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Un libro abre la cancela de la Huerta de San Vicente
Jesús Ortega revela en 'La caja de la alegría' detalles inéditos de la historia del lugar, como la importancia que tuvo para la obra de Federico
José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 12 de mayo 2020, 02:38
El pasado domingo, se cumplieron 25 años de la creación de la Huerta de San Vicente como museo. Coincidiendo con esta efemérides, aparece la ... que está llamada a ser la obra de referencia sobre la vivienda de verano de la familia García Lorca, aquella en la que Federico fue feliz y fértil. El libro en cuestión se llama 'La caja de alegría' y verá la luz en las próximas semanas. El autor es el experto y hoy responsable de 'Granada, Ciudad de la Literatura Unesco', Jesús Ortega, y el volumen llevará el sello de la prestigiosa editorial granadina Comares. Serán 200 páginas que incluyen más de 60 fotografías –algunas muy desconocidas- y que ofrecen una radiografía completa de un espacio que, por desgracia, hoy no atraviesa uno de sus mejores momentos.
Como afirma Jesús Ortega, «este libro resume 25 años de mi historia de amor con un espacio que me fascina y al que adoro. También condensa 25 años de lecturas, trabajo, investigación sobre distintos aspectos de la historia de la casa. Aquí está todo lo que sé sobre la Huerta». El volumen tiene su antecedente inmediato en la exposición 'Álbum', donde Ortega ejerció como comisario, y que permaneció expuesta desde 2014 más de un año allí mismo, mostrando unas 350 fotografías, la mitad de ellas hasta entonces inéditas. El autor escribió una serie de textos para aquel catálogo que han dado origen a este libro. A partir de ese bloque textual, con palabras renovadas, corregidas y ampliadas, acompañadas por una cuidada selección de imágenes, se tejen las mimbres de este cesto apoyado en la puerta de la casa de verano de los Lorca.
'La caja de alegría' es un ensayo narrativo, que aporta datos sin abrumar y que pretende convertirse en el texto de referencia para quienes quieran tener un 'primer acercamiento general' a este lugar clave en la historia del poeta. Como afirma Jesús Ortega, el libro es «la biografía de un lugar, de un espacio, de un paisaje. Comienza hace un siglo, cuando la familia García Lorca compra la casa en la Vega de Granada, en los umbrales de la ciudad, y termina poco después de su apertura en forma de casa museo en 1995». El autor asegura que lo más importante es conocer no solo las vicisitudes del inmueble, sino las de quienes lo habitaron. Por ello, explica qué sucedió con la Huerta tras el asesinato de Lorca, durante los tres años de la guerra civil, en los años 40 y en las décadas posteriores, cómo fue modificándose su estatus desde un lugar silenciado, casi maldito, hasta uno de memoria colectiva, y cómo los primeros estudiosos de la vida de Lorca fueron llegando, casi a escondidas, a un espacio que hoy es uno de los 'templos' que forman el imprescindible itinerario lorquiano de toda persona interesada por la literatura que se acerca a Granada.
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Muchas huertas en la Huerta
Jesús Ortega destaca la polivalencia de este espacio: retiro de placer, lugar de encuentro y celebración, refugio-taller para la escritura lorquiana, paraíso infantil de juegos veraniegos, arquitectura poblada de exilios interiores, lugar de memoria, santuario, decorado cinematográfico, escenario de polémicas cívicas, emblema de la lucha contra el desarrollismo, centro de actividades culturales e incluso obra de arte. Todas esas huertas están recogidas en el libro. Es un libro lleno de presencias. Han hecho al autor preguntarse, por ejemplo, cómo calibrar la exacta importancia de la Huerta para la escritura lorquiana, qué obras se escribieron realmente allí y cuándo, cómo era la vida de la familia, qué pasó entre el asesinato de Lorca en agosto de 1936 y el final de la guerra en 1939, o cómo vivían los guardeses, depositarios de una memoria afectiva que es preciso conservar. Y también cómo se evitó que el desarrollismo de los años 60 y 70 no arramblara con este símbolo, como arrambló con tantos. En todo el proceso, destaca el autor, «ha sido imprescindible la generosa ayuda de Laura García Lorca y de toda la familia García Lorca, que han compartido conmigo no solo documentos, sino recuerdos de una vida, como también ha hecho la familia López García, y las familias de los caseros de la Huerta».
El lector conocerá, así, cómo al partir los García Lorca hacia Nueva York, la casa se alquila a la prima Carmen García González, hermanastra de Clotilde García Picossi, quien era la dueña de la Huerta del Tamarit. «Ellos, como recuerda su hijo Bernabé López, se trasladaron a la Huerta para preservarla del deterioro y el saqueo», comenta Ortega. Carmen y su marido Vicente López vivieron permanentemente allí hasta 1947, y después, hasta 1966, la habitaron por temporadas. En aquella primera época, los guardeses, primero la familia Correal Delgado, después los Guerrero Salinas, fueron fundamentales. Empezaron las cautelosas visitas de hispanistas extranjeros, casi a escondidas: Gerald Brenan, Claude Couffon, Agustín Penón... La memoria de Federico había sido casi extirpada, según Ortega, y la llegada de un jovencísimo Ian Gibson a mediados de los sesenta permitió documentar el avance de la urbanización de la ciudad sobre la vega. En esos años sesenta la familia García Lorca retoma el contacto con la casa, tras haber construido en los cincuenta una réplica de la Huerta en su finca madrileña de población de Meco: el paisaje, el pequeño huerto, el jardín doméstico, la casa amplia y aireada...
A partir de la segunda mitad de los años 60 y durante los 70, con la familia Correal Trescastro como guardeses, la Huerta va recuperando poco a poco un papel legendario en la memoria colectiva. El libro de Gibson sobre el asesinato de Lorca, publicado por primera vez en París a principios de los 70, llama la atención de intelectuales y curiosos. Y en 1975, ese clamor llega a Granada, que toma conciencia de la importancia del lugar y que defiende la zona de la especulación urbanística, con polémica en la revista Triunfo y en el diario IDEAL incluida.
Museo
Con ocasión de aquella polémica, y de la entrevista que Antonio Ramos Espejo hizo a Francisco García Lorca y que pudo leerse en la revista Triunfo, según afirma Jesús Ortega, se habla por primera vez de convertir a la Huerta en museo. Los caseros, Evaristo Correal y María Trescastro, empiezan a recibir visitas de numerosas personas que quieren conocer la casa donde se encontraba Federico García Lorca cuando comenzó la guerra civil y ver los muebles y enseres entre los que vivió Federico, y su dormitorio de la planta alta. Los últimos capítulos de esta historia, en lo físico, se escriben en los años 80, con el proyecto de la autovía de circunvalación, y los primeros años 90, cuando se llega al acuerdo de convertir la casa en museo. Se acomete la restauración y se crea el parque García Lorca en su entorno, y el 10 de mayo de 1995 se inaugura con gran boato. Entre sus primeros guías había dos escritores: uno se llamaba Javier Egea, y nos dejó demasiado pronto; el otro, Jesús Ortega, ha conectado los huecos de la memoria colectiva en 'La casa de la alegría': «Llegué para una beca de dos meses, a través de la Fundación Lorca. Pensé que mi presencia en la Huerta sería algo circunstancial. Pero el destino jugó sus dados», comenta. Y a partir de ese momento, se inició una historia de amor que continúa hoy.
Una parte clave del legado, cerrada desde el 13 de marzo
Hace escasas fechas, la Junta declaró que protegía el legado de Federico con la figura de Bien de Interés Cultural. Esta iniciativa solo protege bienes muebles. La pregunta es: ¿no forma parte la Huerta del legado lorquiano? No olvidemos que aquí se escribieron todo o parte de 'Romancero gitano' (1926-27), 'La zapatera prodigiosa' (1926), 'Santa Lucía y San Lázaro' (1927), 'Dibujos humanísimos' (1927-28), 'Odas' (1928), 'Poemas en prosa' (1928). 'El público' (1930), 'Así que pasen cinco años' (1931), 'Poemas para los muertos' (1931), 'Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros' (1931) –escrita por entero en la Huerta, como revela el libro–, 'Bodas de sangre' (1931-32), 'Yerma' (1933-34), 'Diván del Tamarit' (1931-34) y 'Doña Rosita la soltera' (1934-35).
Sin embargo, la casa enmudeció el 13 de marzo. Su conservador, Juan José García, comenta que dejó preparado un protocolo de aireación y limpieza, pero que desconoce si se está cumpliendo. A la vez, asegura tener listo otro para que cuando se entre en la fase 1 y se pueda abrir, no haya más de cinco personas en el interior al mismo tiempo. «No tenemos fecha para reabrir, ni sabemos en qué condiciones lo haremos», afirma.
Por su parte, Pepa Merlo, escritora y técnico en la Huerta, lamenta «la oportunidad perdida de haberla climatizado durante el cierre, y de paso, haber instalado equipos de purificación de aire y protección de los enseres, adaptados a la nueva realidad». Merlo, que tampoco ha vuelto a su puesto desde el 13 de marzo, afirma desconocer si se han producido filtraciones con las lluvias, y dice que «con el calor, la Huerta es un foco de infecciones que hacen peligrosa su reapertura».
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