Jeremías Gamboa retrata los traumas de los desclasados en 'El principio del mundo'
El escritor peruano muestra el racismo de la sociedad peruana y las dificultades para coger el ascensor social en esta monumental novela
El destino de Jeremías Gamboa (Lima, 1975), igual que el de Manuel, su alter ego en la monumental 'El principio del mundo' (Alfaguara), parecía marcado ... por su origen, el de una familia rural pobre que emigra a la capital, Lima, en busca de futuro en un Perú donde el racismo sigue vigente en todos los órdenes de la vida. Sin embargo, una biblioteca en casa, una madre que se rebela y una profesora que ve en el niño unas cualidades extraordinarias consiguen que el protagonista logre salir de ese mundo tan difícil.
Pero una cosa es escapar de la jaula física y otra, huir de la prisión mental, que atrapa para siempre, como descubre Manuel cuando vuelve a su hogar tras unos años en una universidad de Estados Unidos. En esta novela de mil páginas, Gamboa reivindica el valor de la educación, pero también retrata los traumas que arrastran los desclasados del mundo y los problemas para coger, de verdad, el ascensor social.
«La educación pública es una especie de campo de concentración al que se manda a los niños en vagones para matarlos en vida y convertirlos en masa anónima, un instrumento para consolidar la brecha entre las clases sociales que impide el desplazamiento», radiografía el autor, que, cuenta, es uno de los pocos escritores peruanos reconocidos, o quizá el único, que se ha educado en una escuela pública.
«Yo fui mandado a uno de esos campos de concentración, y contarlo ha generado un intenso debate en mi país», subraya. 'El principio del mundo' denuncia este sistema en el que unos pocos «son los que tienen las herramientas, la educación y la capacidad para seguir ejerciendo la riqueza y el poder en Perú», señala el escritor.
Tan solo la vocación de maestras como la Marina Montemayor del libro sirve para rescatar a alumnos brillantes como Manuel, que en otras circunstancias estarían condenados. No obstante, tampoco estudiar, graduarse y comenzar una carrera profesional en el extranjero sirve para romper con esa especie de 'síndrome del impostor eterno, unas barreras que en las sociedades latinoamericanas, dice Gamboa, son herencia de la conquista española.
«Existe un organigrama tácito que marca tu privilegio: el apellido que tienes, que suena más blanco o no, si es español, mejor, si es europeo, mejor todavía; tu color, tu biotipo, cómo te vistes, qué relaciones tienes. Todo tu lado indígena tienes que mutilarlo, tienes que esconderlo… Eso hace que cambien circunstancias tan normales como entrar a un banco o conseguir un trabajo. La novela muestra una paleta de colores en la que muchos tratan de blanquearse todo lo posible, y eso provoca dos reacciones: una angustia interior y un comportamiento desdeñoso con los que sientes que están debajo de ti», narra el escritor, que intenta retratar «la enfermedad peruana», ese racismo encubierto y a la vez, tan visible.
Bendecido por Mario Vargas-Llosa, que le dijo que después de 'Contarlo todo' (2013) podía afrontar cualquier aventura literaria, Gamboa sigue la estela de novelas totales peruanas, como 'Conversación en la catedral', aunque él rechaza ese adjetivo, que considera una categoría «de Vargas-Llosa y de rusos como Tolstoi», y también «masculina. «Vargas-Llosa tenía la capacidad de encapsular la sociedad, que es algo que yo no pretendo. Busco más hacer una historia sentimental que abarque muchas clases sociales», asevera Gamboa, autor, entre otras obras, del libro de cuentos 'Punto de fuga' y de las novelas 'Contarlo todo' y 'Animales luminosos'.
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