en 2016.
Imagen secundaria 1 - Varias fotografías de la librería Lello en 2016.
Imagen secundaria 2 - Varias fotografías de la librería Lello en 2016.

Las consecuencias del éxito son evidentes para cualquier visitante que se adentre en la pequeña librería modernista de dos plantas. La entrada de 4.000 personas al día (un 40% son españoles, según el diario JN) significa encontrar colas en el exterior 30 minutos antes de la apertura un lunes cualquiera y una muchedumbre en el interior casi en momento. Peldaño arriba, peldaño abajo, se suceden las negociaciones y turnos para fotografiarse. Es la maldición de Harry Potter. Una condena que debe sobrellevarse porque, después de 113 años de historia, el lugar por el que pasaron grandes escritores portugueses sobrevive gracias al personaje de un libro posiblemente inspirado por su ambiente.

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